Volvió el FMI, la
calle y los gobernadores. Se terminó
la fantasía duranbarbista de una
"política cómoda".
Los gobernadores peronistas retoman su peso específico ante el poder central. |
Por Martín Rodríguez
Volvió el FMI, volvió la calle y volvieron los gobernadores.
Esas cosas siempre ocurren al mismo tiempo. Caras de la misma crisis. ¿Cuándo
tuvieron poder "los gobernadores"? A fines de los 90 y durante el
crítico gobierno de la Alianza. Cuando se hablaba de La liga de los gobernadores.
De allí quedó esa estela de poder detrás del poder en los años
kirchneristas que no fue tal, como no fue tal en los años de esplendor de
Menem, porque los presidentes peronistas tienen un temor principal: el poder de
otro peronista. Y ahora que el primer ajuste del Fondo llegó a la política (la
reducción de la discusión económica a una discusión fiscal) los gobernadores
retoman su peso a pedido de un gobierno que perdió volumen. Los quieren socios
del ajuste. Una Moncloa con manos de tijera.
El gobierno de Cambiemos se sobregiró en la batalla que
creyeron pendiente: matar al peronismo. Si cada presidencia diseñó sus
batallas, sus rivales, inspirado en una trascendencia histórica. Si Alfonsín
fue contra los militares y el autoritarismo, si Menem contra la inflación y el
Estado de bienestar, si Kirchner y Cristina contra el neoliberalismo y Clarín,
Cambiemos sintió desde el principio que su mandato histórico era poder gobernar
contra el peronismo. Como si fuera el último capítulo de la transición
democrática. Ahora ocurre que lo necesita. Al menos una versión de él: la de
los que gobiernan, pagan salarios y quieren "hacer obras".
A esta altura del partido separar la comunicación de la
política es como separar la economía de la política. También al primer gobierno
kirchnerista se le reprochaba su "comunicación". Se decía (incluso
los adherentes): comunican mal lo que hacen bien. Al macrismo hasta 2017, en su
estallido cambiario, se le podría haber dicho: comunican bien lo que hacen mal.
Y ahora cuando fuera del universo de Cambiemos la pasión por discutirlo y
entenderlo se empieza a apagar al calor de una crisis que reabre la esperanza
peronista, cada vez es más ruidosa su "propia interna". Una interna
que gira en torno a Durán Barba y su credo politológico: odiar la actividad
política. Una interna entre él y el círculo rojo de empresarios y especialistas
de la política que apostaron a este gobierno y que le piden, a la vez, más
política y más ajuste. Más círculo rojo.
¿Qué nació después de 2001? El kirchnerismo y el macrismo,
dos identidades que repusieron en su "novedad" las viejas grietas y
tensiones argentinas. La Argentina popular, la Argentina liberal. Aún en una
democracia de segmentos, en la organización de tercios electorales (con
populismo de minoría), pero como consistencias que suturaron la crisis de
representación.
Para el kirchnerismo en general la sociedad está mal y hay
que cambiarla. Es escéptico del estado atomizado, individualista y
mercantilizado de gran parte de la sociedad. Intentó hacerlo con su batalla
cultural y el mercado-internismo. Para el macrismo la sociedad está bien (más
allá de los defectos colectivistas del peronismo o la izquierda de los que
prometen liberarla). Los defectos que le veía el kirchnerismo se revelan como
virtudes: una sociedad de personas libres, individualizadas, que viajan en
subtes o en colectivos mirando cada uno su pantalla y que no esperan la verdad
revelada (y colectiva de la política). Pero hay un problema: el sacrificio.
Piensan en positivo sobre la sociedad, pero lo piensan promoviendo una economía
que derrumba a esa misma sociedad. Durán Barba es el nombre de esa paradoja.
En un capítulo de Los Simpson Homero descubre que tiene un
hermano: un hermano millonario. Un gemelo que es su otro: un solo, sin familia,
que montó una fábrica de autos desde abajo, el american dream. Cuando se
reencuentran y el hermano conoce a la familia lleva a Homero a la reunión de
directorio y les enrostra a todos los gerentes que son unos inútiles de
laboratorio y que su hermano Homero va a diseñar el próximo auto, el del
"hombre común" porque es un hombre común. Le escupe, diríamos, a un "círculo
rojo de Ceos y especialistas" que no entienden nada de todas las cosas con
las que un hombre sueña que debe estar diseñado su auto. La empresa fracasa por
los costos del auto y la inviabilidad del proyecto lleva al hermano de Homero a
la ruina.
Durán Barba es el hermano millonario de Homero: sueña con
que el hombre común diseñe la política. Sin drama, cómoda, adaptada a él, con
apoya vasos y bocinas que toquen "La cucaracha". La política del
Homero-móvil. ¿Qué ocurre? No anda. Es carísimo. Entre la política cómoda para
la gente y el ajuste cómodo para el liberalismo se abrió una zanja en la que
cayeron irremediablemente.
© LPO
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