Por Giselle Rumeau |
Desde el Rodrigazo, en los 70, a la crisis de deuda y la
hiperinflación, en los 80. Del costo de la convertibilidad, en los 90, y la
gran crisis del 2001, a la corrupción y el estancamiento económico de los
Kirchner. El final del capítulo de Cambiemos aún está por escribirse pero la
volatilidad en la que quedó inmerso el país en los últimos 15 días, con la
escapada del dólar, la inflación que no da tregua, la caída de la confianza en
el Gobierno, y la aparición es escena del Fondo Monetario Internacional,
revivió todos los fantasmas. Fue como descender a los sótanos de las
pesadillas.
Los economistas podrán arracimar infinitas causas para
explicar esta dolorosa tendencia cíclica: la falta de ajuste en tiempo y forma,
el permanente déficit fiscal, el atraso cambiario, la incidencia de la deuda
pública, el mal manejo de la política monetaria, la inseguridad jurídica y los
cambios de modelos, en general dentro del peronismo, tan habituado a reciclarse
al punto de las contradicciones extremas como para poder oscilar del
neoliberalismo de Carlos Menem y Domingo Cavallo, al populismo de los Kirchner
y al pensamiento de izquierda duro de Carlos Zannini y Axel Kicillof.
Pero eso no alcanza. Pese a las explicaciones más doctas,
las situaciones penosas se repiten, sin dar el brazo a torcer. Y en lugar de
reincidir con los análisis, quizá es hora de acudir a otras disciplinas para
poder esclarecerlas. ¿Puede la psicología explicar esta tendencia a la
repetición que padece la Argentina desde hace décadas?
En el texto Más allá del principio del placer, Sigmund Freud
trabaja sobre la compulsión a la repetición. Según esta teoría, la repetición
es un proceso automático de origen inconsciente por el que el sujeto se coloca
en situaciones penosas y repite esas experiencias antiguas sin recordar su
origen, con la creencia de que son generadas en la actualidad. Como aquello que
se reprimió por intolerable siempre quiere salir a la luz, intenta retornar al
presente en forma de sueños o a través de distintos síntomas en los que se
repite. El trauma se olvida pero en lugar del recuerdo surge la repetición. Y
así, se repite lo traumático. No se reproduce como recuerdo sino como
repetición del acto y siempre se hace sin que uno se dé cuenta.
Es común escuchar a las personas que fracasan de manera
persistente en sus relaciones amorosas o en aquellas que siempre llegan tarde a
todos lados, culpar a los otros, al azar o a las fuerzas de las naturalezas por
sus pesares. Sin embargo, quien padece esos males y dolencias no es una
víctima. Si bien se vuelve a experiencias displacenteras, el sujeto en cuestión
siempre encuentra algún tipo de goce inconsciente en ese malestar, algo que
Freud calificó como dualismo pulsional, es decir, la existencia de pulsiones de
vida y pulsiones de muerte en constante contraposición. Recién cuando ese
recuerdo reprimido o trauma se hace consciente en la sesión terapéutica y se
vivencia en la transferencia con el psicoanalista, deja de repetirse.
Pues bien, si la tendencia a la repetición es el síntoma de
un trauma que se quiere olvidar, ¿cuál sería el trauma de la Argentina? O,
mejor dicho, ¿qué queremos olvidar los argentinos, que hace que no aprendamos
de los errores del pasado y repitamos las situaciones traumáticas (crisis) de
manera inevitable?
De la ilusión al
desencanto
Antes de pasar al diván, el politólogo Luis Tonelli resume
como nadie a 3Días la esencia
desoladora del ser argentino. "El trauma que queremos olvidar es, como
dice el tango, "el dolor de haber sido y ya no ser", dice con su
ironía de siempre. "La pobreza ha crecido en los últimos 40 años al
increíble ritmo del 7% anual. Creemos que somos un país rico, y no lo somos. Al
proyectar una imagen falsa de nosotros, cuando nos recuperamos después de una
crisis pensamos que "esta vez sí vamos a ser el país que nos
merecemos". Tras una debacle, con un país abaratado internamente por una
devaluación machaza, asume el peronismo, de quien mi tía Nacha dirá que es el
único que puede gobernar este despelote. Las cosas mejoran, pero el peronismo
va por más, quiere la re-re reelección y entonces impone un uno a uno que nos
hace sentir a los argentinos literalmente en el Primer Mundo. Todo es,
obviamente, insostenible, y entonces empiezan los problemas económicos. Ahí, mi
tía Nacha dirá: Es porque estos peronchos se roban todo. Conclusión: ganan las
elecciones los no peronistas, pero el Titanic está ya chocado, poco pueden
hacer, y el país entra de nuevo en crisis. Todos comienzan a creer de nuevo que
solo el peronismo puede gobernarnos. Y así, reiniciamos el ciclo de la ilusión
y el desencanto", relata de manera filosa y descarnada. Uno no sabe si
reír o llorar.
Para entender la complejidad de un país que repite
sufrimientos, inestabilidad y estancamientos, 3Días consultó al médico psiquiatra y psicoanalista, José Eduardo
Abadi. Con una trayectoria de 45 años en el consultorio, el profesional no ve a
la terapia psicoanalítica sino como el logro de que un paciente deje de
repetir. "Cuando uno no puede recombinar y pensar de nuevo, y repite con
modalidad anterior un problema de hoy, es porque está frente a un problema no
resuelto", destaca.
Abadi cree que la Argentina sufre, en rigor, una crisis
permanente, más tácita o tapada, que en determinados momentos se agudiza y
genera formas aún más explosivas. Y enumera algunos problemas básicos y
esenciales para trabajar en el diván:
- Pensamiento mágico: el país -dice- está tomado por el
pensamiento mágico. "Existe una enorme adherencia a que las cosas sean
como deseamos más que como queremos. ¿Qué significa esto? Que no ponemos en
marcha el esfuerzo y la voluntad que llevan a que aquello que deseamos se pueda
convertir en algo concreto y logrado, que es el querer. Entonces, el
pensamiento mágico conspira porque nos deja atrapados en la ilusión -que
inevitablemente lleva a la decepción- y en el paternalismo arcaico, que
inevitablemente llevan al infantilismo", remarca. En el pensamiento mágico
-agrega- la decepción provoca frustración, depresión y rabia. "Nos cuesta
entender el esfuerzo como una lucha importante y una exigencia imprescindible.
Lo vivimos como un sacrificio injusto. Y se busca culpables en otro lado".
- La negación y la desmentida: Abadi destaca que estos dos
problemas muy profundos, ligados al anterior, permiten el síntoma argentino.
"Sabemos una cosa y creemos otra. Lo que actuamos no es en función de lo
que sabemos. Escuchamos a personas que vienen macaneando y mintiendo, lo
reconocemos como tal y después las llevamos a las urnas y las votamos. Eso es
porque el deseo de que las cosas sean como nos dicen y no como son le gana a
nuestra capacidad de objetivar", insiste.
- Falta de normas: Abadi explica que al no tener normas, que
provienen del ejercicio de la ley, no hay sanción. Y por lo tanto, no podemos
tener confianza. "Sin confianza, no podemos tener una ligazón que nos una
y por lo tanto no hay proyecto común", destaca.
- Ausencia de identidad colectiva: es quizá el punto más
álgido del síntoma argentino. "Nos falta esa historia oficial, ese relato
que nos reúna en algo que trascienda lo individual y lo partidario, algo que
nos lleve a una humana trascendencia y nos unifique como ciudadanos de este
país. Entonces, la ausencia de esa identidad colectiva, nos priva del empuje
simultáneo hacia un mismo objetivo y nos deja estancados en partes aisladas que
no logran conformarse como un territorio común", subraya.
Así como el psicoanálisis usó el mito griego como fuente
argumentativa para descifrar el sentido de las manifestaciones del
inconsciente, Abadi recurre a un ejemplo que involucra al espíritu del antiguo
pueblo griego para reforzar el concepto de la historia común. "Cuando las
legiones romanas invadieron Grecia, el emperador Octavio Augusto llama a su confidente
y consejero político Cayo Mecenas para que le explique los motivos por los que
esa gente no se sentía esclavizada y mantenían una autonomía que no se podía
doblegar. Y Cayo Mecenas -importante impulsor de las artes- le responde: Sabe
lo que pasa, Emperador. Esta gente es libre. Porque tiene un argumento que los
reúne, que va más allá de la individualidad. Ellos tuvieron un poeta que les
escribió La Ilíada y La Odisea, relacionada con héroes y con dioses. Es algo
que los trasciende. ¿Saben lo que hizo Augusto apenas escuchó la respuesta? En
lugar de enviar más legiones, le pidió a Virgilio que escriba La Eneida. Así,
los romanos podían también tener el mito unificador", relata.
Abadi señala que no hay en la historia una sola situación
traumática que dé origen al síntoma argentino. "Son varias pero un punto
crucial se da a partir de la crisis institucional de 1930: "La ley pasa a
ser destruida y la verdad comienza a ser propiedad de unos pocas que la usan en
su propio beneficio".
-¿Tenemos remedio? -pregunta 3Días.
Abadi no es optimista.
"Por ahora, no. O al menos, no lo hemos encontrado.
Hemos pasado de pastillita mágica en otra. Si queremos superarnos, al menos
deberían darse tres condiciones: como un paciente que se quiere curar, tiene
que reconocer que está enfermo, asumir un intenso trabajo y esfuerzo para poder
superarlo y tener paciencia y saber que las cosas no se resuelven de un día
para el otro". Algo aún difícil para la viveza criolla que nos infecta
cada día.
La historia de los sacudones
económicos
El economista Rodrigo Alvarez, Socio y Director de
Analytica, repasó para 3Días las
crisis que más golpearon en lo últimos 40 años. "Tuvimos en ese tiempo
cuatro crisis de magnitud: el denominado Rodrigazo (1975), una crisis de Deuda
(1982), Hiperinflación (1989) y de Convertibilidad (2001). La primera y la
tercera tienen como factores determinantes la dominancia fiscal de la política
monetaria con altos niveles de inflación. Los otros dos episodios están
asociados a problemas de sector externo combinados con vulnerabilidades
domésticas. Salvando las enormes diferencias, los problemas económicos que hoy
nos acucian se asemejan más a las condiciones que originaron el segundo grupo
de crisis; es decir una reversión en los flujos de financiamiento en un modelo
muy vulnerable a a la falta de dólares", razona.
En esa línea, dice, acudir al Fondo Monetario Internacional
es, en la memoria colectiva, una mala noticia. "Las circunstancias
actuales no son comparables a los noventa, ni para la Argentina ni para el FMI,
pero la huella de la última crisis sobre la conciencia del país es profunda. Es
por ello que el Gobierno no sólo tendrá que lidiar con la economía sino, y
fundamentalmente, con las expectativas. No alcanza con trabajar en la comunicación.
Para alejar los fantasmas del pasado habrá que convencer ante todo a los
principales actores argentinos que esta vez es distinto. Es clave anclar
expectativas y mostrar un camino de cooperación donde todos cedan en función de
interés general. Políticos, empresas, trabajadores y gobiernos deberán trabajar
para minimizar los costos del ajuste, que sin duda llegará", afirma. Y
concluye: "Como en el ciclo de vida de las personas, la Argentina puede
alcanzar la adultez si resuelve con éxito sus crisis de la adolescencia".
© 3Días
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