Por Sergio Suppo
Abajo, donde un tercio de los argentinos son pobres, el
clima sigue y seguirá siendo adverso. Arriba, la impaciencia desata críticas
que dan un giro y regresan sobre sus pasos, inquietos por la posibilidad de que
el populismo regrese y los vuelva a culpar de todos los males. En el medio, el
clima cambia, según la temperatura de la billetera.
Una vez más, como otras tantas veces en el pasado, una
crisis económica determina las opiniones políticas.
La inseguridad y el narcotráfico siguen apareciendo en los sondeos,
pero su peso en la evaluación de los gobiernos se redujo para dar lugar a la
inquietud por el desenlace de la nueva tormenta de números en rojo, inflación y
recesión.
En el Gobierno miran encuestas y reciben informes
territoriales. Y ponen atención a una franja señalada con insistencia por los
intendentes. Es el sector de clase media baja que ya hizo todos los recortes
posibles y limitó sus gustos hasta estar cerca de eliminarlos.
Ahí el malestar con el Gobierno se mezcla con la
preocupación por la manera en la que impactará la crisis en cada casa. Es ahí
donde el macrismo desplazó al peronismo para llegar al poder. Perder o ganar
ese territorio es, por anticipado, la clave que decidirá el futuro electoral de
la Argentina.
© La Nación
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