Por Carlos Ares (*) |
Papu, imaginate, vos saliendo al balcón como el General –te
gusta esa, ¿eh?– un domingo de primavera, saludando a uno y otro lado de la
plaza, acallando a la multitud que grita “y pegue/ papu/ pegue”. De pronto se
hace un silencio expectante y entonces, con los huevos llenos de bancar y
justificar tanto verso repetido durante 2 mil años, gritás: “¡Acabemos de una
vez! Desde hoy deja de ser pecado desearse y tener sexo consentido por las
partes, en todas sus formas y variedades, siempre con forro y entre mayores de
18 años. ¡Al que toque a un menor lo crucifico yo con mis propias manos!”
Y ahí, Papu, al ver que la multitud explota y se arma el
pogo más grande del mundo, con Los Redondos tocando en el balcón contiguo
reunidos de milagro, intervenís nuevamente y le rogás a ese oleaje de cabecitas
apiñadas que se retire con calma. Siempre habrá tiempo y lugar disponibles en
el mar, las pelopinchos, en telos, dormitorios, cocinas, baños, carpas, médanos
y matorrales.
Desarmás el mundo, Papu. Les partís la cabeza de un mazazo a
los fieles para que puedan ver, con pasión de entomólogos, que insectos,
infectos mensajes y mandatos, les dejaron su baba de sumisión y miedos. Ya
sabemos que todo fue siempre por guita y poder. Controlar la vida ajena,
decirles a los demás qué está bien y qué no, qué pueden y qué no, condenar a
ese infierno que ya no existe en nombre de un supuesto dios bueno que castiga
con crueldad a quienes no obedecen, permite acumular guita y depositar culpas
afuera en beneficios de ellos, los “pobres boludos bienaventurados” que
disfrutarán del reino de los cielos mientras los que mandan y deciden “cargan
con la cruz” y los bolsos, y se quedan con todo acá en la Tierra.
Papu, estás grande ya, despedite con un gran “lío”. Uno
groso. Un quilombo que te vuelva eterno en el alma de los pueblos. Mandá en
cana a todos los cardenales, sacerdotes y curas pedófilos del mundo. Proclamá
el “Nunca más” de la Iglesia. Prometé que no los van a ocultar bajo alguna
pollera superior, ni a trasladar o encubrir. Nombralos uno por uno para que no
queden dudas. Grassi, Julio César, Argentina. Ilarraz, Justo José, Argentina, y
así con los 65 acusados que ahora están en la lista. Comenzá por los de acá
para que los chilenos no crean que tenés algo contra ellos. En la última visita
te hiciste el sotana con uno al que vos mismo tendrías que haber esposado y
entregado para que lo condenaran a perpetua.
Y ya que la vas a hacer, Papu, hacela completa. Antes de que
la gente se raje de la plaza para gozar como se debe, los cardenales festejen
arrojando al aire su roquete, los guardias suizos se den besos en la boca, las
monjas se suelten el pelo y se desvistan para lucir sus cuerpos al sol en ropa
interior, mandale un mensaje a los tenebrosos de acá, los obispos que viven del
Estado, el Opus Dei, los que lucran con la educación y subsidios de guita
pública, universidades y colegios católicos. A todos ellos les tirás una que
les ponga un límite. Algo así como: “Muchachos, ya perdimos con el divorcio,
con el matrimonio igualitario, aborten ahora esos discursos sobre la
despenalización, atrasan años. Es más importante hacer lobby para impedir que
se reforme la Constitución y conservar los privilegios que todavía tenemos”.
Es todo, Papu. Perdoná el trato y el abuso de confianza.
Salió así. Estaba tomando unos mates y de pronto me dije: ¿por qué no? En una
de esas te va. “Rezo por vos”, en versión Charly y el Flaco Spinetta.
(*) Periodista
© Perfil.com
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