Por Javier Luifa
Aun sin el habitual cotillón, la fiesta está comenzando a
prepararse: en un abrir y cerrar de ojos el 2019 asomará con su carga de especulaciones,
cábalas, augurios y hasta apuestas que pretenderán develar quién o quiénes
serán los que llevarán al triunfo electoral a uno u otra fuerza (de las pocas
que van quedando en Salta) hacia la Gobernación, las intendencias, la
Legislatura, los concejos deliberantes y el Congreso de la Nación.
El Mundial de Fútbol se comerá buena parte de esos
preparativos y, ni pensar siquiera al eleven conducido por Messi se le ocurre
salir campeón. Los días posteriores de festejos harán olvidar, por esos
momentos, los pormenores de la lid electoral en ciernes. Y, también, por qué no
decirlo, desplazarán a un segundo plano las penurias económicas y tarifarias
que agobian a los argentinos.
Claro, una vez pasada la fiesta, volverá la resaca y muchos
aprovecharán para sacar la correspondiente tajada sin que les importe un pito
(o una corneta celebratoria) si la institucionalidad y bla, bla, bla quedan al
borde de una crisis.
Aun esperando esos momentos, puede decirse que hoy, en
Salta, ya hay algunos nombres en danza, por lo menos, para la Gobernación. El
primer nombre anotado para la partida es, se sabe, el actual intendente
capitalino, Gustavo Ruperto Sáenz quien, hasta ahora, viene corriendo con el
apoyo nacional del macrismo.
La prolija performance de gestión que imaginó el
exvicepresidente de Sergio Massa, se fue diluyendo con varios papelones al
hilo. Al bacheo, desmesurado e incontrolable, de los innumerables pozos dejados
por su antecesor Miguel Isa, el joven Sáenz sumó peatonalizaciones de varias
arterias como Caseros y Juramento donde elaboró el llamado Corredor de la Fe.
Casi cinco veces hizo hacer la misma obra para desesperación de vecinos y
comerciantes que, de la tolerancia inicial, pasaron a la puteada lisa y llana
contra el jefe comunal y sus asesores.
Ni las calles bombardeadas dejadas por Isa salvaron a Sáenz
de la proliferación de insultos, productos del disgusto ciudadano. Las lluvias,
hay que decirlo, no ayudaron demasiado pero dejaron al descubierto que el hombre
que venía a solucionar no solo el problema de los baches sino el de las
inundaciones, no pudo evitar que las marejadas de las lluvias salteñas
invadieran casas y negocios al por mayor (no negocios mayoristas, sino agua a
más no poder) aun cuando su alfil Nicolás Kripper subiera a las redes sociales,
en un alarde de histrionismo, la basura ciudadana obturando los desagües y
convocando a una inexistente conciencia ecológica de los salteños.
Sin embargo, Gustavo Sáenz comenzó a desenrollar el hilo de
su destino político: la Gobernación.
Al frente se le colocó el vicegobernador y responsable de la
Salta agujereada: Miguel Isa. Doce años de gestión al frente del municipio
solamente sirvieron para que la gente viviera peor y con más impuestos. Sin
embargo, el hombre se lanzó nomás a recorrer la provincia en aras de una
probable postulación para heredar el desastre urtubeycista.
Isa ahora corre con una ventaja nada despreciable: no
necesita mostrar gestión alguna y apela a la memoria corta de los salteños que,
si se tragaron doce años suyos en la Municipalidad y otros doce del propio Juan
Manuel Urtubey, el hombre de la nada misma, bien pueden volver a considerarlo
como un buen postulante a ejercer nada menos que la Primera Magistratura
provincial.
Por eso es que, día tras día, Isa toma los mismos elementos
que como peronista le criticó a Cambiemos, y le da grosso al timbreo y a las
visitas domiciliarias como si fuera un verdadero médico del pueblo. Come
pancitos y toma mate cebado con los más pobres para ver si llega al anhelado
sillón de Grand Bourg. No hace declaraciones altisonantes (de eso se encarga
Urtubey que juega a que no se le incendie el traje de amianto que usó durante
doce años) y le mete a besar señora y chicos en los barrios, siempre con su
ponchito salteño, como para que no se dude de sus orígenes populares.
Estos serían, dicen, quienes se convertirían en los
principales contendientes o, por lo menos, los que tendrían más chances porque,
por el lado de quienes quieren tirarse un lance, aparecen Pablo Kosiner, Sergio
Leavy, Javier David y hasta el hermano de Urtubey, José, como para demostrar
que “la misma sangre” sigue vigente. Todos son peronistas aunque sus espaldas
estén cuidadas por vertientes diferentes.
Habrá que ver, de todos modos, quiénes acompañarán cada uno
de estos empeñosos y anhelantes figurores que, como decimos al principio,
todavía esperan por el cotillón de la Gran Fiesta que, seguramente, comenzará a
tomar forma después del Mundial. ¿Sólo peronistas?¿Y el resto? El resto,
después del Mundial…
© Agensur.info
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