Por Carlos Gabetta (*) |
En las elecciones federales de 2017, el SPD había obtenido el peor
resultado de su historia: 20,5% de los votos.
En España, el nuevo partido “liberal-transversal” (el tiempo
dirá lo que eso último significa), Ciudadanos, es ya “la primera fuerza en las
encuestas”, desplazando al Partido Socialista Obrero Español
(https://politica.elpais.com/politica/2018/01/25/actualidad/1516872478_119438.
html). En Francia, el gobernante Partido Socialista se desplomó al 6,36% de los
votos en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2017. La
ultraderechista Marine Le Pen lo superó con el 21,30% y acabó con el 33,9% en
la segunda, detrás del liberal ex ministro socialista, Emmanuel Macron. Más de
lo mismo en todos los países, con alguna excepción, como el laborismo inglés
liderado por Jeremy Corbin, que parece haber iniciado un retorno a las fuentes
en busca de propuestas que se adapten a la nueva realidad.
Lejanas están pues las doradas décadas de posguerra, las del
“Estado de bienestar”, en las que los partidos socialdemócratas llegaron a
gobernar en dos tercios de los países de la Unión Europea (UE). La Guerra Fría
ha concluido; la economía mundial es ciento por ciento capitalista y la lógica
del sistema, robótica e informática mediante, agudiza las desigualdades. El
capitalismo ya no es inclusivo; al contrario, excluye. Ahora no es posible
extraerle concesiones que entonces podía hacer en lo económico y necesitaba en
lo político: la Unión Soviética estaba en su apogeo, o al menos lo parecía, y
no era cuestión de que la poderosa y variada izquierda mundial acabara
inclinándose hacia el “socialismo real”.
En esos años la socialdemocracia, liderada por políticos
impecables como Willy Brandt y Olof Palme, entre otros, gobernaba o influía con
su peso electoral en todos los países de la UE y varios otros, obteniendo
importantes beneficios para el sector laboral y las clases medias. Pero al
mismo tiempo, abandono explícito de la teoría marxista y sus epígonos mediante,
se deslizaba hacia concepciones y modos liberales que ahora, ante la crisis
capitalista, le hacen compartir la suerte, o mejor, los fracasos, del
liberalismo puro y duro. En las elecciones parlamentarias de la Unión Europea
de 2014, la extrema derecha triunfó en Gran Bretaña, Francia y… Dinamarca, una
de las socialdemocracias por excelencia. ¿Remember 1929?
¿Por dónde anda pues la izquierda europea, mundial?
Imposible detallar aquí los variados desprendimientos que esta situación
provoca en los partidos socialdemócratas, así como los matices de las “nuevas”
propuestas. Pero la tendencia apunta a alianzas con el populismo y sus maneras,
con lo que socialdemócratas disidentes, ex comunistas y otros, acaban marchando
al son de bombos y tambores rumbo a la lumpen-política (http://www.perfil.com/columnistas/lumpenpolitica.phtml).
Hay varios, pero el más claro ejemplo de ésta deriva es el
partido “Francia Insumisa”, del ex socialista francés Jean Luc Mélenchon, un
culto y brillante orador que admira a la “Revolución Bolivariana” y a Cristina
Fernández, de quien opina que es: “una mujer
de impresionante energía y cultura”. Cosas vederes, Sancho…
Ya lo advirtió la genial teórica y militante marxista Rosa
Luxemburgo: “el socialismo no es un problema de cuchillo y tenedor, sino un
movimiento cultural, una concepción grande y soberana del mundo”. Vicios en su
gestación y desarrollo.
(*) Periodista y escritor
© Perfil.com
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