Por Fernando
Laborda
Faltan nada menos que 19 meses para las elecciones
presidenciales, pero desde el último fin de semana casi no hay otro tema de
diálogo entre las principales voces de la política argentina. ¿Será que nos
aproximamos a la campaña electoral más larga de nuestra historia?
Hasta no hace mucho, la estrategia del oficialismo consistía
en convertir a 2018 en el año del "reformismo permanente" para pagar
los costos políticos necesarios con tal de encarrilar la economía y llegar a
2019 con los deberes cumplidos para afrontar con éxito el calendario electoral.
Pero resulta que ahora tendremos dos años electorales y que de aquel
"reformismo permanente" pasamos a la "campaña permanente".
Casi al mismo tiempo que el consejo nacional de Pro puso en
marcha el operativo para la reelección de Mauricio Macri y volvieron los
timbreos con sabor electoral, distintos dirigentes del peronismo parecieron
comenzar a asumir que si no unen fuerzas, estarán en dificultades. Sin embargo,
el problema del peronismo es más complejo: dividido, tendrá pocas chances de
competir con éxito en una elección presidencial, y unido en torno de Cristina
Kirchner podría allanarle aún más el camino electoral al macrismo. Hoy está
fragmentado en varias sectas y huérfano de líderes con predicamento en amplios
sectores de la ciudadanía.
El peronismo se divide entre los que acompañan a Cristina
Kirchner y quienes no están con ella. Dentro de estos últimos se encuentran
aquellos que no quieren saber nada con la expresidenta y abogan para que forme
otro partido y quienes aceptarían compartir un espacio con ella si está
dispuesta a no ser su conductora. Quienes hablan con la exmandataria señalan
que Cristina es la figura que menos obstáculos pone para la unidad y que su
único objetivo es que Macri no siga gobernando el país. El propio Máximo
Kirchner dio una señal, al afirmar que "no hay que reconstruir lo que fue,
sino lo que viene".
Semanas atrás, algunos dirigentes acordaron la formación de
un equipo de trabajo para evaluar la unidad del peronismo. Se formó así el
llamado Grupo de los 7, integrado por dos kirchneristas, Agustín Rossi y Daniel
Filmus; dos hombres cercanos a Florencio Randazzo, como Alberto Fernández y
Fernando "Chino" Navarro; dos massistas, Daniel Arroyo y Felipe Solá,
y Víctor Santa María, en su carácter de anfitrión. El cuidado que tuvo este
grupo por la proporcionalidad no se reflejará en el encuentro de hoy en San
Luis, que encabezará Alberto Rodríguez Saá y que tendría una coloratura
básicamente kirchnerista, con la probable suma de Hugo Moyano y la ausencia de
la mayoría de los gobernadores. Algunos de estos solo apuestan a preservar su
capital, de ahí que ya planeen desdoblar sus elecciones provinciales de las
nacionales en 2019. Algo que tornará la campaña casi tan eterna como el agua y
el aire.
© La Nación
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