Por Giselle Rumeau |
El propio Macri viene aprovechando esta idea instalada para
seguir mostrándose como alguien que aún no conoce los códigos oscuros de la
política, ni sus miserias. Hasta ahora, la consigna surtió efecto, al menos
para ganar elecciones. El problema es que el mito del Macri empresario y no
político volvió a surgir con fuerza en los últimos días, en medio de la corrida
del dólar, la suba de precios y los vaivenes económicos, que generaron tensión
y derribaron la fe en el Gobierno. La mayoría de los analistas más prestigiosos
coincidieron en el consejo: Macri debe tener un mayor liderazgo político y hacer
menos seguidismo de encuestas, tal como le dijo el politólogo Andrés Malamud a
3Días la semana pasada. Eduardo Fidanza directamente desempolvó la teoría del
sociólogo alemán Max Weber y auguró que sin carisma será difícil superar la
crisis. Este razonamiento, como el que sostiene que el líder político es un
mero emergente coyuntural, parece hoy extremo. Pero en definitiva apunta hacia
la misma dirección: el reclamo de un liderazgo sólido por parte del Presidente.
Algo es claro: así como el liderazgo requiere siempre del
uso del poder para influir en el pensamiento y acciones de las personas, cada
situación o coyuntura demanda un tipo de liderazgo distinto, incluso dentro de
cada campo: desde el político al empresarial, del deportivo al religioso. Con
todo, los expertos en la formación de líderes enhebran una serie de
características comunes necesarias para la conducción de un grupo hacia
determinado objetivo. Destacan el poder de la palabra, la oratoria y la habilidad
en la retórica, así como la autoconfianza y la tolerancia a la impopularidad.
Un líder eficaz -dicen- debe tener atrevimiento y coraje, pensamiento
estratégico, un proyecto nítido y compromiso para asumir el riesgo.
El liderazgo político precisa además de otras aptitudes
esenciales. Cuando se ejerce en el espacio público, debe trascender esa defensa
particular de los intereses sociales y generar una visión común, que inspire a
la sociedad más allá de lo individual o partidario. Algo imposible de lograr si
no se tiene una sensibilidad especial para leer correctamente el entorno y una
gran habilidad de negociación, que lleven a la empatía y el consenso.
Pues bien, ¿cuáles de todas estas características le falta
al liderazgo del Presidente para capear esta crisis? María Matilde Ollier,
decana de la Escuela de Política y Gobierno de la Universidad Nacional de San
Martín (Unsam) y especialista en liderazgos presidenciales, rechaza la idea del
carisma. "Es un concepto weberiano que viene a reemplazar a la religión
cristiana o católica sobre la existencia de algo mágico, en este caso, en los presidentes",
remarca. Y agrega: "El carisma puede acompañar pero no resuelve una
crisis".
En esa línea, sostiene que Macri es un líder político como
cualquier otro, con las cualidades subjetivas que puede tener un liderazgo.
"Un verdadero líder fija los objetivos de su gobierno y después procura
que la sociedad asuma como propios los objetivos fijados por él. Si los
objetivos los fija la sociedad, ¿cuál es su liderazgo? Por supuesto que debe tener
la sensibilidad suficiente para saber cuáles son las aspiraciones sociales y cómo
puede satisfacerlas. Siempre teniendo en cuenta y explicitando una escala de
valores. Pues una sociedad puede querer la pena de muerte", explica la académica.
Para Rosendo Fraga, Director del Centro de Estudios Unión
sobre la Nueva Mayoría, Macri tuvo hasta ahora un liderazgo basado en la imagen
y las aspiraciones colectivas. "El marketing y el contacto con la gente
fueron el origen de su poder", dice a 3Días. Pero el nuevo escenario
-destaca- requiere que se ponga al frente de la crisis. "La Argentina, por
Constitución, historia, tradición y cultura, es un país presidencialista. En
las crisis los gobernadores, legisladores, sindicalistas, empresarios o inversores
quieren hablar directamente con el Presidente y no con sus delegados o representantes.
Ello requiere sacarle al Jefe de Gabinete el rol asumido en materia de poder",
dice sin rodeos. Touché para Marcos Peña.
El politólogo Julio Burdman también cree que el Presidente
debe hacer "un ejercicio de liderazgo, domar la crisis de confianza y
demostrar al país que está al mando". Considera que para lograrlo, Macri
tiene que reforzar su nivel de presencia y aparecer como el líder que está
capeando el temporal. Él debe liderar a la opinión pública, al Gabinete, al oficialismo
y la oposición. Debe ponerse a la cabeza del proceso y no dejar en manos de un
ministro o de figuras tecnocráticas la conducción de esta crisis cambiaria,
monetaria y fiscal", remarca.
Según Burdman la descoordinación e inconsistencias de las
políticas son problemas pero el vaciamiento de la política es el drama mayor.
"Cuando un ministro fuerte acapara una crisis, el liderazgo presidencial
queda eclipsado y la relación con la opinión pública desaparece. Algo que ya
sucedió varias veces en la historia argentina. Porque la crisis se convierte en
una crisis mayor cuando se deposita el poder en manos de un tecnócrata, al
estilo Cavallo 2001", remarca.
Menos dudas y mayor firmeza, más atención puesta en la
acción y no en la imagen, más presencia ante la opinión pública, y menos
delegación de poder en la figura del jefe de Gabinete Marcos Peña o cualquier
otro ministro, serían los puntos que Macri debería reforzar para salir airoso
de la crisis. La pregunta que se impone es si se puede liderar ese proceso
cuando la mayoría perdió la confianza y las expectativas quedaron vacías.
Según Fraga, se puede gobernar un país con baja aprobación,
siempre que se vayan resolviendo problemas. "La opinión pública no es
estática, sino dinámica. Se puede pagar un costo hoy por determinadas medidas y
tener una recuperación electoral en el futuro", señala.
Ollier coincide, recuerda la caída de imagen de Cristina
Kirchner durante la crisis del campo y su posterior recuperación, y descarta
que esté en riesgo la gobernabilidad, a poco más de un año de las PASO.
"Ahora bien, si las medidas que se adoptan son apropiadas, pues aceleran
el crecimiento, reducen la inflación y logran una mejor distribución del
ingreso, el gobierno se fortalecerá. En caso contrario, una mayor debilidad
generará un clima político de inestabilidad", concluye.
© 3Días
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