Conspiración. Eliana Guercio vio una "mano negra" tras la lesión de Romero. |
Quien vive en la Argentina se acostumbra a preguntarse al
comienzo de cada jornada cuál será la denuncia paranoica del día. Puede ser la
esposa de “Chiquito” Romero, que ve en la lesión de su marido la excusa para
una conspiración que lo excluye del Mundial. Puede ser Lilita Carrió afirmando,
mientras mira hacia fuera de cámara con gesto suspicaz, que sabe los nombres de
quienes sabotearon el peso a través de la escalada del dólar.
Puede ser algún
mediático acusado de abuso sexual que atribuye la denuncia a un plan secreto
para destruirle la vida. Puede ser un corrupto (o corrupta) comprobado (o
comprobada) que atribuye a la Justicia planes aviesos para sacarlo de la cancha
política. Puede ser un ministro recelando de otro o todo un gabinete temeroso
de la oposición.
Y en la radiopasillo de las empresas, las familias, los
clubes, los grupos de amigos y las organizaciones de cualquier tipo cundirán
cotidianamente los chimentos sobre conspiraciones en marcha, y se ofrecerán
pruebas tan incomprobables como delirantes, ajustables según la profecía se
cumpla o no.
En su exhaustivo trabajo Paranoia, la locura que hace la
historia, el psicoanalista y ensayista italiano Luigi Zoja, una de las máximas
autoridades en la obra y el pensamiento de Carl Jung, indica que la paranoia es
una patología propia de personas con estructura psicológica muy precaria, que
carecen de toda capacidad para la introspección. La autocrítica les resulta algo
imposible y desconocido. Zoja ve hoy una extendida epidemia de simplismo. La
mayoría de las personas necesita que las explicaciones y los mensajes sean cada
vez más sencillos y elementales. Esto se agrava con la sobreabundancia de
información en cantidades imposibles de digerir y metabolizar, y con la enorme y
fatídica contribución de las redes sociales e internet a la distribución tóxica
de información falsa, manipuladora y tendenciosa.
Casi no hay manera, a menos que uno se convierta en
ermitaño, de no enterarse de todo lo que pasa, sea importante o no para la vida
propia y para la de la sociedad. Respirando apenas bajo el alud de información,
y sin capacidad y (lo peor) sin voluntad para preguntarse por la veracidad,
para hacer una mínima investigación por cuenta propia y sin coraje para dudar,
las personas se aferran a cualquier explicación por exótica e inverosímil que
sea. Campo fértil para sofistas (como los que asesoran a gobiernos, políticos u
organizaciones) y para pescadores de río revuelto. El poderoso sistema de
intereses, lobbies, etc., actuante está a menudo infectado de actitudes
paranoicas colectivas, dice Zoja. Y estas actitudes no se extienden en un solo
nivel social, cultural y económico, sino que abarca a todos. Incluso abarca
ideologías. Los populismos acusan de todos los males al neoliberalismo y el
neoliberalismo ve al Diablo en el populismo. Mientras ambos se alternan, las masas
hambrientas de promesas esperanzadoras y de explicaciones simples corren hoy
detrás de uno y mañana detrás del otro. El círculo hipervicioso se cierra
cuando los sucesivos fracasos son atribuidos a conspiraciones fraguadas desde
el campo opuesto. En ambos casos un gran fertilizador de la paranoia es el
miedo. Siembra miedo y cosecharás seguidores que habrán anulado y desterrado su
capacidad de pensar.
Pensar significa advertir lo insostenible de las teorías paranoicas
en danza. Significa dejar de buscar culpables externos a los errores propios.
Significa desarrollar la capacidad de observarse a sí mismo.
Dejar de fantasear de modo infantil y primitivo sobre
supuestas intenciones ocultas de aquéllos a quienes se designa como enemigos.
Dejar de confundir la propia sombra con una presencia ajena y de ver una ofensa
en cada idea diferente a la de uno. Una comunidad de individuos que recuperan y
ejercen la facultad de pensar pueden absorber a un paranoico. Pero una comunidad
de paranoicos puede hacer dudar de su salud mental a un sujeto sensato. Un país
paranoico difícilmente encuentre alguna vez un camino autónomo ni se forje un
destino plausible.
(*) Periodista y escritor
© Perfil.com
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