Por Giselle Rumeau |
Desde la Casa Rosada aseguran que las subas no se
postergarán por razones obvias: en 2019 hay elecciones presidenciales y en la
mesa chica están decididos a realizar el gran ajuste este año, en especial en
el primer semestre, sin afectar las metas de reducción del déficit fiscal y el
achique de los subsidios para despejar hacia adelante la campaña. No hay plan
B, dice el Gobierno, sin medir el timing, el momento en que se proponen las
subas, con un dólar en alza y varios sectores que aún no tuvieron su
correspondiente negociación paritaria.
Salvo los legisladores del kirchnerismo -que de manera
irresponsable e hipócrita pretenden acorralar al Gobierno con una propuesta
para congelar las tarifas al valor de 2017, en una suerte de revival de esa
ilusión de la energía gratis y eterna que se vivió en la última década- nadie
parece ya discutir la suba de los servicios en sí misma sino el cómo, la manera
en que debe hacerse, el gradualismo de esos aumentos.
Ese reclamo de la clase media registrado por las encuestas
en los últimos días fue alentado primero por los socios radicales de Cambiemos,
hartos de ser ignorados, y una Elisa Carrió que no está dispuesta a perder la
base de sustentación de su electorado en la Ciudad. Y tomado luego como
caballito de batalla por los bloques peronistas de Argentina Federal y del Frente
Renovador, que tampoco quieren perder la escena en manos del kirchnerismo y
mucho menos desdibujarse ante el doble rol de Cambiemos.
Los diputados peronistas que responden a los gobernadores y
a Sergio Massa están dispuestos además a hacerle sentir su poder de fuego al
Gobierno -que corrió a las provincias con un proyecto para eliminar los
impuestos provinciales y municipales de las tarifas- y podrían votar el 9 de
mayo en el recinto una iniciativa de "razonabilidad" -como la llaman-
que consiste en atar las subas en luz, gas y aguas al índice de variación
salarial y reducir a la mitad el componente impositivo de las tarifas (IVA)
para los hogares. El kirchnerismo firmó en disidencia el dictamen aprobado este
miércoles pero votaría junto al resto del peronismo la semana próxima, con lo
que la media sanción en la Cámara baja sería factible.
El jefe de Gabinete consideró a la propuesta como
"absolutamente inviable e irresponsable", porque supone un costo
fiscal de 100.000 millones de pesos para este año, y ratificó que el Poder
Ejecutivo vetará la ley de ser aprobada. Habrá que ver si en los próximos días
avanzan las negociaciones del ala política del Gobierno encabezada por Rogelio
Frigerio con las provincias para evitar al menos que la ley llegue al Senado o
si el desenlace termina en veto. Si bien en la Casa Rosada se entusiasmaron con
los guiños que enviaron en las últimas horas algunos mandatarios peronistas
como Juan Schiaretti (Córdoba), Juan Manuel Urtubey (Salta), Gustavo Bordet
(Entre Ríos), Juan Manzur (Tucumán) y Hugo Passalacqua (Misiones), al afirmar
que la política de tarifas es competencia de la Nación, la movida en el
Congreso parece irrefrenable.
Podría haber modificaciones, como desistir con la baja del
IVA -teniendo en cuenta que al ser coparticipable con las provincias también
complicarían a los mandatarios- pero se insistiría en atar las subas al índice
salarial. En síntesis, el peronismo de todos los pelajes parece dispuesto a que
el Gobierno pague el costo político del veto.
Pues bien, si en definitiva todo se mide en términos
políticos-electorales, ¿quién perdería más con ese resultado? ¿El Gobierno por
vetar una ley popular o el peronismo por votar junto a los K y desestimar el
reclamo público de sus mandatarios?
El costo menor
La historia reciente nos muestra que cada vez que se unió
frente a Cambiemos, el peronismo logró imponer su poder de fuego pero terminó
pagando un costo. Sucedió con la media sanción que la Cámara de Diputados le
dio en diciembre de 2016 a la reforma del impuesto a las ganancias. Esa foto
con el kirchnerismo le trajo más dolores de cabeza a Sergio Massa que al
Gobierno. Y el mismo escenario se vio con la aprobación de la ley de Emergencia
Ocupacional -suspensión de los despidos por 180 días y doble indemnización si
se concretaran- que el Presidente vetó sin rodeos. Si Macri no pagó un costo político
por esa intervención fue porque gozaba de ese estado de gracia que los
electores suelen darle a un gobierno a cinco meses de su asunción. Hoy, los
planetas ya no están alineados para Cambiemos. El mal humor social por los
aumentos y la inflación y la preocupación por la corrida del dólar son
reflejados por todas las encuestas. Aún así, los analistas consultados creen
que el costo político de no vetar esa ley sería mayor para el Gobierno.
"Está claro que el tema de tarifas es angustiante para
la mayor parte de la población. Pero de todas las alternativas, la peor para el
Gobierno sería no vetar la norma de ser aprobada porque en términos políticos
significaría que el Congreso le está torciendo el brazo", explica Carlos
Fara, titular de la consultora que lleva su nombre. Y remarca: "Macri no
gana nada con el veto pero lo peor que le puede pasar es que la oposición le
imponga decisiones. En el fondo está en juego la autoridad presidencial".
En la misma línea se expresa el politólogo Julio Burdman.
"Macri siempre es consecuente con su política de tarifas. No cambió,
siempre pensó igual. Así que el veto no le va a significar nada en sí mismo. No
hacerlo, en cambio, podría traerle más ruido en los mercados y entre los
grandes empresarios que esta semana salieron a apoyarlo", destaca.
El profesor de Derecho Constitucional de la UBA, Felix
Lonigro, recuerda por su parte que el Congreso no puede legislar en materia
tarifaria, en sintonía con lo que viene repitiendo la Casa Rosada y los
gobernadores peronistas mencionados. "La política tarifaria es una tarea
de administración pura que le corresponde al Presidente de la Nación. El
Congreso sólo podría avanzar en lo que respecta al componente impositivo de las
tarifas, por ejemplo en la reducción del IVA, porque los impuestos son
atribución del Congreso. Pero sobre lo que hace a la tarifa pura, no tiene nada
que hacer. Por eso creo que el Congreso se está extralimitando cuando pretende
frenar el ajuste tarifario", explica el experto.
Precisamente, una opción que no descartan en la mesa chica
del Gobierno es recurrir a la Justicia en caso de que se apruebe una norma que
ate subas al índice salarial. Aunque por razones de tiempo, el veto sería en
ese caso el mal menor.
© 3Días
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