sábado, 5 de mayo de 2018

Sol naciente

Por Manuel Vicent
El sol es el verdadero Padre Celestial, una inmensa bomba de hidrógeno, que cada mañana se asoma a la ventana. Hubo un tiempo en que los profetas hablaron en su nombre: “No os preocupéis por el sustento ni por el vestido. Mirad las aves del cielo que no siembran ni cosechan ni recogen en graneros y el Padre Celestial las alimenta. Observad los lirios del campo cómo crecen, no se fatigan ni hilan, pero ni Salomón con toda su gloria vistió como ellos”.

Este sueño de vivir sin trabajar que auguraron los profetas, ha sido confirmado hoy por los gurús de la ciencia. El lunes al sol con las manos en los bolsillos en el futuro no será un estigma del paro sino la imagen de un ocio creativo indefinido, gracias al Padre Celestial, que viste a los lirios y alimenta a los pájaros.

Según la física cuántica una misma partícula puede estar en dos sitios a la vez y también puede saltar de un punto a otro sin pasar por el espacio intermedio.

Si un día el Padre Celestial revelara con su luz ese espacio donde al parecer no hay nada, salvo el vacío, que es el espíritu de la materia, de ese vacío podría emanar toda la energía necesaria para que la humanidad dejara de trabajar e incluso alcanzara la inmortalidad.

Pero antes de que esto suceda, puede que, llevada por su ceguera, la humanidad desaparezca de la faz de la tierra como aquella manada de cerdos que se precipitó en el acantilado poseída por el demonio. Por supuesto, si esto sucediera, la naturaleza lo celebraría como el final de la peste humana que había dejado el planeta emponzoñado.

El Padre Celestial con su función clorofílica cubre de esplendor vegetal toda la tierra, con su radiación inyecta energía a los minerales y del mismo modo que su espíritu fluye sobre los mares, podría un día esa bomba de hidrógeno llenar nuestra pobre carne mortal de una felicidad interminable.

© El País (España)

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