domingo, 15 de julio de 2018

El gabinete de presidenciables de Lavagna

Por Gustavo González
La llegada de Macri al poder conmovió a los peronistas como no lo había hecho nadie. Todavía los conmueve, pero ahora por la sensación de que podrían regresar al poder si encuentran al candidato ideal.

Hoy, las plegarias están dirigidas a Roberto Lavagna, a que acepte ser candidato a presidente y lleve adelante un plan económico que rememore su éxito anterior.

Suponen un gobierno de un solo período (Lavagna sería candidato con 77 años) y un “gabinete de presidenciables” como Massa, Urtubey y Randazzo. Una encuesta reciente  les aceleró la ansiedad.  

Hasta hace apenas siete meses, los peronistas hablaban de 2023 como de “las próximas elecciones presidenciales”, salteando 2019, cuando daban por hecho que Macri sería reelecto. Pero entre noviembre y hoy no pasaron siete meses, sino siete años.


Los mismos peronistas que por lo bajo antes admiraban de Macri cómo les había copiado sus mañas políticas, ahora maliciosamente lo comparan con De la Rúa.

En el peronismo le rezan porque temen que sin él sea difícil superar a Cristina.

Lo que de verdad admira el peronismo es el poder. El poder le impone respeto y quienes lo saben manejar, temor. Le huye al despoder y desprecia a quienes lo sufren. Al Macri temporada primavera-verano 2017, los gobernadores peronistas le sonreían, los legisladores esperaban que los invitara a sus viajes y algunos intendentes que los convocaran para sumarse al oficialismo. En cambio, el modelo otoño-invierno 2018 ya no luce temible. Errores políticos, corrida cambiaria y enfriamiento económico lo convirtieron en un candidato “ganable”.

El peronismo sueña, hace cuentas y se encomienda a nuevos santos salvadores.

Mártir y patrono. El más reciente es Roberto Lavagna, patrono de la estabilidad sin retraso cambiario, con baja inflación y alto crecimiento; mártir kirchnerista de los primeros tiempos y expulsado del edén peronista acusado de promover la ciencia estadística en el Indec en contra de la creación divina. El primero que lo mencionó como salvador fue Duhalde: cree que el problema del país es político y económico y que su ex ministro es un experto en ambos saberes.

En los últimos días, su nombre se volvió un rezo en el peronismo no K. Sucede a la par de que Cristina mantiene un caudal de votos del orden del 30%, según los sondeos. Estiman que, aún sin presentarse y designando a un sucesor como Agustín Rossi, ese nivel estaría cerca del 25%.

Esta semana, un postulante peronista a gobernador de una de las provincias más importantes, lo contaba con preocupación: “No sé si una fórmula del peronismo no K superaría ese porcentaje para poder ir a un ballottage”. Se refería a candidatos como Massa, Urtubey, De la Sota o Randazzo, y agregaba: “Bueno... eso cambiaría si el candidato fuera Lavagna”.

Una encuesta de D’Alessio IROL/Berensztein de hace diez días, lo mostró con un 55% de imagen positiva, superior a la de María Eugenia Vidal y otros dirigentes bien posicionados. Entonces las versiones de su candidatura cobraron más fuerza. Cuando hace dos semanas se conoció el plan  económico del Frente Renovador (14 propuestas sobre tarifas, pymes, dólar, IVA, gastos sociales, etc.), los medios y el círculo rojo se lo atribuyeron a Lavagna. Massa asegura que él no tendría problemas en “jugar de 9 o ir al banco a esperar”. Supone que por su edad y su proyección está a tiempo de llegar a la Presidencia.

Habla maravillas de Roberto Lavagna y trabaja con su hijo Marco, diputado de su sector. Pero no cree que a Lavagna le interese volver a competir en la arena política y salir de la apacible vida de analista y abuelo. Lo mismo dice el ex ministro de Economía, agregando que: “Antes deberían convencer a mi esposa”.

“Gabinete presidenciable”. Curiosamente, esa broma sobre el permiso de la esposa es la que despierta expectativas en la interna peronista: “¿Y qué quieren que les diga, que sí? Les dice lo que corresponde decir hoy”, explica Duhalde, quien está convencido de que Lavagna será el futuro presidente: “Estuvo con Alfonsín, con nosotros, siempre aporta. Necesitamos alguien que supere las grietas. No cualquiera podría”.

Un diplomático que lo conoce desde hace décadas y lo visita una vez por mes en sus oficinas porteñas de Carlos Pellegrini, enarbola la misma hipótesis: “Cuando él contesta eso está diciendo que será candidato”. La hipótesis concluye en que aún no podría responder otra cosa y que lo será si es un candidato de unidad de un peronismo sin Cristina, en una coalición que sume a otras fuerzas políticas.

Esta fuente se imagina (o reproduce) el plan lavagnista de un gobierno de solo un período de cuatro años (Lavagna llegaría con 77 a los próximos comicios) y un “gabinete de presidenciables” de cara al 2023, como Massa, Urtubey y Randazzo. Supone un Massa más proclive a ser ministro de Desarrollo Social que candidato a gobernador bonaerense. Con Randazzo en Interior y Urtubey en Cancillería.

Tampoco descarta la presencia de actuales funcionarios del PRO en ese armado, como Frigerio y Monzó. Este supuesto plan de acción habla de “un gobierno de síntesis que plante las bases de un crecimiento sólido”.

Gobierno de un período y gabinete de presidenciables como Urtubey, Massa y Randazzo.

Marco Lavagna se sonríe cuando escucha esto y también aquello de que su padre fue el cerebro del plan de crisis que presentó Massa. Lo niega y lo vincula con su buena imagen y a una expresión de deseos más que a la realidad.

En cambio, quienes largaron su prematura campaña, entienden que reúne el beneficio de ser amigable para el PJ, pero sin exudar ciento por ciento peronismo. Recuerdan que en 2007 fue candidato presidencial (obtuvo 17% de votos) por una coalición de radicales, peronistas no K y partidos provinciales. Y no es antimacrista. De hecho, en 2013 tuvo conversaciones con el PRO para ser senador.

Lavagna mantiene una relación cordial con el Presidente. Su última reunión en la Casa Rosada fue a mediados de 2016.

El ex ministro le explicó su plan: abrirse al mundo con inteligencia, no retrasar el tipo de cambio y luchar contra la inflación sin enfriar la economía, para así reducir el déficit. No al revés: está convencido de que el enfriamiento puede por sí mismo ser causal de inflación ya que habría empresarios, sostiene, que no tienen más alternativa que aumentar los precios como un intento desesperado por escapar de la crisis.

Macri lo escuchó atento y le preguntó si le podía repetir lo mismo a Sturzenegger. Lavagna le dijo que sí y, como si hubiera esperado detrás de la puerta, el entonces titular del Banco Central se sumó a la reunión. Le repitió lo mismo y, para su sorpresa, Sturzenegger le habría dicho: “Viste, pensamos igual”.

La última vez que lo llamaron fue para pedirle que apoyara mediáticamente un fuerte aumento tarifario. Les respondió que no podía hacerlo, porque creía que sería un grueso error.

Peligrosa tentación. Lavagna guarda silencio público, pero no esquiva encuentros privados. Se reúne con unos y otros y a todos les señala su desilusión con el Gobierno. Lo mismo le dijo a un importante líder de la CGT hace un mes. Por estrategia o convicción, seguirá diciendo que está retirado. Aunque en marzo, si la Patria lo requiriera y su esposa lo permitiera, tal vez cambie de opinión. 

Mientras tanto, con la riesgosa confianza que los economistas tienen en sus análisis y pronósticos, repite que lo que se debe hacer él ya lo hizo entre 2002 y 2005, en los que el crecimiento del PBI rondó el 9% anual.   Las traslaciones históricas son tan tentadoras como peligrosas. Lo mismo que dar por perdido a Macri.

Los peronistas deberían saber que el tiempo de la posmodernidad corre más rápido que el de la modernidad que los vio nacer. Y que todo puede volver a cambiar de repente, incluso en contra de sus intereses y plegarias.

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