Donald Trump |
Si usted es de los que creen todo lo que le prometen, puede ser que el
anuncio de que los jefes de estado del continente americano se reunirán en Lima
esta semana para enfrentar la corrupción le entusiasme. Yo no creo que aquellos
a quienes se acusa de ser corruptos van a atentar contra su modus
vivendi, y a exponerse a ir a dar a prisión. Por suerte para ellos, el
triste historial de las Cumbres, tan lleno de buenas intenciones incumplidas,
contradicciones y desencuentros, indica que el combate a la corrupción en esta
Cumbre será tan solo otra promesa incumplida.
En 1994, la gran ilusión de la primera Cumbre en Miami fue establecer
como norma la defensa de los derechos humanos e integrar económicamente al
continente. El desengaño se consumó 11 años después, en Mar del Plata,
Argentina, cuando los países del Mercosur y sus aliados liquidaron la
posibilidad de cualquier acuerdo sobre el Área de Libre Comercio continental.
En la Cumbre de Quebec, 2001 hubo otro hito, desafortunadamente
temporal, cuando se redactó la Carta Democrática Interamericana, que después
ratificaría la Organización de Estados Americanos, enfatizando la primacía del
sistema democrático representativo en las Américas. Otro bien intencionado
deseo que fue dinamitado por los regímenes iliberales de Venezuela, Bolivia,
Nicaragua y la dictadura cubana.
El problema de fondo es que si la demanda a los participantes en la
Cumbre es el respeto al sistema democrático los gobernantes de los países
mencionados no deberían participar en las Cumbres. Peor aún, ¿cómo se puede
entender la flagrante contradicción de invitar al gobierno cubano, la dictadura
más longeva del hemisferio, a participar en sus reuniones y desinvitar al
anti-democrático gobierno venezolano que es apenas un aprendiz de dictadura,
por apartarse de la norma democrática?
Otro asunto perturbador en la historia de estas reuniones es la
discrepancia, algunas veces visceral, entre los asistentes. No sería extraño
que durante la Cumbre de Lima sucedieran espectáculos lamentables si, por
ejemplo, Nicolás Maduro se presentara a la reunión y se le niega la entrada o
si Raúl Castro aparece para despedirse de sus colegas o si Donald Trump
protagoniza uno de sus impredecibles pero muy frecuentes sainetes durante su
aparición en la Cumbre.
En esta ocasión el centro de la atención sin duda será Trump, quizá
porque según Gallup solo un 16% de los latinoamericanos tiene una opinión
favorable sobre él o quizá porque casi nadie entiende con certeza por qué
decidió ir a Lima. En la Casa Blanca no queda un solo latinoamericanista de
prestigio que pueda asesorarle. Para Roberto Pombo, director general de El
Tiempo en Colombia, “El mensaje de Trump no es claro porque no parece
tener clara una política sobre la región. Creo que hablará de Venezuela porque
no sabe qué hacer con los chavistas. Seguro hablará de narcotráfico, más
enfocado en la producción que en el consumo, y es posible que continúe con su
obsesión sobre el muro fronterizo con México.”
En términos parecidos me respondió el embajador Charles Shapiro, quien
formó parte del equipo de expertos del Departamento de Estado que asesoraron a
varios presidentes estadounidenses en Cumbres pasadas. “Yo dudo que Trump tenga
una estrategia para lidiar con Latinoamérica”.
Peter Hakim, Presidente Emérito del Diálogo Interamericano cree que el
mensaje de Trump “estará dirigido a su base en Estados Unidos para mostrar su
insistencia en los temas de inmigración, drogas y comercio en la región,” y
agrega: “Yo creo que las palabras y las acciones de Trump hacia México, el país
que representa dos tercios o más de la relación de EEUU con América Latina, han
causado desconcierto y preocupación en todos los países del hemisferio. Un muro
en la frontera con México es un muro entre EE UU y América Latina y la dura
retórica contra los migrantes mexicanos refleja la visión que Trump tiene de
todos los inmigrantes latinoamericanos”.
Coincido con Hakim aunque reconozco, como me dice el embajador mexicano
Andrés Rozental que “los países más grandes de la región se sienten lejos de
los temas que norman la relación México- Estados Unidos, aunque en Centro
América sí lo sienten como una agresión. Lo que sí creo es que todos sienten el
desdén de Trump hacia la región”.
© Letras Libres
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