Por Manuel Vicent |
Vendrán días duros, con
broncas parlamentarias, pero en medio de la zozobra habrá un placer que nadie
nos podrá arrebatar: volver la vista atrás y ver que Rajoy ya no está.
Puede
que muchos ciudadanos de derechas y de izquierdas coincidan en que esta
legislatura será muy complicada, tal vez inviable, pero en medio del tormentoso
azar de la política, mucha gente sentirá una gran alegría al volver la vista
atrás y ver que en el banco azul ya no están los ministros que cantaron “soy el
novio de la muerte” con fervor, al paso de un Cristo trasportado por
legionarios, y tampoco está el portavoz del Partido Popular en el Gobierno
profiriendo desde la tribuna burradas de arriero con la boca torcida, ni los
políticos imputados con un pie en la cárcel que se atrincheraban con impunidad
en los escaños.
El presidente Pedro Sánchez deberá soportar la ambición y
alguna deslealtad de las formaciones que le han dado el voto, las reticencias
malvadas de algunos barones del partido que se comportan como si el líder
socialista les hubiera birlado la novia, pero frente a esta insidia y a la
inquina personal de algunos editorialistas y líderes de opinión, al volver el
rostro, el ciudadano corriente habrá perdido de vista el paisaje de la
corrupción, que estuvo a punto de acabar con la democracia.
Se seguirán oyendo los augurios aciagos de siempre: España
se rompe, la economía se hunde, las turbas populistas se van a apoderar de la
calle, propios de un falangismo revenido, pero en medio de este apocalipsis de
garrafa seguirá habiendo un placer: aquellos que ya no están.
El pasado se ha cerrado y el futuro político se ha abierto,
como la puerta que guardaba el dios Jano, el de las dos caras. Una mira hacia
la oscuridad, y otra, hacia la esperanza.
© El País (España)
No hay comentarios:
Publicar un comentario