Gracias a Caputo el
Gobierno pudo tomar aire. Pero
se impone un giro profundo.
Por Ignacio Fidanza |
El Gobierno convirtió un martes que venía para negro en un
éxito contundente. Fue con anabólicos, pero se ganó.
La operación a dos bandas
que diseñó Caputo para frenar la corrida, le permitió a Macri tomar aire por
primera vez, tras dos semanas de girar en falso. No es poco.
Es probable que la solución diseñada para pasar el sacudón
no pase el antidoping, pero fue contra el límite que Caputo mostró sus mejores
artes: La baja de encajes -disfrazada- de los bancos les liberó fondos que
estaban al cero por ciento y ahora rendirán al cuarenta de las Lebacs renovadas.
Y el ingreso de los fondos BlackRock y Templeton con una emisión de bonos a la
carta y en medio de fuertes oscilaciones del tipo de cambio, es una historia
que recién empieza. El ministro se metió en la jaula y sacó adelante el round
más bravo.
Pero la piel quedó hipersensible y los efectos de estos
quince días se sentirán en buena parte de lo que queda de su mandato. La
corrida deja un dólar arriba de los 24 pesos, una tasa por encima del 40 por
ciento, un acuerdo con el FMI que impondrá un ajuste bravo y en 30 días habrá
que enfrentar otra mega renovación de Lebacs.
Macri salió de las cuerdas, pero ya tiene claro que la pelea
estuvo mal planteada desde el principio, cuando se diseñó un gradualismo que
voló por el aire y una fragmentación de la conducción económica, que va en el
mismo camino. Se da casi por segura la salida de Federico Sturzenegger del
Central y se habla de la necesidad de unificar ministerios del área económica.
Rogelio Frigerio es de los más mencionados. La guerra en el gabinete es
abierta.
En el plano político, la paliza de estos días obligó a reincorporar
a Emilio Monzó a la mesa de decisiones y provocó el regreso de Nicky Caputo a
la Casa Rosada, como en los buenos viejos tiempos del gobierno porteño. El
susto incluso obligó a hacer propia la propuesta de Monzó de abrir una
negociación con el peronismo para enfrentar lo que se viene. Se trata de una
Moncloa de emergencia, que por ahora despierta más desconfianza que entusiasmo.
La propuesta es la misma de siempre, apoyen el ajuste -y
ahora el acuerdo con el FMI- y nosotros ponemos candidatos flojos en sus
provincias para que puedan desdoblar y ser reelectos con comodidad.
El problema es que una vez más, el Gobierno mezcla lo
electoral con lo estratégico. Macri debió reconocer desde el día uno que era un
presidente de transición de salida del populismo y eso no sólo podía dejarlo en
un lugar muy significativo en la historia reciente, sino que además exigía
sacrificar buena parte de su capital político inmediato, si hacía lo que hay
que hacer. Un lugar al que ahora llega forzado y con los tiempos expropiados
por el FMI. Lo ganó la búsqueda del confort, de mandar en soledad y la fantasía
de un gobierno sin costos.
Si la crítica simple a este Gobierno es que no tiene un plan
económico, eso se terminó. El plan aparecerá muy pronto y será del organismo
que conduce Christiane Lagarde. La devaluación de estos días fue un anticipo de
la medicina que viene.
¿Cómo negar que la Argentina necesita un acuerdo macro para
abordar sus inconsistencias de fondo? Inflación, deuda y déficit. Tres taras
históricas, que traban su desarrollo y generan cíclicas crisis. Sin esas tres
variables bajo control, las mejores intenciones vuelan por el aire. Acaba de
pasar con la obra pública. Por eso, el acuerdo con el peronismo nunca fue una
elección sino un requisito básico de un gobierno en minoría, que eligió
confundirse con una hegemonía que sólo existía en su propio relato. Ese que
diseñaba reelecciones y sucesiones, como si estuviera dado.
De aquel "mi gran aporte será haber terminado con el
peronismo", del que Macri se jactaba en la intimidad hace no mucho tiempo,
al reconocimiento de la necesidad de acordar con esa fuerza, hay un recorrido
previsible -pero no por eso menos duro-, que explica todo lo que dejó en el
camino el experimento político que diseñaron Durán Barba y Marcos Peña y Macri
asumió como propio.
El peronismo ya leyó todas las encuestas y sabe que el año
que viene tiene una oportunidad de volver al poder. Incluso, si va dividido con
Cristina como candidata por Unidad Ciudadana. Con los actuales niveles de
rechazo que tiene el Gobierno, no sería extraño que nos encaminemos a una
elección de tercios, que es lo mismo que decir que con alguien habrá ballotage.
Por eso, los gobernadores se pusieron creativos y van
surgiendo ideas. Una de las últimas: La candidatura presidencial del senador
santafesino Omar Perotti, de quien destacan su perfil productivo, asociado a la
buena gestión como intendente de Rafaela, una zona industrial, de Pymes y agro,
casi como contracara simbólica del modelo más sesgado a lo financiero de Macri,
que por esa paradojas de la vida, se convirtió en su peor juez.
© LPO
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