Por José Ángel Di
Mauro
Mauricio Macri eligió estar bien lejos cuando la Marcha
Federal llegó el viernes a la remozada Plaza de Mayo. Una multitud acompañó esa
protesta liderada por sectores muy hostiles al gobierno, con preeminencia de
los movimientos sociales. Los gremios más opositores también fueron
protagonistas durante esa movilización en la que no faltaron políticos, aunque
fundamentalmente estuvieron los sectores más duros, que sumaron a su lista de
reclamos el reciente veto presidencial, que esperaban ansiosos para tener más
elementos para fustigar a Macri.
Las caras visibles de esa movilización no incomodan tanto al
gobierno, más bien lo contrario. Roberto Baradel es un orador que Cambiemos
siempre quiere ver en la vereda de enfrente. Lo mismo que Pablo Moyano
amenazando con importar de Brasil el paro salvaje que causó gravísimos
perjuicios en ese país. O dirigentes sugiriendo que este gobierno puede llegar
a tener “fecha de vencimiento”, reavivando al “club del helicóptero”.
Un panorama similar se vio en marzo del año pasado y generó
como reacción la marcha autoconvocada del 1° de abril, que le sirvió al
gobierno como punto de relanzamiento, con final feliz en las elecciones de
agosto y octubre.
Pero la coyuntura no es la misma, más bien lo contrario. Ese
rebote estuvo acompañado por una economía que precisamente entonces comenzó a
dar los esperados brotes verdes, que aun hoy siguen brindando datos positivos.
Esa tendencia va a revertirse como consecuencia de la crisis que detonó en el
fatídico mes de mayo por circunstancias externas e internas, y que condicionará
el resto de este ¿primer? mandato de Mauricio Macri. El propio presidente lo
confirmó en la conferencia de prensa que brindó el jueves en Salta, cuando
admitió que “el tercer trimestre va a ser el trimestre más peleado”.
En esas mismas declaraciones basó un relativo optimismo en
la firma “en unos días” del acuerdo con el Fondo, la recuperación del acceso al
crédito, la reanimación del sector privado y la acción de la obra pública. Con
todo, admitió que “vamos a crecer menos de lo que esperábamos por la sequía,
pero vamos a potenciar el crecimiento del año que viene”. En efecto, los
economistas auguran que la inflación recién dará tregua en el mes de agosto, y
todos admiten que los índices irán desplomándose, aunque las expectativas son
un poco mejores para el próximo año, partiendo de la base que no habrá sequía y
el campo potenciará la recuperación. De la inflación ya nadie se anima a dar
diagnósticos y alguien sugirió que habrá que sentir alivio si el año termina
con un índice que solo empiece con el número 2…
En este contexto el presidente se fue al norte después de
firmar el veto a la ley sobre tarifas, donde se quedó tres días que aprovechó
para reunirse con gobernadores e intendentes de la región. Debe rehacer una
relación que no ha quedado bien con la oposición, que tuvo su punto álgido con
la aprobación de la ley que modificaba el cuadro tarifario. Jugó a fondo el
gobierno desde el principio de la semana, con ese discurso en el que encolumnó
a todo el peronismo detrás de Cristina. Afirman los senadores peronistas que
ese fue el elemento que los decidió a jugar contra el gobierno. En la Rosada
admiten que el presidente actuó así a sabiendas de las pocas perspectivas para
revertir la cantidad de votos que tenía en contra.
Tal cual adelantamos en este mismo espacio, el gobierno
siempre corrió de atrás en el tema tarifas y nunca estuvo ni cerca de emparejar
la votación. Pareció que se aproximaba el día previo a la votación, cuando se
aseguró el apoyo completo del interbloque Federal -aunque luego Guillermo
Pereyra votó a favor- y Rodolfo Urtubey se alineó con su hermano, en detrimento
de Miguel Pichetto. Pero seguía habiendo una cantidad de votos que no
alcanzaban para revertir el resultado, así que jugó pensando en las elecciones
venideras. Cuando subió al ring a Cristina Kirchner, quiso recordar que todos
son peronistas. Lo reiteró al día siguiente de la derrota legislativa, cuando
le habló al peronismo en su conjunto: “Ya sabemos que tienen la mayoría en
ambas cámaras”. No es así, de hecho Cambiemos es primera minoría en el Senado y
Diputados… pero si el peronismo se une, es mayoría ante el gobierno. Es lo que
sucedió en ambas cámaras con esta ley que acaba de vetar con un costo político
que no agravó el que ya pagó por el tema tarifario. A lo sumo, le valdrá un
inevitable paro cegetista.
En tren de sacar rédito de esta batalla perdida, el Gobierno
encontrará algo a favor en las imágenes de la contienda: no solo el peronismo
apareció unido, sino que hasta mostró integrados, votándole juntos y en contra,
a Pichetto, Cristina y hasta Carlos Menem, que volvió de madrugada al recinto
porque le había prometido al rionegrino que allí estaría si lo necesitaba.
El orden de oradores le dio centralidad a la expresidenta.
Previsiblemente se extendió mucho más allá de la media hora que le
correspondía, reiterando mucho de lo que ya había escrito en el sitio de
Horacio Verbitsky una semana antes. Reivindicó a los gobiernos kirchneristas,
justificó las políticas que dejaron esta situación energética y no ahorró palos
para el gobierno. Le arrebató el protagonismo que suele tener Pichetto, que
habló después de ella detallando las razones por las que no llegaron a ponerse
de acuerdo con el gobierno: nunca percibieron que el Ejecutivo tuviera ese
objetivo. Se sinceró sobre el final, al desdramatizar el veto que luego se
corroboró que para entonces ya estaba firmado, recomendándole al gobierno que
“hagan lo que tengan que hacer y háganse cargo”. Y recordó que el Presidente ya
había vetado la Ley Antidespidos, que “también fue un mensaje del Gobierno”.
Ergo, es lo que representó esta ley destinada a la nada misma. “Es un mensaje del
Congreso en el sentido de que este camino no cierra”, resumió el rionegrino.
El discurso de Pichetto no tuvo la centralidad que el de su
antecesora, pero dijo cosas que el Gobierno debiera tener muy en cuenta. Como
cuando se sorprendió de que con la cantidad de diputados que tiene el
oficialismo no puedan controlar la Cámara baja. “Porque perdieron la política”,
observó, facturándole al Gobierno que “devaluaron al presidente de la Cámara,
lo dejaron de lado”. Y lapidario, concluyó: “Desde octubre se achicaron, se
encerraron y no hablaron ni dialogaron”.
Para el final, Pichetto llamó al Gobierno a reflexionar
sobre la relación que vayan a tener con lo que definió como “la oposición
política democrática”, recordándole que “tienen desafíos muy importantes de
cara al presupuesto nacional”. En efecto, es lo más importante que el Gobierno
tiene en el Congreso en lo que resta hasta 2019: la discusión del Presupuesto.
Ni siquiera la del próximo año, que el Gobierno puede postergar para después de
las elecciones, a la espera de ver si gana. De cara al futuro, solo resta en el
Congreso el debate sobre el aborto, en el que el Gobierno se mostrará
prescindente, y la ley de urbanización de barrios populares, que no encontrará
escollos opositores. Después, entre septiembre y fin de año tendrá que afrontar
la discusión de la ley de leyes, con los condicionamientos que se impongan
conforme lo que vaya a acordarse con el FMI. No habrá otra ley que necesite
tanto Macri, y en todo caso deberá enfrentar proyectos con los que la oposición
buscará volver a acorralarlo.
Pero para el Presupuesto necesitará rehacer los puentes con
la oposición “racional”, en la que ya no confía pero que necesita. Deberán
Mauricio Macri y Marcos Peña dejar de lado reproches y facturas, y negociar.
Como negociaron el miércoles pasado el temario de la sesión, allanándose a la
exigencia opositora a tratar en primer término el tema tarifas y mandar al
final las tres leyes que reemplazan al mega DNU. Pareció en principio otra
derrota legislativa, pero cuando cerca de las 3 y media de la madrugada,
inmediatamente después de aprobada la ley sobre tarifas, el propio Pichetto
anunció que “estamos dispuestos a votar las leyes que dejan sin efecto el DNU
sin debate”, se entendió que así se había acordado por la mañana en Labor
Parlamentaria, evitando una engorrosa discusión como la que esos tres proyectos
habían tenido en Diputados.
El Gobierno deberá recordar que con los gobernadores no
alcanza y necesita al jefe del bloque Justicialista para que cualquier ley
pueda avanzar. Aunque tenga claro que no era a Cristina a quien veían detrás de
su postura sobre tarifas, sino a Sergio Massa, y por eso semejante enojo de
Macri. Pero es como Pichetto advirtió al Gobierno el jueves de madrugada:
“todos juntos es difícil, pero solos no van a poder”.
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