jueves, 19 de abril de 2018

Y un día jugaron las negras

Por Ignacio Fidanza
La fantasía de una oposición eternamente enredada en sus divisiones es eso, una fantasía. Acaso el mayor error político del gobierno, advertido varias veces en esta columna, haya sido asignarle cero por ciento a la probabilidad de una confluencia opositora.

Por ahora, esa confluencia es temática más que electoral, pero alcanzó para abrir una crisis profunda en la coalición oficialista, montada sobre una realidad que la Casa Rosada se empeñó en no mirar: el fuerte impacto de los tarifazos en economías familiares y productivas que ya venían golpeadas por una inflación que está lejos de ceder.

En este rubro no hubo gradualismo, por una sencilla razón: el traslado del costo de los subsidios a la población es el principal ajuste del macrismo.

Pero volvamos a la política. El gobierno miró con displicencia la cumbre de Gualeguaychú que reunió a legisladores de Massa y de los gobernadores. Si bien es verdad que lució bastante módica, allí se puso en marcha una deriva muy nociva para el Gobierno: Se precipitó una decantación del grupo de los gobernadores a la oposición más dura del massismo, más que una moderación de estos últimos.

Este giro sutil pero determinante en el nuevo escenario político, fue alimentado por la falta de estado del elenco oficial, que hace rato considera dada su reelección y no se esfuerza en anticipar ni contener. Total para qué, si vamos a ganar igual.

Esa displicencia es la que no vio que la detención del ex gobernador Eduardo Fellner era cruzar una raya. Fellner es uno de los gobernadores. Es más, su detención aún antes de ser siquiera procesado, fue una foto del futuro que terminó de convencer a los mandatarios peronistas que el objetivo real de Macri es subordinarlos.

Fue la gota que terminó de horadar una relación ya tensionada por el recorte de los giros a las provincias. El disparador de lo que ocurrió este lunes y lo que vendrá: otra citación a Caputo al Congreso, límites a la capacidad de endeudamiento y nuevo round por tarifas.

La sincronización de massistas y peronistas es cada vez más intensa. En la noche previa a la sesión de este miércoles cenaron Diego Bossio y Pablo Kosiner con los massistas Graciela Camaño y Raúl Pérez. También fue de la partida -que incluyó otros nombres- el cordobés Martín Llaryora. Es el ex vice de Schiaretti que ya comprometió a Córdoba para la próxima cumbre conjunta. Es decir, lo de Gualeguaychú crece.

En su desesperación el Gobierno le regaló además a la oposición una bandera inesperada: la maniobra instrumentada a través del diputado Olmedo para dejar a la sesión sin quórum, fue tan costosa como innecesaria. La oposición no tenía dos tercios para imponer el tratamiento de los límites a los tarifazos. Los podrían haber dejado debatir, como de hecho ocurrió y esperar tranquilos una eventual votación. O fue desesperación o tenían miedo que radicales y seguidores de Lilita se sumaran a la iniciativa. Como sea, el discurso institucional de Cambiemos salió lastimado.

Ahora, el tema tarifario ya quedó instalado y Macri y Marcos Peña enfatizaron tanto que no hay retroceso posible, que una mitigación de los reajustes -como es posible que ocurra en el gas- provocará dos lecturas molestas: hay un doble comando que integran el presidente y Carrió; y la oposición hizo retroceder al Gobierno.

Este juego de opoficialista que ensaya la líder de la Coalición Cívica y al que se están sumando con entusiasmo los radicales, es la consecuencia de una práctica muy macrista: escuchar con buenos modales, pero casi como un gesto de cortesía, no como un ejercicio de debate real que incluye compartir y revisar decisiones.

Ahora, en los próximos días asistiremos al guion habitual: la Casa Rosada negará tensiones importantes y naturalizará lo ocurrido bajo la figura del diálogo, mientras que Carrió y los radicales jurarán que todo lo hacen para fortalecer al gobierno y escamotearle banderas a la oposición. Una manera de protegerlo, incluso de sí mismo.

© LPO

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