Por Marcos Novaro |
Un muy nutrido grupo de diputados, dirigentes sindicales y
sociales, intelectuales y artistas ligados al kirchnerismo y la izquierda acaba
de difundir una extensa carta a Christine Lagarde donde se repudia el acuerdo
firmado entre el FMI y el gobierno nacional, y se denuncia que él tendrá
“consecuencias catastróficas”.
La afirmación más contundente del texto, con todo, no es esa
sino la que promueve un nuevo default de la deuda en nombre de la soberanía y
la justicia social: “Consideramos a la nueva deuda... odiosa y execrable... y
bregaremos para que los compromisos suscritos en el Acuerdo sean sujetos a
revisión tanto de la Justicia como del Parlamento (dado que el acuerdo) no cuenta
con legitimidad jurídica, política ni social”.
El fundamento para negar esa legitimidad es, con todo,
bastante precario y difícilmente soportaría una revisión judicial mínimamente
seria. Consiste en apelar al artículo 75 de la Constitución Nacional en el que
se señala que “corresponde al Congreso contraer empréstitos... y arreglar el pago
de la deuda interior y exterior”. Alguno de los muchos legisladores que firman
la carta debería saber, sin embargo, que esa capacidad se ha delegado en el
Poder Ejecutivo a través de la Ley de Administración Financiera. No es, como
dice la carta, que el gobierno apela a “cierta interpretación legal” para
rechazar que se necesite pasar por el Parlamento, existe una autorización bien
precisa.
El punto que sí puede ser problemático para el Ejecutivo, y
al que llamativamente no se refieren los denunciantes, es que si no hay Ley de
Presupuesto para 2019, esa autorización a tomar deuda se cae. ¿Están
adelantando, sin decirlo, que harán todo lo posible para dejar al gobierno sin
presupuesto en el último año de mandato, de manera de bloquearle el acceso a
los mercados y también a las cuotas del acuerdo con el Fondo que se deberían
transferir el año próximo? Es probable. Y también es probable que sepan que, de
conseguirlo, el que también quedaría entre la espada y la pared sería el
peronismo de las provincias, que obviamente tampoco podría endeudarse y
padecería por tanto el rigor de un ajuste fenomenal.
Es por eso que ese sector peronista con responsabilidades de
gobierno, aunque no se cansa de criticar por otros asuntos a Macri, en lo que
se refiere al acuerdo con el Fondo hace causa común con él, e ignora las
denuncias del resto de la oposición: hace unas semanas se negó a participar de
la sesión especial que la bancada del FPV y la izquierda convocaron para tratar
la cuestión, y también ignoraron las movilizaciones convocadas por artistas
kirchneristas para denunciar que el regreso al FMI es una amenaza para la
nación.
¿Esos gobernadores peronistas que necesitan los fondos del
acuerdo tanto como el gobierno nacional corren el riesgo de quedar pegados con
él por este motivo, e identificados con la “derecha” y “la antipatria”?
Puede que consideren, igual que Macri, que el tema del FMI
no es verdaderamente un motivo de preocupación de la sociedad, fuera del sector
hiper politizado y cerradamente ideológico que acompaña a los promotores de la
carta a Lagarde. Como se probó en la última movilización “por la patria” y
“contra el FMI”, la del 9 de Julio pasado, no son tantos los que están deseosos
de salir a la calle para rechazar el acuerdo. Seguramente a muchos más no les
cae simpático, pero una buena parte de ellos teme ante todo que el ajuste y la
crisis se agraven. Las encuestas muestran además que cerca de la mitad de la
sociedad cree que apelar al Fondo trajo consigo “certidumbre a la política
económica”, es decir, confía más en el Fondo que en Macri.
¿No sería más razonable entonces que sus críticos se
enfoquen en el propio Presidente y los yerros de su gobierno, en vez de
insistir con diatribas que tienen gusto a viejo, distraen la atención hacia un
enemigo lejano y más bien imaginario y trasuntan un apenas disimulado deseo de
que la situación empeore más y más?
Y más importante que eso, ¿no debieron haber aprendido ya en
el kirchnerismo y la izquierda, con las derrotas acumuladas en los últimos
años, que la polarización ideológica a quien termina beneficiando es al
oficialismo?
Parece que no. En realidad, sucede más bien lo contrario.
Están más convencidos que ahora sí va a quedar demostrado que Macri es todo lo
malo que ellos desde el comienzo decían que era, así que aprovechan la crisis
para insistir con lo que venían desde antes haciendo, aunque haya fallado ya
demasiadas veces.
El FMI es ahora, como poco antes fueron las tarifas, y antes
de las tarifas fueron los Panamá Papers, y el Correo, la prueba del escándalo.
Convencidos como están de que tienen razón, no se detienen a pensar por qué no
han dejado de fallar. Y de ayudar involuntariamente al gobierno que tanto
detestan.
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