Por Carlos Ares (*) |
Y el hijo de Diego cumplió. Todos fuimos uno
en el grito y el abrazo. La santísima trinidad del fútbol, Maradona, Messi y
nosotros, los hinchas, hizo el milagro. La Selección argentina resucitó.
En cuanto el pito dio por terminado ese partido, con la
clasificación asegurada –más el polvo extra de dejar a Chile afuera– pasamos
sin escalas, de la casi humillación a prepotear con la clásica arrogancia
argentina que nos distingue en el mundo. No faltó la típica, boluda, excusa
para justificar el sufrimiento –“las eliminatorias son más difíciles que el
Mundial”– dicha por los que opinan y las saben todas el día después, según sea
el resultado.
“Los invictos” (como llamaba un entrenador a los periodistas
deportivos, “porque ustedes nunca pierden”), que advertían antes de Ecuador
“somos un desastre”, como si supieran algo que los demás aficionados no, con la
clasificación asegurada se subieron al avión de la victoria que los llevaba a
Rusia. Desde arriba, asomados a la ventanilla, con el viento inflando la
camiseta puesta, decían ahora: “Argentina es candidata a ganar el título”.
Era una sentencia indiscutible, inapelable, que no admitía
recurso de duda ni de amparo hasta que España nos dejó en los cachetes la marca
de su mano con seis dedos. Cinco minutos después del baile, los mismos que
después del amistoso y de la victoria contra Italia consideraban a varios con
los números puestos y decían, por ejemplo, que Willi Caballero debía ser el
arquero titular, ya estaban pidiendo otra vez, “que se vayan todos”.
Este breve repaso, Sanpa, como ya habrás comprendido, no
apunta al dedo índice, el “te lo dije”, hacia vos, o tal, o cuál jugador, ni a
remover el cuchillo en la herida, sino a dejar que ya pasados unos días la
derrota coagule y solo duela como recuerdo al repasar alguna estadística. Más
aún, si a tal pecado de soberbia le correspondía semejante castigo, bien pagada
está ya la condena y cumplida la pena.
De lo que se trata ahora, Sanpa, es de saber si se puede
iluminar algún camino para ver por dónde seguir. En la duermevela, como para
entretener el insomnio, pensaba anoche que tal vez ayude esta modesta idea: ya
que en los próximos cincuenta días no hay más amistosos ni posibilidades de
entrenamiento con todos los que están afuera, ¿por qué no hacer un equipo B con
los que estén disponibles acá? Si los de afuera (Messi, Aguero, Higuain,
Otamendi y demás) son ya parte de lo que llamaríamos el equipo A, en Buenos Aires
podrías ensayar con uno B (Bustos, Tagliafico, Pablo Pérez, Lautaro Martínez,
Pavón, entre otros). Llegado el momento de tenerlos a todos, juegan entre sí
–como en los clubes cuando entrenan titulares contra suplentes– y de la mezcla sale el equipo. No sé si esto
sirve, pero al menos calma los nervios. Es algo para hacer en el mientras
tanto, además de ver videos y de dibujar flechas en los papeles.
Si acaso te acercaran estas líneas, Sanpa, y quisieras
agradecer la idea, el gesto, la comprensión, la intención de ayudar y la buena
voluntad, no te molestes, no hace falta. Clasificar, pasar los octavos, llegar
a cuartos de final, a semis, estar ahí otra vez, es un intenso y secreto deseo
compartido por todos aquellos que aspiramos a suturarle la boca a los que solo
entienden el fútbol como negocio. La de ellos consiste en esperar a ver cómo
sale y qué conviene para hablar después y babearse frente a los que ganan o
denigrar, maltratar, difamar, deshonrar esfuerzos, trayectorias y nombres de
los derrotados. En cambio, nosotros sentimos que el juego nos pertenece, que
fuimos y somos esos pibes, aunque ahora solo estemos para hablar y alentar, en
las buenas y en las malas.
Y aquí seguimos, en mitad de la noche, cuando aún no
amanece, rogándote: San Paoli nuestro que estás en Ezeiza, santificado sea el
Messias y los apóstoles que marquen en el medio, suban por los laterales y
caminen por las piedras en los centros cruzados, cuídanos de los contraataques,
practica pelota parada, perdónalo a Higuain así como nosotros perdonamos a
Mascherano, más líbranos de Fantino y de todos esos miserables, amén.
(*) Periodista
© Perfil.com
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