El Valle de los Caídos, El Escorial (Madrid) (Foto/El País) |
Tiene que ser ahora, sin mirar atrás, de una vez por todas.
Si el nuevo Gobierno socialista, que tanta ilusión parece haber despertado,
necesita un acto simbólico, de gran impacto moral para iniciar su andadura,
aquí está. No es costoso, solo requiere coraje.
Desalojen los huesos del dictador Franco del panteón
faraónico del Valle de los Caídos donde permanecen amparados bajo una cruz
desmesurada, que lejos de generar un sentimiento religioso, proyecta una sombra
cainita sobre el inconsciente colectivo de los españoles y entréguenlos a su
familia para que obtengan una sepultura privada, de forma que pasen al olvido
eterno.
La democracia española debe quedar por fin liberada de la
humillación de parecer que está tutelada por el poder subliminal que emana de
esa tumba. Mientras los despojos del dictador permanezcan glorificados en el
Valle de los Caídos y en cambio decenas de miles de fusilados durante la guerra
duerman su tragedia en las cunetas, la conciencia nacional seguirá estando
también podrida.
Si durante sus Gobiernos con mayoría absoluta los
socialistas no nos libraron de tan insoportable escarnio por falta de arrestos
y exceso de componendas, el nuevo Gobierno socialista debe demostrar que está
dispuesto a despejar el horizonte del futuro político dejando que el viento de
la historia se lleve por delante el odio que genera ese panteón y que su
siniestra memoria se diluya para siempre en el aroma de las jaras.
A estas alturas sería realmente escandaloso seguir con el
miedo reverencial que hasta ahora han despertado los despojos del dictador como
si su tumba fuera la olla de hormigón que guarda una barra de uranio capaz de
liberar una carga radioactiva incontrolada.
Atrévase, presidente. La solución no necesita presupuesto. No
va a pasar nada de nada. Franco sí o Franco no, al final esta es la cuestión.
© El País (España)
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