Por Fernando Savater |
Su única pasión es ver televisión, cualquier canal, a cualquier hora.
Obligado a dejar la casa en la que vivió toda su vida por muerte del
propietario, un afortunado accidente le gana la protección de un influyente
millonario y su esposa.
En esa elevada
compañía, las simplezas y monosílabos con que responde al tuntún a las
preguntas que le hacen le gana fama de sabio, incluso ante el presidente de
EE UU y otros próceres. Cuanto más astuto cree ser quien le trata, mejor
queda engañado por los imaginarios sobrentendidos de sus frases profundas de
puro vacías.
El ejemplo de
Chance impulsa a la mayoría de los políticos a no decir en público más que
frases hechas o mandar tuits convencionales: arriesgan menos y ya se encargarán
los oyentes o la prensa de llenar de contenido esas bobadas. Dar explicaciones
le hace a uno vulnerable. En cambio, repetir un tópico puede dar fama de genio
entre quienes creen que entienden cuando les cuentan lo que saben. La película
de Hal Ashby acaba con Chance andando sobre las aguas de un lago, sencillamente
porque ignora que se puede hundir. A mí me recuerda bastante a Mariano Rajoy...
© El País (España)
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