Por Guillermo Piro |
No
se dio a conocer el nombre del nuevo propietario, solo se sabe que es un
coleccionista europeo.
Se trata de un bicornio, llamado también sombrero de dos
picos, uno de los signos distintivos de la vestimenta de Napoleón, pero
habitualmente lo usaron los militares europeos de fines del siglo XVIII hasta
1914. Hoy se puede ver en los uniformes de gala de muchos altos cargos, a
menudo adornados con galones dorados y plumas ridículas –también lo usan los
miembros de la Academia Francesa, porque no hay tarea más sanguinaria y brutal
que regular la lengua. Napoleón lo llevaba paralelo a la línea de los hombros
en vez de perpendicular, como sus generales, para ser fácilmente reconocible en
el fragor de la batalla. Se dice que mientras estuvo en el poder, es decir entre
1799 y 1815, tuvo 120, que tenía en uso al menos una docena, que cada uno
duraba alrededor de tres años y que cada año se compraba al menos cuatro
nuevos, que al comienzo eran llevados por los valets, sus camareros personales,
para ablandarlos –lo mismo se hacía con los zapatos, donde se pagaba un
estipendio a un pobre diablo que caminaba y sufría para el disfrute posterior
del feliz poseedor, pero esa práctica estaba más generalizada en la población,
sencillamente porque todos usaban zapatos pero no todos bicornios.
Al parecer no es tarea fácil establecer qué objetos
pertenecieron realmente a Napoleón, pero en el caso de este sombrero hay muchas
pruebas a favor. Nicolas Dugoujon, el experto en recuerdos históricos y
militares que lo presentó en la subasta, explicó que su historia está bien
documentada, algo bastante inusual con estas piezas. Un capitán holandés
–Holanda fue uno de los países de la coalición que salió victoriosa de
Waterloo– lo habría recogido del campo de batalla como recuerdo. Los documentos
prueban que pasó de mano en mano y que incluso fue expuesto en la exposición
internacional de Bruselas en 1897. Además es del talle de Napoleón y tiene
algunas de las modificaciones que solía pedir que fueran hechas en sus
bicornios, como que se les quitara la badana, o sea la tira de piel curtida y
fina de carnero u oveja que se cose en el borde interior de la copa del
sombrero para evitar que se manche de sudor –Napoleón era alérgico.
Según los historiadores, los sombreros de Napoleón que se
puede confirmar que fueron suyos ascienden sólo a 19, conservados todos en
museos. En 2014 un bicornio suyo se subastó a 1,5 millones de euros. En esa
ocasión se supo la identidad del comprador, Kim Hong-Kuk, fundador del gigante
agroalimentario surcoreano Harim y apodado en su país “el rey del pollo”. Aquel
era mejor que éste: estaba mejor cuidado, no estaba doblado ni tenía desgarros
en ningún sitio.
Es increíble la atracción que ejerce entre los apasionados y
coleccionistas cualquier cosa que haya pertenecido a Napoleón, uno de los pocos
personajes históricos conocidos en el mundo entero. Por ejemplo, en noviembre
del año pasado una sola hoja de oro proveniente de la corona de laureles que
llevó el día de su coronación se vendió en París a 620 mil euros. La capa roja
que usó en Waterloo es actualmente propiedad de la familia real británica, pero
por el momento ni se les cruza por la cabeza deshacerse de ella.
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