Mauricio Macri |
Es la primera vez en los más de dos años de gestión de
Mauricio Macri que el presidente enfrenta una situación de tensión en
simultáneo con los dos públicos de los que depende su futuro: la opinión
pública y los mercados.
Hubo momentos donde el apoyo en la sociedad caía y crecían
las críticas, pero los mercados mantenían el optimismo y el financiamiento.
También se presentó en algún momento la situación inversa: dudas o contexto
difícil de mercados, pero un apoyo social firme.
Hoy la situación es especial porque los dos públicos
parecieran estar cerca de un punto de inflexión.
Por el lado de la opinión pública, nuestra encuesta nacional
de abril mostró un retroceso significativo de la mayoría de los indicadores.
Muchos de ellos se ubican en el mínimo de la era macrista. La aprobación del
Presidente retrocedió a 45 puntos: un valor aún alto en términos absolutos y
relativos a otros líderes de la región y a otros dirigentes de la Argentina.
Pero el apoyo social pareciera estar alcanzando los valores mínimos con los que
el Gobierno estaría dispuesto a convivir.
Por el lado de los mercados, es evidente el cambio de humor:
se inició con la modificación de la política monetaria en diciembre pasado, más
los cambios en el contexto internacional, las dudas sobre la inflación de este
año y la sustentabilidad fiscal de mediano plazo, entre otros.
El Presidente pareciera sostener en cada mano una soga que
es tirada en dirección opuesta por estos actores. El dilema pareciera ser que
si intenta aflojar y moverse en dirección de descomprimir la tensión social, se
podría romper la soga de los mercados y a la inversa.
Este cuadro de situación presenta otra particularidad
novedosa: los ruidos políticos generados por las decisiones y declaraciones de
los aliados del Gobierno y el juego que están desarrollando los gobernadores
peronistas.
El Presidente pareciera sostener en cada mano una soga que
es tirada en dirección opuesta por estos actores.
Las declaraciones y acciones realizadas por los radicales y
la Coalición Cívica han contribuido a generar un clima de mayor incertidumbre
entre muchos observadores a lo que se sumó el anuncio de alejamiento del
presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó. Mal timming y una mala
señal de los socios del Gobierno que parecieran no mostrar (o tener) un
compromiso suficiente con una mínima disciplina fiscal.
A su vez, esta acción de los socios de Cambiemos de hacer
oposición hacia adentro forzó al peronismo a tomar posiciones más duras. El
peronismo en estos dos años demostró que se banca ser oposición, pero no se
banca que lo dejen afuera de ese rol (ejemplo, decretos). Léase desde la óptica
del peronismo: si el Gobierno tuvo que negociar pago en cuotas por presión de
sus aliados, tendrá que entregar más por la presión nuestra.
¿Cómo sale el Gobierno de este dilema? ¿Cómo evita que se
corte su relación con los mercados o la opinión pública? ¿Cómo reconstruye
acuerdos internos y con un peronismo que pareciera que ya finalizó su etapa de
moderación y empieza a pensar en las elecciones del año próximo? Lo peor que
podría suceder es que la situación siga escalando, que la oposición logre
sancionar una ley que elimine el aumento de las tarifas y que el presidente
Macri termine vetándola. Esta situación tendría un costo doble: político en lo
interno pero también para los mercados, que observarían con pavor un Congreso
que es capaz de dar tirar atrás la principal ancla de compromiso fiscal que
asumió la Argentina en vez de aprobar un ley de mercado de capitales ya
consensuada y necesaria para seguir incentivando las inversiones. En los
próximos días el Gobierno tendrá que dar señales en alguna dirección, o ver si
encuentra una forma de salir por arriba de este laberinto.
(*) Director de Poliarquía Consultores
© La Nación
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