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lunes, 18 de junio de 2018

Baobabs en peligro

Por Guillermo Piro
Solo los peores libros fueron siempre una fuente inagotable de saber. Los libros que verdaderamente nos enriquecen y nos hacen felices nunca sirvieron para nada, y es por eso gracias a esos libros que siempre nos arrepentimos de haber leído que sabemos algo de historia, de geografía, de especies animales, de platos exóticos y de plantas. Y de baobabs. Eso hace que una noticia que de otro modo hubiese resultado intrascendente llamara nuestra atención: los baobabs están en problemas.

Algunos de los baobabs más grandes y antiguos de Africa se están muriendo y las causas no son claras. Se dio cuenta de eso un grupo de investigadores que hizo un estudio que duró varios años para profundizar sus conocimientos sobre los baobabs, también conocidos como “árbol botella” por razones obvias. A menudo son venerados en Africa por las poblaciones locales y por su longevidad al parecer inusual en el mundo vegetal: se estima que los más grandes tienen cerca de 500 m2 de madera y que pueden vivir más de dos mil años.

El estudio que llevó al descubrimiento de la muerte de algunos ejemplares más antiguos fue realizado por Adrian Patrut, de la Universidad de Babes-Bolyai de Cluj-Napoca, en Rumania, y fue publicado en la revista Nature Plants la semana pasada. Junto a sus colegas, Patrut utilizó un sistema de datación por radiocarbono para calcular la edad de los baobabs. A diferencia de la mayoría de los árboles, los baobabs no producen con regularidad anillos concéntricos en los troncos, que pueden ser contados para calcular su edad. Patrut recurrió al radiocarbonio, porque los métodos utilizados para estimar la edad de los baobabs son aproximativos y se basan sobre todo en sus dimensiones y en los testimonios de las poblaciones locales. Pero la historia enseña que ni el tamaño de nada ni los testimonios de los pueblos originarios  son tan confiables como el radiocarbonio.

Entre 2005 y 2017 Patrut testeó sesenta baobabs africanos, extrayendo muestras de cada árbol. De ese modo pudo comparar la madera más antigua con aquella de producción más reciente, llegando a la conclusión, después de un concienzudo análisis, que muchos de los ejemplares excaminados estaban muertos, y que en muchos casos esa muerte había tenido lugar entre un test y otro. Es decir que según Patrut, nueve de los 13 baobabs más viejos analizados y cinco de los seis más grandes murieron durante los últimos doce años. Patrut se puso a analizar la posible causa, pero aún no ha llegado a una respuesta definitiva. Por el contrario, en el estudio publicado lo que hace es plantear, una después de otra, una larga serie de preguntas. Patrut excluye la presencia de una epidemia y muy cauteloso, como todos los rumanos, arriesga que la posible causa debe ser el cambio climático, a quien se acusa de tantas matanzas, inundaciones, tormentas y sequías que no es arriesgado a esta altura pensar en su irrelevancia e inocencia.

Claro que no todos están convencidos de las investigaciones de Patrut. La cantidad de árboles analizados es baja, por lo tanto no se puede excluir con certeza la existencia de alguna plaga u otro infortunio vegetal. Otros piensan que los árboles se han vuelto menos resistentes a los largos períodos de sequía, con lo cual las acusaciones vuelven a recaer en el cambio climático. Nadie, sin embargo, ni Patrut, ni sus colaboradores, ni sus detractores, piensan en que la causa puede residir en los efectos secundarios producidos por la extracción de muestras.

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