Hay 25 muertos y 64
heridos por la represión durante
las protestas contra el gobierno de Daniel
Ortega.
Un protestante que se enfrentaba a las fuerzas antimotines quedó tirado en el suelo. (Foto/La Prensa-Managua) |
Nicaragua - La
situación empeora en Nicaragua, en el cuarto día seguido de protestas contra el
régimen de Daniel Ortega. El Centro Nicaragüense de Derechos Humanos, una
organización independiente del Gobierno, cuenta ya 25 muertos y 64 heridos. El
Ejecutivo mantiene la cifra en 10. En la costa Caribe ha muerto asesinado el
periodista Ángel Gahona, del telediario local "El Meridiano", víctima
de una bala en la cabeza, según han informado medios locales.
Silvio Báez,
obispo auxiliar de Managua, ha denunciado que los antidisturbios dispararon a
mansalva contra unos 2.000 jóvenes que protestaban en el atrio de la parroquia
de Santiago, en Jinotepe, ciudad localizada a 32 kilómetros de Managua.
Los manifestantes se oponen a una reforma al Seguro Social.
Las protestas empezaron el miércoles en la capital, cuando centenares de críticos
al Gobierno se juntaron en un centro comercial. Entre otras cosas, la reforma
propuesta por Ortega reduce las pensiones en un 5% y aumenta las contribuciones
de empresas y trabajadores para rescatar al Instituto Nicaragüense de Seguridad
Social (INSS). El Gobierno pretende recaudar así 250 millones de dólares (203
millones de euros), pero los economistas advierten de que las reformas
golpearán a las empresas y se traducirán en desempleo.
La tensión ha escalado a lo largo de los días. Este sábado,
la respuesta del Gobierno se dio horas después de que la cúpula empresarial de
Nicaragua rechazara el diálogo ofrecido por el presidente y exigiera un cese a
la represión y el respeto al derecho de manifestación de los nicaragüenses.
Ortega ordenó el despliegue del Ejército en ciudades claves del país, incluida
la capital, donde militares resguardaban edificios públicos, después de que el
viernes fueran incendiados estructuras oficiales en varias partes de Nicaragua.
La noche del sábado se escuchaban detonaciones en varios
puntos de Managua, mientras la población despegaba adoquines de las calles para
construir barricadas para resguardarse del asalto de los antidisturbios y los
colectivos del FSLN. Miles de capitalinos se manifestaron en la tarde del
sábado entonando el Himno Nacional y derribando "Árboles de la Vida",
monumentos de metal que son considerados símbolos del poder de Ortega en
Nicaragua. Por tercera noche consecutiva se escucharon cacerolazos en la
capital. A los capitalinos de más edad la situación actual de Managua
–prácticamente una ciudad fantasma– les recordaba a lo vivido hace cuatro
décadas, cuando se luchaba calle a calla para derrocar a la dictadura
somocista, que oprimió a Nicaragua por casi cinco décadas.
Ortega –que no había dado la cara durante la crisis–
compareció al mediodía del sábado, hora local, arropado por el jefe del
Ejército, Julio César Avilés, en una demostración de fuerza que pretendía
aplastar cualquier duda del poder del régimen. El mandatario criticó a los
manifestantes comparándolos con las maras que desangran el norte de
Centroamérica y afirmo que su único interlocutor para salir de la crisis era la
empresa privada. Cuatro horas después, las cúpulas empresariales rechazaban la
oferta de diálogo con Ortega y exigían el cese de la represión. Lo que
significa un punto de quiebre en las relaciones entre empresarios y el
Ejecutivo, lo que demuestra que el Comandante se queda cada vez más solo.
La respuesta oficial fue desatar una ola de violencia sin
precedentes. Oficialmente se mantenía la cifra de diez muertos, pero
organizaciones civiles hablaban ya de una veintena, entre ellos el periodista
de Bluefields, Ángel Gahona. Los periodistas independientes habían denunciado
que no contaban con garantías para ejercer su labor en Nicaragua. Hasta el
sábado habían sido agredidos con violencia por lo menos doce reporteros.
Algunos de ellos, además, denunciaron el robo de sus equipos.
Nicaragua vive desde el pasado miércoles extraordinarias
manifestaciones populares que se han convertido ya en una verdadera rebelión
contra el régimen de Ortega. El mandatario intenta demostrar control del país,
pero las protestas se han ido extendiendo como polvorín. Ortega parece
empecinado por acudir a la solución extrema: negar cualquier solución negociada
y recrudecer la represión. El Comandante parece despreciar las lecciones de un
pasado del que él formó parte.
Informe: El País
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