A 126 años del nacimiento de la relevante
y emblemática poeta argentina
Alfonsina Storni: "...si él llama nuevamente por teléfono/le dices que no insista, que he salido..." |
Por Alberto López
Alfonsina Storni tuvo
una vida tan dura como apasionante. Vivió marcada por las estrecheces
económicas, condicionada en la infancia por el alcoholismo de su padre y
obligada a sobrevivir por sí misma desde pequeña. Era una niña tan distinta que
su madre vio en ella cualidades diferentes de las de sus hermanos y fue a la
única a la que escolarizó.
Storni, también conocida por los seudónimos Tao-Lao y Alfonsina, siempre
reconoció ser una mente varonil encerrada en un cuerpo de mujer a la que le
dolió haber nacido mujer. A pesar de los desengaños amorosos que sufrió, de
considerar el sexo un estigma, de su nerviosismo hasta la paranoia y de las
depresiones que padeció, dedicó su existencia a luchar contra las desventajas y
discriminaciones de las mujeres con una prolífica obra como escritora y también
como periodista.
Alfonsina Storni
Martignoni nació en Capriasca, Suiza, el 29 de mayo de
1892, si bien no son pocos los que sitúan la fecha de su nacimiento el 22 de
mayo. Hja de padres italo-suizos, nació allí casi por accidente, ya que la
madre de Alfonsina, Paulina, era maestra, y su padre, Alfonso, había comenzado
años antes un negocio en el que producía refrescos, hielo y cerveza en San
Juan, Argentina, que les permitió ocupar un lugar de prestigio en la sociedad
argentina en los primeros años de casados. Sin embargo, empezaron las
estrecheces económicas y el padre empezó a beber y a desatender el negocio, por
lo que el médico de la familia sugirió unas vacaciones, así que el matrimonio,
ya con dos hijos, se fue a Suiza.
Cuando Alfonsina
tenía cuatro años, la familia regresó a Argentina, primero a San Juan y luego,
en 1901, a Rosario. Siete años después tuvieron su cuarto hijo, Hildo, con
quien Alfonsina desarrolló un afecto materno. Pero a pesar de tanto cambio de
residencia, la familia sobrevivió siempre con grandes dificultades económicas.
Con 12 años
Alfonsina escribió su primer poema, marcado por la tristeza de la vida que ve
alrededor y centrado en la muerte. Lo dejó debajo de la almohada de su madre
para que lo leyera, y a la mañana siguiente, su madre, enfadada, le riñe
explicándole que la vida es dulce.
En esos años la
madre de Alfonsina intentó dirigir una escuela privada con 50 niños, pero el
padre decidió que era mejor dirigir un café pequeño en el que la pequeña Storni
servía y fregaba. Todo falló y las condiciones empeoraron cuando murió el padre
en 1906.
Alfonsina Storni decide
que tiene que sobrevivir por ella misma y con 14 años se traslada a Coronda
para estudiar Magisterio. Trabaja en una empresa de gorras, en otra de aceites
y también como celadora en una escuela, pero el dinero que le queda tras pagar
la pensión no le da para vivir y hace escapadas a Rosario para cantar en un
teatrillo como corista. Cuando descubren su trabajo como cantante Alfonsina
piensa en suicidarse arrojándose al río. Sin embargo, al año siguiente obtiene
el título de maestra rural y ejerce ese otoño en una escuela de Rosario, que
incluso llega a dirigir, pero sus ataques de nervios la obligan a dejar el
trabajo.
Como ya tiene clara
su vocación de escritora, publica sus primeros versos en las revistas Mundo rosariano y Monos y
monadas, pero a la vez sufre su primer desengaño amoroso con un
hombre casado, 24 años mayor que ella, y que además la deja embarazada.
Alfonsina, avergonzada, se refugia en Buenos Aires pero decide tener al hijo
que lleva dentro y con 20 años da a luz a Alejandro.
El primer libro de Alfonsina Storni se
publicó en 1916, cuando era pobre, madre soltera, sin contactos adecuados y
considerada poco atractiva según los estándares de la época. Se publicaron
quinientas copias por 500 pesos. Sus siguientes obras, El dulce daño (1918), Irremediablemente (1919), y Languidez (1920) expresan sus frustraciones con
los estereotipos de las mujeres. Precisamente en este último proclamó en uno de
los versos: “Señor, el hijo mío que no me nazca varón”.
En la obra Tú me quieres blanca expresa su descontento con el
hombre hispanoamericano que quiere que las mujeres sean puras. O en Hombre pequeñito habla sobre la prisión que la
mujer puede sentir por las relaciones con los hombres. Storni habló en nombre
de muchas mujeres al sugerir que las relaciones entre hombres y mujeres fueran
intelectuales y más equilibradas. Instó al gobierno a otorgar el voto a las
mujeres y escribió artículos y ensayos sobre los derechos de las mujeres. El
diario La Nación de Buenos Aires publicó varios artículos
suyos que escribió con seudónimo y se convirtió en parte de un grupo de
escritores, poetas, artistas y músicos de la época que juntos visitaban La
Peña, un restaurante donde Alfonsina recitaba su poesía.
En 1920 Alfonsina Storni ganó el Primer Premio Municipal
de Poesía y el Segundo Premio Nacional de Literatura por Languidez. En 1921, el Teatro Infantil Municipal
Labardén creó un puesto para ella y en 1923 se convirtió en profesora de
Lectura y Declamación en la Escuela Normal de Lenguas Vivas. Poco después
obtuvo una cátedra en el Nacional de Música y Declamación.
Sin dejar de
escribir, sus obras Ocre (1925)
y Poemas de amor (1926) expresan el resentimiento
femenino hacia el hombre que simplemente busca la comodidad. Comparadas con sus
trabajos anteriores, estos son poemas más cínicos e irónicos que expresan su
actitud cada vez más mordaz hacia los hombres.
Sus recurrentes
viajes a Uruguay la acercaron a colegas como Juana de Ibarbourou y Horacio
Quiroga, con quien mantuvo una profunda amistad, y en la década de los años 30
conoció en Europa a otro de sus referentes: Federico García Lorca.
En el verano de
1935 Alfonsina descubrió que tenía cáncer de mama. Bañándose en el mar, una ola
fuerte y alta la golpeó en el pecho sintiendo un dolor muy fuerte y perdiendo
el conocimiento. Descubrió un bulto en el pecho que hasta el momento no se
había notado. Fue operada y, aunque se pensaba que era un tumor benigno, en
realidad tenía ramificaciones, por lo que la mastectomía le dejó grandes
cicatrices físicas y emocionales.
Si Alfonsina
siempre había sufrido de depresión, neurosis, paranoia y ataques de nervios,
los síntomas de enfermedad mental se recrudecieron y se recluyó, evitando a sus
amistades. Su carácter cambió y ya no visitó más a nadie. No podía admitir sus
limitaciones físicas, deseaba vivir pero no aceptaba los tratamientos impuestos
por los médicos, no permitía que su hijo la besara y se lavaba las manos con
alcohol antes de acercarse a él o de cocinar.
Un año y medio
después de que su amiga Quiroga se suicidara en 1937 y atormentada por la
soledad, Alfonsina Storni comenzó
a llamar al mar en sus poemas y habló sobre el abrazo del mar y la casa de
cristal esperándola allí en el fondo. En 1938 le reveló a su hijo que el cáncer
había llegado a su garganta y que se negó a someterse nuevamente a una cirugía.
El 18 de octubre tomó un tren a Mar del Plata y se quedó en un pequeño hotel.
Escribió el poema Me voy a dormir el 20 de octubre y
el día 22 lo envió a la redacción de La Nación. Mientras
el público leía su poema, ella se suicidó en la playa La Perla en Mar del Plata
en la madrugada del 25 de octubre, cuando tenía 46 años.
Hay dos versiones
sobre el suicidio de Alfonsina Storni:
una de tintes románticos, que dice que se internó lentamente en el mar, y otra,
la más apoyada por los investigadores y biógrafos, que afirma que se arrojó a
las aguas desde una escollera.
Su suicidio inspiró
la canción Alfonsina y el mar, de Ariel
Ramírez y Félix Luna, que ha sido interpretada por innumerables músicos de
lengua española, destacando la versión de Mercedes Sosa y la de Chabuca Granda.
Desde 1996 hasta 2010, la actriz Amelia Bence, que fue alumna de Storni en el
Teatro Infantil Labardén, la interpretó en diversos teatros de Hispanoamérica
con la obra Alfonsina, el mar y yo, que
intercalaba música y poesía.
Varias calles
llevan su nombre en localidades de Argentina, por ejemplo en el barrio porteño
de Saavedra, en el barrio Paso Piedras de Junín, en Rosario, en Concepción de
Uruguay y, por supuesto, en Mar del Plata, donde tiene hasta un monumento en la
playa. Sus restos se encuentran enterrados en el cementerio de la Chacarita y
su obra poética y teatral es su mejor legado, tanto por su originalidad y
relevancia como por su estilo posmodernista que culminó con alguna obra
vanguardista.
Voy a dormir (Alfonsina Storni)
Dientes de flores,
cofia de rocío,
manos de hierbas,
tú, nodriza fina,
tenme prestas las
sábanas terrosas
y el edredón de
musgos escardados.
Voy a dormir,
nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a
la cabecera;
una constelación;
la que te guste;
todas son buenas;
bájala un poquito.
Déjame sola: oyes
romper los brotes...
te acuna un pie
celeste desde arriba
y un pájaro te
traza unos compases
para que olvides...
Gracias. Ah, un encargo:
si él llama
nuevamente por teléfono
le dices que no
insista, que he salido...
© El País (España) y Agensur.info
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