Por Manuel Vicent |
Imagina
que, después de su victoria, este general sumió a ese extraño país en una
dictadura férrea de 40 años sin dejar de fusilar a miles de ciudadanos bajo
juicios sumarísimos y mientras mantenía las cárceles llenas de presos políticos
se sirvió de ellos como esclavos para construir un mausoleo faraónico
perforando una montaña bajo una desmesurada cruz de granito.
Imagina que ese panteón situado a las afueras de la capital
del Estado le sirvió de propia sepultura y que allí permanecen sus despojos
todavía, pero, antes de morir, este general golpista nombró a su sucesor a título
de rey, quien después de verse envuelto en varios escándalos de corrupción tuvo
que abdicar en su hijo.
Imagina que uno de los ministros de este dictador fundó una
formación política de derechas con el nombre de Partido Popular, que ha
gobernado en ese extraño país gracias a una Transición democrática cuyos
aciertos han permitido a los ciudadanos, no sin ciertos riesgos, vivir en
libertad bajo una Constitución, que parte del territorio no acata.
Imagina que un juez alemán muy escrupuloso ha recibido una euroorden
para que entregue a ese extraño país a uno de sus políticos prófugo de la
justicia.
Pensando en lo que sería Alemania si tuviera a Hitler en un
gran mausoleo cerca de Berlín, tal vez ese juez no consiga desprenderse de
ciertos prejuicios al sospechar, aunque sea de forma difusa y muy confusa, que,
en ese extraño país, la democracia parece estar tutelada aún por ese dictador
desde su tumba.
© El País (España)
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