Por Guillermo Piro |
Todo nació en la Antigua Grecia, hasta
la crítica, que misteriosamente, aunque dando los últimos estertores, sigue
sobreviviendo.
No en la Antigua Grecia, pero sí en el año 120 d.C., Luciano
de Samosata, Luciano para los amigos, escribió una serie de obras ambientadas
en el Olimpo en las que tiene una participación estelar Momo, el único con
permiso de Zeus para ejercer la crítica, es decir para ser sarcástico, burlarse
de los demás dioses y hacer galas de sus dotes irónicas. Por eso era –y debería
seguir siendo– el dios de los escritores.
De Luciano sobreviven muchas obras, pero se lo conoce sobre
todo por sus Diálogos y Relatos verídicos. Momo aparece una y otra vez en los
Diálogos, y sus intervenciones son siempre magistrales. Cada intervención suya
viene precedida por un pedido de disculpas, pide la palabra y siempre de un
modo distinto explica que el ejercicio de la crítica no es algo que se puede
contener o controlar, que lamenta si sus observaciones pueden herir a alguien,
pero que no va a reprimirlas. Y entonces critica a Hefesto por haber fabricado
a los hombres sin puertas en el pecho a través de las cuales se pudiera conocer
si sus pensamientos y sentimientos eran verdaderos. También critica a Afrodita
por ser muy charlatana y hacer ruido con las sandalias al caminar (bastante
poco a decir verdad, Momo mismo lo reconoce). En determinado momento Poseidón,
orgulloso, muestra a los dioses del Olimpo su última creación: el toro. Todos
le dan vuelta, maravillados por su fuerza y belleza, y Momo se mantiene al
margen, callado, mirando. Cuando todos los halagos terminan pide la palabra, da
su habitual discurso y ataca: en realidad, dice, Poseidón ha cometido un error
terrible dotando el toro de cuernos puestos encima de los ojos, porque de ese
modo el pobre animal nunca podrá ver lo que embiste. Otro dios, no recuerdo
cuál, presenta su invento: la casa. Momo se comporta como de costumbre, calla,
observa, analiza y luego pide la
palabra: la casa no dispone de ruedas, y eso es un error, porque de tenerlas se
podrían evitar con facilidad a los vecinos problemáticos, que al parecer
también se originaron en la Antigua Grecia. La roulotte no fue un invento de
Raymond Roussel sino de Momo.
Pocas cosas podían evitar la crítica de Momo. Por ejemplo,
en la Antigua Grecia, para hablar de las esculturas de Praxíteles, se decía que
al verlas “hasta el propio Momo se echaría a llorar”. En un famoso poema de la
literatura griega antigua, Cipria, se le atribuye a Momo haber sido el
inspirador de la Guerra de Troya para reducir la población humana. Llegado un
momento su presencia en el Olimpo se vuelve intolerable y es expulsado. Leon
Battista Alberti (1404-1472) en Momo o el príncipe cuenta la historia del dios
luego del exilio. Como era de esperarse, sus críticas no se detienen por eso.
Júpiter, harto, ata a Momo a una roca y lo hace castrar. En el siglo XVI Erasmo
lo presentó como el prototipo de quien critica a las autoridades en toda
circunstancia. Para Erasmo los dioses del Olimpo son divertidos, pero el único
útil es Momo. Cinco siglos después opinamos lo mismo.
© Perfil.com
0 comments :
Publicar un comentario