Se cumple un siglo de la publicación del primer cuento de fútbol. Lo
escribió Horacio Quiroga sobre un hecho real: el
suicidio de Abdón Porte, figura
de Nacional de Montevideo.
Abdón Porte, el jugador uruguayo que se suicidó en el campo de juego porque había perdido su lugar en el equipo. Horacio Quiroga escribió un cuento sobre el hecho. |
Por Cristian Vázquez
1
Hasta donde sé, no es exagerado afirmar que la
literatura del fútbol nació en el Río de la Plata. El primer cuento futbolero
lo escribió un uruguayo, Horacio Quiroga, y se publicó en una revista con sede
en Buenos Aires y fundada y dirigida por un uruguayo, Constancio C. Vigil. La
revista era Atlántida, que en su número 11 —aparecido el 16 de
mayo de 1918— incluyó el relato “Juan Polti, half-back”.
Se basaba en un
hecho real: el suicidio de Abdón Porte, figura de Nacional de Montevideo. Este
episodio se había producido un par de meses atrás, la noche del 5 de marzo, dos
días antes de que el primer número de Atlántida saliera a la
calle.
Parado en el centro del campo de juego del
Parque Central, el estadio del Club Nacional de Football, Porte se pegó un tiro
en el corazón porque supo que había perdido su lugar en el equipo. Tenía en la
mano una nota que decía: “Nacional aunque en polvo convertido / y en polvo
siempre amante / no olvidaré un instante / lo mucho que he querido / Adiós para
siempre”. Quizá sean esos versos, y no el cuento de Quiroga, el origen de la
literatura futbolera. Una de las tribunas del Parque Central lleva hoy el
nombre de Abdón Porte. Al equipo tricolor, que se jacta de ser “decano del
fútbol uruguayo y primer equipo criollo de América”, cada vez que juega en su
casa lo acompaña una bandera que reza: “Por la sangre de Abdón”.
Muchos años después, otros escritores de
renombre recordaron su dramática historia. Eduardo Galeano escribió “Muerte en
la cancha”, un breve texto que forma parte de su libro El fútbol a sol
y sombra, de 1995. Enrique Vila-Matas escribió “Corazón tan tricolor”, que se publicó por
primera vez en 2008 en el diario El País, de Madrid. Un año
después, un libro editado en la capital española —titulado Morir de fútbol— reunió los tres
textos, con un prólogo de Gonzalo Suárez, otro amante de las letras y la
pelota.
2
La literatura de tema deportivo no es en
absoluto un fenómeno reciente. Ya en la Grecia antigua Píndaro compuso odas
triunfales para los vencedores de las Olimpíadas. Pensar a los deportistas como
verdaderos héroes es un mecanismo muy enraizado en nuestra cultura. “Efímeros
dioses, que antaño eran cromos y ahora son camisetas”, dice Gonzalo Suárez en
su prólogo al referirse a los futbolistas. Y señala un problema que sufren
muchos de ellos:
“Algunos
adquieren pronta fama. Creen tener el mundo a sus pies cuando lo que tienen es
un balón. El mundo solo se parece al balón en que es redondo y rueda. Por lo
demás, la diferencia esencial es que al balón le das patadas y el mundo te las
da. La patada más dolorosa es siempre la última que recibes, por supuesto. Esa
que Abdón Porte no supo soportar”.
En ocasión del centenario de la muerte de Porte,
muchos especialistas uruguayos hablaron de los riesgos de la exaltación de su
figura y, sobre todo, de su gesto final. Uruguay lidera un triste ranking: su
tasa de suicidios es la más alta de América Latina. “Hay que tener cuidado con
estos mensajes y criticar activamente el suicidio, sin estigmatizar al que se
suicida”, le dijo al diario El Observador, de Montevideo, la
psicóloga Silvia Paláez, directora de la ONG Último Recurso, dedicada a la
prevención del suicidio. “Esa bandera que dice ‘Por la sangre de
Abdón’ —añade la experta— puede ser entendida como que está bueno
poner la sangre (para defender una camiseta de fútbol). Y ese mensaje no es
adecuado”.
Más allá de esas apreciaciones, en marzo
Nacional estrenó una camiseta roja en homenaje a “la
sangre de Abdón”. En la espalda tenía su retrato, el número 100 y una frase que
generó quejas entre los hinchas, porque no era la original de la nota de Porte
sino la de Juan Polti, el personaje de Quiroga (“Que siempre esté adelante / el
club para nosotros anhelo / Ahora y siempre el club gigante / Viva el Club
Nacional”). El Torneo Apertura del fútbol uruguayo, que comenzó en febrero y
concluyó hace algunos días, se llamó “Sr. Abdón Porte”. Nacional, como
correspondía, fue el campeón.
3
En Dios es redondo, uno de los
libros sobre fútbol más bellos que se han escrito, Juan Villoro apunta que “el
fútbol es, en sí mismo, asunto de la palabra. Pocas actividades dependen tanto
de lo que ya se sabe como el arte de reiterar las hazañas de la cancha”.
Encuentra allí la respuesta a por qué no hay grandes novelas de fútbol:
“El
sistema de referencias del fútbol […] contiene en sí mismo su propia épica, su
propia tragedia y su propia comedia. No necesita tramas paralelas y deja poco
espacio a la inventiva de autor. Esta es una de las razones por las que hay
mejores cuentos que novelas de fútbol. Como el balompié llega ya narrado, sus misterios inéditos
suelen ser breves. El novelista no se conforma con ser un espejo, prefiere
mirar en otras direcciones. En cambio, el cronista (interesado en volver a
contar lo ya sucedido) encuentra ahí inagotable estímulo”.
Por ello, no es extraño que el primer cuento de
fútbol surja a partir de un hecho cierto, la crónica ficcionalizada de un drama
real. Una historia de la literatura del fútbol no puede omitir las crónicas. Y,
como sabemos, a la realidad le gustan las simetrías y los leves anacronismos.
Vigil dejó de editar Atlántida, aquella que publicara el primer
cuento de fútbol, en mayo de 1919, y ese mismo mes fundó El Gráfico.
Gracias a sus crónicas y fotos, esta revista se convertiría en “la Biblia del
deporte”, y su influencia en la masificación y en el modo de entender el fútbol
fue enorme no solo en Argentina y Uruguay, sino también en muchos otros países
de Latinoamérica.
4
La historia de los mundiales de fútbol empieza
en el lugar exacto donde cayó muerto Abdón Porte. El 13 de julio de 1930 se
jugó allí, en el Parque Central, el primer partido del primer Mundial. La final
fue el clásico del Río de la Plata: Uruguay vs. Argentina, que ya se habían disputado
el oro olímpico en la final de Ámsterdam dos años antes. Las dos veces ganaron
los bravos uruguayos, como también le ganarían a Brasil dos décadas más tarde
en el Maracaná, un triunfo mítico, digno de las odas de
Píndaro.
El mes que viene, en Moscú, a 13 mil kilómetros
del Río de la Plata, comenzará otro Mundial. El vigesimoprimero. El primero
sin El Gráfico, que se dejó de editar en enero de este año. Y
mientras lo esperamos, y mientras seguimos aguardando la gran novela
hispanoamericana sobre fútbol (quizá la mejor que existe hasta ahora fue
escrita lejos de nosotros: El ángel del fútbol, del danés
Hans-Jorgen Nielsen, publicada en 1979), es bueno homenajear los orígenes. Y
recordar que si Horacio Quiroga —uno de los más extraordinarios escritores
de su tiempo— decidió contar la historia de Abdón Porte, sin sospechar que
inauguraba una especie de subgénero, no fue solo porque el fútbol fuera ya un
deporte popular, sino por lo que había de humano en ella. Eso, el factor
humano, es lo que se destaca de las grandes historias, lo mismo que de los
grandes partidos y los grandes equipos.
©
Letras Libres
0 comments :
Publicar un comentario