Por Guillermo Piro |
Hace unos años me topé con el editor de fotografia de una
famosa revista del corazón y le pregunté por qué photoshopeaban tanto las fotos
de Susana Giménez, si eso respondía a una disposición legal, como había oído
por ahí. Este jefe de fotografía estuvo al borde de ofenderse, y me preguntó
cómo osaba suponer que una revista podía sucumbir a la caprichosa voluntad de
una presentadora televisiva. “Vos no sos el comprador prototipo de la revista,
sos de los que miran los números atrasados en la peluquería. Los compradores de
la revista, los que semana a semana meten la mano en el bolsillo y sacan los
billetes gracias a los que nosotros vivimos, no quieren ver a Susana con
arrugas”.
Yo veo mucha similitud entre las dos afirmaciones –en
realidad veo la misma afirmación–, y todo esto sale a relucir a propósito de
una de las fotos premiadas en octubre del año pasado por el Wildlife Photographer
of the Year, en la sección “Animales en su ambiente natural”. La foto pertenece
al brasileño Marcio Cabral, se titula The Night Raider y acaba de ser
descalificada, un poco al estilo de cuando un corredor de los cien metros
llanos gana una carrera y luego de pasar por el control antidoping le quitan la
medalla. La razón es que el Natural History Museum, el museo de Londres que
organiza el concurso, dice tener pruebas de que el fotógrafo usó un animal
embalsamado. La foto muestra a un oso hormiguero, de noche, acercándose a un
gran nido de termitas. Al parecer, Cabral habría tomado prestado un oso
hormiguero embalsamado que se encuentra en el centro de turistas a la entrada
de la reserva.
El Guardian usó el caso para contar que las fotos
naturalistas muy a menudo son falsas o están retocadas, y que los fotógrafos,
en vez de retratar animales salvajes, usan animales amaestrados, cortan y pegan
a los animales en la posición apropiada o se sirven de carnadas para atraerlos
más cerca del objetivo.
Uno de los métodos más usados consiste en recurrir a
empresas que crían y adiestran animales salvajes para cine, fotografía y
publicidad. Triple D, con sede en Montana, es una de ellas; una sesión
fotográfica de noventa minutos cuesta entre US$ 100 y US$ 400, y dispone de
tigres siberianos, osos grizzly, leopardos de las nieves y lobos, todos bien
alimentados y estéticamente impecables. Las fotografías o filmaciones de
animales salvajes obtenidas de este modo son tan comunes que llegaron a
modificar el modo en que las personas imaginan a estos animales. La gente es
propensa a antropomorfizar a los animales, y verlos en su comportamiento
natural haría que ese mecanismo romántico se rompiera. Los osos grizzly, para
dar un ejemplo, suelen asesinar a las
crías para volver a obtener rápidamente la buena disposición de las hembras,
demasiado ocupadas en sus pequeños. Nadie quiere ver eso.
© Perfil.com
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