lunes, 4 de junio de 2018

Hora de dejar de lado enojos y recuperar el diálogo perdido


Por José Ángel Di Mauro

Mauricio Macri eligió estar bien lejos cuando la Marcha Federal llegó el viernes a la remozada Plaza de Mayo. Una multitud acompañó esa protesta liderada por sectores muy hostiles al gobierno, con preeminencia de los movimientos sociales. Los gremios más opositores también fueron protagonistas durante esa movilización en la que no faltaron políticos, aunque fundamentalmente estuvieron los sectores más duros, que sumaron a su lista de reclamos el reciente veto presidencial, que esperaban ansiosos para tener más elementos para fustigar a Macri.

Las caras visibles de esa movilización no incomodan tanto al gobierno, más bien lo contrario. Roberto Baradel es un orador que Cambiemos siempre quiere ver en la vereda de enfrente. Lo mismo que Pablo Moyano amenazando con importar de Brasil el paro salvaje que causó gravísimos perjuicios en ese país. O dirigentes sugiriendo que este gobierno puede llegar a tener “fecha de vencimiento”, reavivando al “club del helicóptero”.

Un panorama similar se vio en marzo del año pasado y generó como reacción la marcha autoconvocada del 1° de abril, que le sirvió al gobierno como punto de relanzamiento, con final feliz en las elecciones de agosto y octubre.

Pero la coyuntura no es la misma, más bien lo contrario. Ese rebote estuvo acompañado por una economía que precisamente entonces comenzó a dar los esperados brotes verdes, que aun hoy siguen brindando datos positivos. Esa tendencia va a revertirse como consecuencia de la crisis que detonó en el fatídico mes de mayo por circunstancias externas e internas, y que condicionará el resto de este ¿primer? mandato de Mauricio Macri. El propio presidente lo confirmó en la conferencia de prensa que brindó el jueves en Salta, cuando admitió que “el tercer trimestre va a ser el trimestre más peleado”.

En esas mismas declaraciones basó un relativo optimismo en la firma “en unos días” del acuerdo con el Fondo, la recuperación del acceso al crédito, la reanimación del sector privado y la acción de la obra pública. Con todo, admitió que “vamos a crecer menos de lo que esperábamos por la sequía, pero vamos a potenciar el crecimiento del año que viene”. En efecto, los economistas auguran que la inflación recién dará tregua en el mes de agosto, y todos admiten que los índices irán desplomándose, aunque las expectativas son un poco mejores para el próximo año, partiendo de la base que no habrá sequía y el campo potenciará la recuperación. De la inflación ya nadie se anima a dar diagnósticos y alguien sugirió que habrá que sentir alivio si el año termina con un índice que solo empiece con el número 2…

En este contexto el presidente se fue al norte después de firmar el veto a la ley sobre tarifas, donde se quedó tres días que aprovechó para reunirse con gobernadores e intendentes de la región. Debe rehacer una relación que no ha quedado bien con la oposición, que tuvo su punto álgido con la aprobación de la ley que modificaba el cuadro tarifario. Jugó a fondo el gobierno desde el principio de la semana, con ese discurso en el que encolumnó a todo el peronismo detrás de Cristina. Afirman los senadores peronistas que ese fue el elemento que los decidió a jugar contra el gobierno. En la Rosada admiten que el presidente actuó así a sabiendas de las pocas perspectivas para revertir la cantidad de votos que tenía en contra.

Tal cual adelantamos en este mismo espacio, el gobierno siempre corrió de atrás en el tema tarifas y nunca estuvo ni cerca de emparejar la votación. Pareció que se aproximaba el día previo a la votación, cuando se aseguró el apoyo completo del interbloque Federal -aunque luego Guillermo Pereyra votó a favor- y Rodolfo Urtubey se alineó con su hermano, en detrimento de Miguel Pichetto. Pero seguía habiendo una cantidad de votos que no alcanzaban para revertir el resultado, así que jugó pensando en las elecciones venideras. Cuando subió al ring a Cristina Kirchner, quiso recordar que todos son peronistas. Lo reiteró al día siguiente de la derrota legislativa, cuando le habló al peronismo en su conjunto: “Ya sabemos que tienen la mayoría en ambas cámaras”. No es así, de hecho Cambiemos es primera minoría en el Senado y Diputados… pero si el peronismo se une, es mayoría ante el gobierno. Es lo que sucedió en ambas cámaras con esta ley que acaba de vetar con un costo político que no agravó el que ya pagó por el tema tarifario. A lo sumo, le valdrá un inevitable paro cegetista.

En tren de sacar rédito de esta batalla perdida, el Gobierno encontrará algo a favor en las imágenes de la contienda: no solo el peronismo apareció unido, sino que hasta mostró integrados, votándole juntos y en contra, a Pichetto, Cristina y hasta Carlos Menem, que volvió de madrugada al recinto porque le había prometido al rionegrino que allí estaría si lo necesitaba.

El orden de oradores le dio centralidad a la expresidenta. Previsiblemente se extendió mucho más allá de la media hora que le correspondía, reiterando mucho de lo que ya había escrito en el sitio de Horacio Verbitsky una semana antes. Reivindicó a los gobiernos kirchneristas, justificó las políticas que dejaron esta situación energética y no ahorró palos para el gobierno. Le arrebató el protagonismo que suele tener Pichetto, que habló después de ella detallando las razones por las que no llegaron a ponerse de acuerdo con el gobierno: nunca percibieron que el Ejecutivo tuviera ese objetivo. Se sinceró sobre el final, al desdramatizar el veto que luego se corroboró que para entonces ya estaba firmado, recomendándole al gobierno que “hagan lo que tengan que hacer y háganse cargo”. Y recordó que el Presidente ya había vetado la Ley Antidespidos, que “también fue un mensaje del Gobierno”. Ergo, es lo que representó esta ley destinada a la nada misma. “Es un mensaje del Congreso en el sentido de que este camino no cierra”, resumió el rionegrino.

El discurso de Pichetto no tuvo la centralidad que el de su antecesora, pero dijo cosas que el Gobierno debiera tener muy en cuenta. Como cuando se sorprendió de que con la cantidad de diputados que tiene el oficialismo no puedan controlar la Cámara baja. “Porque perdieron la política”, observó, facturándole al Gobierno que “devaluaron al presidente de la Cámara, lo dejaron de lado”. Y lapidario, concluyó: “Desde octubre se achicaron, se encerraron y no hablaron ni dialogaron”.

Para el final, Pichetto llamó al Gobierno a reflexionar sobre la relación que vayan a tener con lo que definió como “la oposición política democrática”, recordándole que “tienen desafíos muy importantes de cara al presupuesto nacional”. En efecto, es lo más importante que el Gobierno tiene en el Congreso en lo que resta hasta 2019: la discusión del Presupuesto. Ni siquiera la del próximo año, que el Gobierno puede postergar para después de las elecciones, a la espera de ver si gana. De cara al futuro, solo resta en el Congreso el debate sobre el aborto, en el que el Gobierno se mostrará prescindente, y la ley de urbanización de barrios populares, que no encontrará escollos opositores. Después, entre septiembre y fin de año tendrá que afrontar la discusión de la ley de leyes, con los condicionamientos que se impongan conforme lo que vaya a acordarse con el FMI. No habrá otra ley que necesite tanto Macri, y en todo caso deberá enfrentar proyectos con los que la oposición buscará volver a acorralarlo.

Pero para el Presupuesto necesitará rehacer los puentes con la oposición “racional”, en la que ya no confía pero que necesita. Deberán Mauricio Macri y Marcos Peña dejar de lado reproches y facturas, y negociar. Como negociaron el miércoles pasado el temario de la sesión, allanándose a la exigencia opositora a tratar en primer término el tema tarifas y mandar al final las tres leyes que reemplazan al mega DNU. Pareció en principio otra derrota legislativa, pero cuando cerca de las 3 y media de la madrugada, inmediatamente después de aprobada la ley sobre tarifas, el propio Pichetto anunció que “estamos dispuestos a votar las leyes que dejan sin efecto el DNU sin debate”, se entendió que así se había acordado por la mañana en Labor Parlamentaria, evitando una engorrosa discusión como la que esos tres proyectos habían tenido en Diputados.

El Gobierno deberá recordar que con los gobernadores no alcanza y necesita al jefe del bloque Justicialista para que cualquier ley pueda avanzar. Aunque tenga claro que no era a Cristina a quien veían detrás de su postura sobre tarifas, sino a Sergio Massa, y por eso semejante enojo de Macri. Pero es como Pichetto advirtió al Gobierno el jueves de madrugada: “todos juntos es difícil, pero solos no van a poder”.

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