Por Laura
Di Marco
En plena crisis financiera, María Eugenia Vidal dudó varios días en salir a
poner la cara para respaldar el rumbo económico elegido por el Gobierno. La
misión encomendada no era agradable. Nada menos que reforzar el apoyo a un
acuerdo con el FMI : un símbolo que, en el imaginario colectivo,
se parece, más bien, a un cuco. La gobernadora dudaba en arriesgar su imagen,
ya de por sí dañada.
Es que su figura, siempre la más marquetinera, también
cayó durante el último mes, junto con todas las espadas del oficialismo. Pero
no se trata solo de la caída de Cambiemos .
El síntoma es aún más preocupante: la desilusión afecta a toda la dirigencia
política. Un dato en el que coinciden las principales consultoras.
A veces, la desesperanza produce giros extraños.
Por ejemplo, la sobrevida de rivales impensados. Así, en tiempos de marea baja
para el Gobierno, Sergio Massa se permite soñar con su propia
resurrección política. Pero ¿por qué un sueño semejante en alguien que ha
sufrido tres derrotas consecutivas y una muy simbólica en Tigre, su propio
territorio? ¿Qué lo ancla a esa fantasía? Un par de sondeos reservados lo vuelven
a ubicar en el lugar del opositor más importante frente a Macri en
un eventual ballottage (los peronistas están obsesionados con el ballottage).
Claro que al tigrense no se le escapa un dato obvio: el escenario de 2019
resulta de ciencia ficción en una Argentina en la que, hasta hace apenas un
mes, Macri era un promisorio líder regional emergente y hoy ni siquiera tiene
asegurada su reelección.
Con humor, un socio radical de Cambiemos lo ponía
en blanco sobre negro: "Macri creyó que como en el mundo lo reciben bien a él
no podía tocarle una crisis financiera. Eso de las corridas cambiarias solo le
podía pasar a la 'vieja política'. Es decir, a nosotros". Si Macri tuvo
esa idea, olvidó las fallas estructurales de la Argentina, que, por cierto, lo
exceden. Y ahora lo está pagando con la baja en la credibilidad de su equipo de
gobierno.
Veamos algunos números. Para la consultora Aresco,
la gestión de Cambiemos tiene la aprobación de, apenas, un 38% de la sociedad
-el nivel más bajo desde que asumieron- y el rechazo de un 53%. En el mismo
rubro, Poliarquía apunta niveles de aprobación de gestión por debajo del 40%.
Isonomía es más optimista. Para la encuestadora de Juan Germano, la mitad de
los argentinos siguen apoyando al oficialismo y la otra mitad lo desaprueban.
Para todos, sin embargo, el escenario es volátil y, pasada la tormenta, Macri podría
recuperarse.
Una consultora vip, que realiza sondeos reservados
para el círculo rojo, escribió en su informe de mayo: "¿Qué es lo que el
Gobierno puede rescatar en este momento? Primero, que entre los opositores
ninguno ha logrado obtener un rédito en el campo de la opinión pública. Cae
Cambiemos, sube el descontento social. Nadie lo capitaliza". Pero luego,
la misma consultora indaga con una pregunta más específica: ¿quién le gustaría
que fuera el próximo presidente del país? Y en ese apartado, dentro del espacio
del PJ -que concita el 21% de intención de voto-, Massa es el más beneficiado.
En una palabra, Cristina es la figura más importante de la oposición, pero su
alto rechazo social la convierte en una candidata inviable para una eventual
segunda vuelta. Este es el dato que mete adrenalina entre los renovadores.
Todos tienen derecho a soñar con sus propios brotes
verdes, pero, como dice Germano: hay que volver a medir el humor social después
del acuerdo con el FMI . "Estamos ante un escenario que lo
cambió todo e intuyo que las más afectadas van a ser las figuras del
Gobierno".
El último miércoles, el Presidente llamó a un gran
acuerdo nacional. ¿Massa está incluido en el diálogo? Por lo pronto, no se
hablan desde la aprobación del blanqueo en el Congreso. El tigrense ha dicho a
sus íntimos que el corte de relaciones se produjo en medio de la discusión por
los términos del blanqueo. Entonces -siempre en la versión del tigrense- el
Presidente lo llamó una noche desde Colombia y le pidió incorporar a familiares
de funcionarios en aquel sinceramiento fiscal. Massa se negó. Y junto con el
kirchnerismo y el peronismo federal fogoneó la emergencia tarifaria en el
Congreso y se mantuvo lejos de los gestos de apoyo que mostraron los senadores
de la oposición en la última semana.
Massa se dio cuenta de que su imagen crece en el
silencio. Tal vez por eso se abstenga de criticar públicamente al Gobierno.
Cambió de estrategia: ahora lo suyo es aprender de los errores. Y, por qué no,
también de los aciertos. Como Néstor Kirchner, se
dio cuenta de que, si pretende volver a la primera fila de la política,
necesita profundizar sus conocimientos de economía. Y en eso está. Pero no es
autodidacta, como el santacruceño: tiene un coaching permanente
de los Lavagna -padre e hijo-, Aldo Pignanelli y De Mendiguren.
En su fantaseado regreso, piensa en un esquema que
incluya al peronismo federal, junto con Margarita Stolbizer,
principal denunciante de Cristina Kirchner e histórica interpeladora moral
de muchos peronistas a los que Massa pretende sumar. ¿No es contradictorio?
"Mientras no tengan causas, está todo bien", sería la condición que
Stolbizer le impuso.
En la intimidad, está convencido de que las
derrotas lo hicieron madurar. Hizo algo de autocrítica. Entendió que nadie puede
presentarse como "lo nuevo" al lado de ejemplares como Othacehé. Una
sorpresiva conclusión de cuño duranbarbista.
Su relación con el kirchnerismo, sin embargo, es
zigzagueante. Igual que Urtubey, pretende mostrarse lejos de Cristina, pero la
última semana, por ejemplo, almorzó con el hiper-K Sergio Palazzo. En las
charlas internas con su tropa se declara admirador del modelo mercadointernista
que está aplicando Trump.
Viaja al exterior. Dicta charlas. Montó en Tigre su
estudio de abogado. Y una novedad: asesora a fondos extranjeros de inversión.
¿Qué les dirá a esos potenciales inversores sobre la economía argentina? Sobre
su escritorio, en el búnker del Frente Renovador, se deja ver un libro sobre políticas
de seguridad cuyo prólogo es de Rudolph Giuliani, ícono global del manodurismo.
¿La tentación derechista se agazapa en sociedades lastimadas por la desilusión?
"Pero está Margarita", susurran los massistas. También está Randazzo,
habría que aclarar, con quien Massa se reconcilió hace unos meses. Un mosaico
que, a priori, parece difícil de amalgamar.
A los íntimos les explica que a fines del año
pasado el dueño de un importante grupo económico -un hombre al borde del
retiro, que fue aportante de su campaña presidencial- le ofreció que lo
sucediera en su puesto. La oferta era tentadora. Tanto que la pensó todo enero,
aunque la terminó rechazando. ¿Motivo? Está empecinado en ser el
"arquitecto" de una alternativa política, lejos -eso sí- de la
arquitecta egipcia.
En Tigre, se aficionó a recorrer en bicicleta el
camino de los remeros. Toda una metáfora para una Argentina donde siempre hay
que remarla. Y mientras la rema es consciente de que su sueño es difícil. Pero
también sabe que en el país de los cisnes negros hay lugar para las sorpresas.
Y todo sucede muy rápido.
© La Nación
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