Mauricio Macri tiene tres rivales y por ahora no puede
elegir el orden en el que desea enfrentarlos. La realidad es su prioridad
impuesta e inevitable. Luego vienen las limitaciones de su equipo para superar
esa circunstancia y, por último, están los adversarios que le gustaría recrear
o inventar. Siempre es más fácil lidiar con los enemigos que uno elige.
Desde que los prestamistas hicieron notar su desconfianza, a
fines de abril, Macri debió asumir que para ningún presidente hay peor
adversario que la situación que no puede resolver. Esa vieja ley política lo
puso entre la espada de los problemas negados y la pared de su capacidad para
enfrentarlos.
La corrida cambiaria y sus secuelas obligaron a Macri a
ocuparse con urgencia de lo que había elegido tratar con gradualismo: el
déficit fiscal. Si resolver las cuentas en rojo nunca fue el fin en sí mismo de
ninguna escuela económica, achicarlas es ahora un deber ineludible para
recuperar la confianza. El acuerdo con el FMI equivale al paciente que,
obligado a hacer dieta, recurre a un médico que le dará ayuda, pero que también
lo hará asumir como propias sus recetas.
Macri venía de anunciar en marzo que lo "peor ya
pasó" y ahora se ve obligado a rearmar un discurso para explicar la
postergación de la recuperación económica. Es ahí donde deben ser demostrados
el talento de su equipo y su propio liderazgo para regenerar expectativas. El
Presidente pedaleaba con viento en contra y ahora tendrá que pedir más esfuerzo
para remontar una cuesta. Por ahora prefiere seguir haciendo un gobierno de
baja intensidad y reformas paulatinas, con un tono alejado de los gritos y de
la épica que atronaron en el pasado más próximo.
Jaime Durán Barba, devenido en una mezcla posmoderna de
visir y gurú del Presidente, supo ayudar a Macri y lo guió para dar pasos
electorales trascendentales. Para afrontar estas horas difíciles, el consultor
parece haber recurrido a Cristina Kirchner como reaseguro de que la Argentina
ya no puede volver al pasado.
Utilizar a la expresidenta como contracara electoral llevó a
Macri al poder. Elegirla ahora como adversaria es darle una importancia que
puede multiplicar la desconfianza en la Argentina. ¿Si el Gobierno la
privilegia como adversaria quiere decir que el populismo es la única
alternativa política a Cambiemos? Responder esa pregunta en momentos de crisis
puede arrojar un resultado muy diferente que durante una pelea por los votos.
La reubicación del kirchnerismo por parte de Cambiemos es
contemporánea del momento en el que el resto del peronismo pareció amigarse con
el populismo de la expresidenta para votar una ley contra los aumentos
tarifarios. El PJ moderado que tantos acuerdos hizo con el macrismo tiene ahora
como expectativa ser una opción intermedia entre Macri y Cristina para por ese
camino llegar al poder.
Aun cuando esté obligado a enfocarse en torcer la realidad,
el Presidente no puede ahora olvidarse de lo que siempre fueron los gobernadores
de la oposición: amigos del campeón.
© La Nación
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