Por Javier Marías |
Se han hecho
impermeables a la crítica (les trae sin cuidado), al ridículo y al
razonamiento. Ni los dirigentes ni los fieles sabrían responder a casi ninguna
pregunta sensata: “¿Cómo vivirían en una Cataluña aislada, con qué economía y
qué medios? ¿Con qué reconocimiento internacional (Putin y Maduro aparte)? ¿Qué
harían con más de la mitad de la población catalana contraria a su decisión?
¿Iniciarían purgas y expulsiones (mejor no hablar por ahora de limpieza
étnica)?” La mayoría de la gente no se leyó o ha olvidado la llamada Ley de
Transitoriedad, según la cual los jueces serían nombrados por el Govern (acabando así con la separación de poderes
propia de los Estados democráticos), y los medios de comunicación estarían
controlados por la Generalitat (acabando, de facto, con la
libertad de prensa y de opinión). Para los que llevamos tiempo sosteniendo que
el actual proyecto independentista —tal como lo
planean quienes lo propugnan— es de extrema derecha, clasista, racista, de
ricos contra pobres, insolidario y totalitario, el nombramiento de Quim Torra
como President ha venido a confirmar nuestro
pronóstico, ay, con meridiana claridad.
Ya Vidal-Folch, Cercas y otros se han molestado en mirar sus libros,
artículos y tuits anteriores a su entronización (que son los que cuentan: lo
que los individuos declaran una vez bajo los focos ya no es creíble): una
ristra de insultos, expresiones de odio y desprecio hacia los españoles y los
catalanes “impuros”, es decir, que no piensan como él. De éstos ha afirmado que
son “bestias con forma humana, carroñeras, víboras, hienas”, esto es, los ha
animalizado, que es lo primero que han hecho todos los exterminadores que en el
mudo han sido, de los nazis a los hutus de Ruanda a los serbios de la Guerra de
los Balcanes. Es asombroso que personas supuestamente de izquierdas no hayan
montado en cólera ante semejante suciedad y no hayan exigido su inmediata destitución.
Torra es idéntico a Le Pen (al padre, que no disimulaba como la hija), a Orbán,
al gemelo polaco superviviente, a Salvini de La Liga italiana, a los Auténticos
Finlandeses, a la Aurora Dorada griega, a los supremacistas noruegos (uno de
ellos llevó a cabo una matanza de críos en una isla, ¿recuerdan?). Admira a
pistoleros fascistas de los años treinta, los equivalentes independentistas de
Falange. Lo bueno de este nombramiento tan inequívoco es que alguien como Torra
contamina a quien lo aupó, Puigdemont, y a más, y por ende a todo el movimiento
independentista actual, incluidas las falsamente
izquierdistas Esquerra y CUP, que con sus votos o su abstención le han dado el
cargo máximo. Ya nadie que lo apoye puede reclamarse ignorante ni inocente ni
“de buena fe”. Se ha visto que las “sonrisas” eran muecas y que la “democracia”
sólo interesaba para enarbolarla un rato en vano y después pisotearla.
En las aseveraciones megalómanas de Torra hay una flagrante
contradicción a la que nadie, de nuevo, hará caso, pero que vale la pena
destacar. Según él o sus maestros, los catalanes son más “blancos” que el resto
de España y por lo tanto superiores. Los
españoles son inmundicia, exportadores de miseria material y espiritual,
creadores de discriminaciones raciales (!) y subdesarrollo. Puede ser. Como
saben mis lectores, no soy un gran entusiasta de mi país. Ahora bien, ¿cómo
puede una nación “superior” llevar tres o cinco siglos sojuzgada, según él y
sus compinches, por una “inferior”? Las colonizaciones, conquistas y
sometimientos siempre han sido de los “superiores” sobre los “inferiores”,
nunca al revés. Así, el de Cataluña sería un caso inexplicable, sin paragón en
la historia de la humanidad. Un caso único de opresión y “ensañamiento”
perpetuos por parte de los tontos a los listos, de los desgraciados a los
sobresalientes. Sería como si el Congo hubiera sojuzgado a Bélgica, Argelia y
Marruecos a Francia, los indios americanos a los pioneros, los indios de la
India al Imperio Británico. Un caso digno de estudio, en verdad insólito: ¿cómo
unos “superiores” han aguantado cinco o tres siglos de “dominación”? Sólo cabe
concluir lo evidente para cualquiera salvo para Torra y sus secuaces: nunca ha
habido tal sometimiento (excepto bajo el franquismo, pero los sometidos fuimos
todos), y aún menos lo hay ahora, pese a estas palabras del flamante President: “Nos tienen acorralados en el gueto, sin
medios de comunicación, ni poder económico, ni influencia política”. Qué
paraíso sería tal “gueto” para los verdaderamente oprimidos, palestinos,
rohingyas, venezolanos y cuantos ejemplos se les ocurran. Torra se deleita
ofendiendo a los españoles y a más de la mitad de los catalanes. Pero además no
le importa ofender también a los auténticos desheredados, perseguidos y
masacrados del mundo. Que Mussolini le conserve la lengua, tan hiriente y
superior.
© El País Semanal (España)
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