Gils Carbó.
Críticas en el Gobierno y en la Justicia.
“Arreglo” en el Senado.
Por Roberto García |
Cuando este miércoles 4 se cumpla el ritual de la visita de los jueces
porteños a la Corte Suprema, se advertirá una especial expectativa: en la
delegación se destacará una señora que Mauricio
Macri ha prometido convertir en Procuradora de la Nación, Inés Weinberg de Roca. Al menos ése fue el
anuncio presidencial, su meditada decisión y el principio de un conciliábulo
negociador con las fuerzas peronistas del Senado que deben consentir la
designación, encabezadas por Miguel
Pichetto, con quien almorzó en la semana.
Cierta intriga, sin embargo, rodea a la pompa cortesana en el Palacio de
Justicia. Por un lado, refulge la dama con su prometido poder de jefa de los
fiscales, se impone como atractiva estrella para reemplazar a la
cuestionada Gils Carbó y, quizás, hasta como intérprete de un futuro
cambio en las responsabilidades sobre las causas si media en el camino una
reforma para los fiscales sobre los magistrados. Alfombra roja, entonces, para
la esposa del veterano embajador Eduardo Roca, hoy apartado por razones de
salud, un íntimo y socio de Nicanor Costa Méndez, protagonista inclusive de la
guerra que esta semana conmemora fecha, Malvinas.
Antes de registrar alcurnia en el Palacio, frente a los cinco titulares
de la Corte, la actual jueza porteña puede aterrizar con dificultades:
su nombramiento final no parece un pasaje libre de embrollos. El toma y daca
entre Gobierno y oposición cuesta escriturarlo por las magnitudes a canjear y,
en el propio seno de la entente oficialista, surgieron observaciones que no
estaban previstas cuando en el pasado el PRO y Elisa
Carrió le otorgaron la venia para consagrarla en su carrera (la
que había tenido, antes, un giro espectacular gracias a Carlos Menem y a una
anécdota característica de los 90 en la que la mujer reveló una intrepidez poco
frecuente). Algo camino del foro está ocurriendo, como titulaba un grotesco de
otra época, a pesar de que el Presidente y su titilante álter ego Carrió
juraron elevar a la Roca.
Objeciones. Hay otros ángulos objetables a la propuesta femenina. Una cuestión
de precio, por ejemplo. El Gobierno deberá pagar por ascender a la mujer, requiere
de votos legislativos con los cuales no cuenta para aprobar el pliego,
gentilezas a desabrochar con plata, disfrazada de obras para las
provincias. Comprensibles delicias de la democracia, un hábito de convivencia
en cualquier país. Pero falta saber si la eventual cotización es alta o barata,
si puede solventarse, si corresponde oblar al peronismo determinada cifra por
cierto cargo y persona.
Ese dilema abruma a Macri & Cía que, en lugar de un sondeo previo de
costos, se inclinó ante los asesores de su craneoteca para anunciar la
designación. Como si se tratara una cuestión de principios y no una regla del
mercado: el precio subió por su desesperada demanda. Quedó expuesto porque la
Corte no le aceptó un tribunal y dos jueces le apresuraron la libertad a Cristóbal López. Cree, personalista, que
conspiran contra él y no que velan por los intereses propios (como si
Lorenzetti durmiera tranquilo con los 14 que lo acechan). Además, como Macri
pretende reformar el sistema con alguien ajeno al sistema –como si el
Vaticano fuera a corregir a los curas con un militar– sin antecedentes en el
fuero penal para su ejercicio, casi nadie del rubro judicial lo acompaña: para
operar del corazón, prefieren un Favaloro. Tampoco se identifican con la dama:
no hay quien aporte un óbolo para solidarizarse con ella. Ni se les ocurre
pedirle limosna a Luis Lozano, su compañero en el tribunal superior porteño,
quizás el más entusiasta con la posible partida.
Los heridos. Conviene recordar que el pliego, para progresar, requiere de respaldo
técnico, a menos que el Senado quiera cerrar los ojos. Tal vez, tanto el
Presidente como Carrió (quienes se proclaman padrinos de Weinberg) imaginaron
que el trámite sería sencillo y módico en el Senado, como el día en que se
complotaron para promoverla en la Justicia capitalina. Era otra liga, no la
mayor.
Al margen de la capilla oficial que aspira a digitar a la dama, no
se registran adhesiones a la iniciativa del nombramiento en las diversas y
opuestas fracciones que rodean al mandatario. Todos en contra, aunque no lo
manifiesten y a pesar de los rencores que mantienen entre sí. Los cercanos a
Angelici hubieran preferido a Raúl Pleé (a quien Macri llamó hace 72 horas para
pedirle que no se fuera por la promoción de Weinberg). Otros rivales
encumbraron a Ricardo Recondo, luego al juez Hornos o al fiscal Marijuan,
impulsado por un empresario gastronómico amigo. Hubo más nombres.
El mandatario jura que no le prometió nada a ninguno de los que
entrevistó. Tampoco les pudo explicar el criterio de selección que culminó en
la señora Roca. Ni siquiera habría evaluado la continuidad del hoy titular
temporario de la Procuración, Eduardo Casal, quien en silencio le agradó el
paladar desplazando a varios camporistas de Gils Carbó (y al que van a
conservar si no prospera la candidatura de Weinberg).
Parece ingenuo suponer que la depuración cristinista supondrá otro tipo
de alineación en el instituto: los fiscales han tomado tamaña
envergadura y vuelo que son más importantes que el jefe a contenerlos.
Tarea compleja para la dama elegida, casi una hoja en el torbellino de esa
muchachada que las pesquisas sobre la corrupción ubicaron en la primera línea
de los medios. Sobre todo para ella, que creció gracias al derecho
internacional y a figuraciones externas en las que contribuyó un marido mayor,
cuyo apellido o mención suele marginarse por cuestiones de género o simplemente
debido a que sirvió como embajador clave, en los Estados Unidos y en Naciones
Unidas, a dos gobiernos militares en ciclos diferentes.
© Perfil
0 comments :
Publicar un comentario