No se descarta que
al planteo de nuevos debates se le sumen otros anuncios y hasta un blanqueo pos
Mundial.
Por Roberto García |
Carga con un dolor en la espalda, molesto, acentuado quizás por cierta
acumulación nerviosa. Y, como es temporada de disgustos, las dolencias se
vuelven más recurrentes. Para colmo, Macri confesó que lo afectaba el agravio anónimo en
los estadios –esos cánticos que han convertido a su madre
Blanco Villegas en la más famosa del país– habilitando la regla básica del
bullying: el acoso se intensifica y multiplica cuando la víctima reconoce el
daño.
No se lo explicó ni el pesado Torello, quien dicen que en el secundario solía
servirle de culata cuando hostigaban a su amigo. Aun así, cuando puede vuelve
al deporte (fútbol, golf, paddle) y hasta se podría comparar en la
misericordia con el Kennedy de la balsámica mecedora que arrastraba
dolencias dorsales, padeció cuatro operaciones y, a veces, no podía ponerse
medias ni zapatos (eso no le impedía, según más de una biografía, desplegar una
actividad sexual desmesurada para algunos, pulsiones que lo convirtieron en un
depredador del rubro presidencial).
Con dolores o sin ellos, nervioso o no, Macri tuvo que hablar en el Congreso para inaugurar
las sesiones parlamentarias: lo hizo con el profesionalismo de
un locutor, al menos en relación a discursos anteriores.
Otros mundos. Pero, su contenido motiva otra exigente comparación política: Charles
de Gaulle se hacía acompañar por su ministro de Cultura, André Malraux,
“porque es quien me protege de los lugares comunes”. Ambos, claro, coincidían
en dedicar empeño por la grandeza de Francia; el discurso de Macri, en
cambio, fue tan vasto que hasta planteó un incremento de las boletas de
tránsito. Nadie parece acompañarlo.
Hay una considerable distancia entre los dadores de sangre intelectual
de Kennedy y De Gaulle con los apuntes de los 22 ministros –y su corte– que han
abastecido a Macri y aplaudieron a rabiar, eufóricos, lo que ellos mismos han
escrito. Nadie puede imaginar a Ted Sorensen entonces como miembro de una
claque, menos a Malraux, a pesar de la vanagloria y narcisismo del escritor.
Como la monserga del Gobierno es que lo peor ya pasó en el
país, que el pasado es una mochila nefasta, también sus
testigos, y el futuro una captura del oficialismo, se alza una pregunta ante
esa versión del otro lado del mostrador: ¿el paradigma entusiasta,
presuntamente juvenil y programado, le garantiza a Macri la reelección en el
2019? Hoy ya no se manifiesta esa firmeza optimista, al menos con lo
que se imaginaba hace apenas dos meses.
Cambio de imagen. Y hasta discurren sobre algún miembro del equipo como
alternativa: María Eugenia Vidal primera con comodidad. De ahí
que, en su propio discurso como gobernadora, ofreció un rostro menos
contemporizador que el de Macri, al revés de lo que ocurría hasta ahora. Ella
mala, él bueno. Rara situación: cordial y dialoguista el Presidente cuando, en
el ranking de la Casa Rosada, hoy su preferida entre todos los ministros es Patricia
Bullrich, no precisamente alguien que se indigne si la bautizan como la
dama de hierro. Conviene señalar que el interrogante sobre la reelección
también se instaló en el mandatario, a pesar de que enfrente de su Ribera no
aparece ningún fantasma ganador.
La falta de certezas promueve cambios en la administración: habrá
inflación de anuncios, discusiones como el aborto (Macri está en contra, pero
abre la puerta como hizo Kirchner con la Asignación Universal por el peso de
las encuestas), ejercitará confrontaciones (con los laboratorios
por la parte del león que se embolsan), venderá lo que pueda del Estado y hasta
repetirá medidas como el blanqueo de fondos no declarados, luego del Mundial:
se cree que hay ahorros en el exterior preocupados por normalizarse y que
perdieron la oportunidad el año pasado. Otra oportunidad, finalmente hay
países que viven con blanqueos permanentes y la Argentina podría no ser una
excepción. Además, como se sabe, a Macri y su equipo le gusta más recaudar
que achicar o podarse a sí mismo. Como a la mayor parte de sus antecesores.
Dilema abierto. Como se recordará, no había aplicación del Derecho
en la Argentina debido a que Gils Carbó presidía la Procuración. Los medios
cimentaron esa opinión. Pero la ascendida por Cristina se fue, nada cambió y
Macri no designó a nadie en su lugar; al contrario, mantuvo a su sucesor
natural, Casal, quien procedió a desmontar algunos cargos ocupados por cercanos
del cristinismo (derivó a varios a sus destinos originales). Nada más. Ese
ordenamiento alegró al Presidente, hasta pensó en conservar al funcionario que secundaba
a Gils Carbó, lo que ha hecho hasta el momento. Además, cualquier elegido
deberá atravesar el cedazo parlamentario y, la experiencia Reposo con Cristina,
no es un deseo repetible. Pero, claro, si se cambia el Código, las
investigaciones pasarán a manos de los fiscales, los jueces quedarán como
espectadores y a las flamantes figuras habrá que encontrarles un jefe. Una
nueva película. Además, descubrió que el Procurador, cualquiera sea, no puede
disciplinar a fiscales con vuelo propio, de Pollicita a Marijuan, Rívolo,
Stornelli o Taiano, y por más que nombre a un joven de su confianza éste jamás
podrá en el futuro desencadenarlo de los procesos eventuales a su retiro
presidencial. Mejor hoy ese dato realista que una desilusión mañana. De ahí que
del joven volvieron a los viejos más cercanos, de Recondo a la viuda del
embajador Roca, al tiempo que no sucumben iniciativas del principio, como
la de Hornos y Pleé, ambos, en algún momento, objetados por Carrió. Pero la
socia de Macri se ha vuelto más afónica (hasta Garavano se le anima), a veces
tiene soponcios y, preservar cierta unidad en Cambiemos, quizás obliga a
deglutir piezas indeseadas. No sería improbable, aparte, que haya
descubierto a muchos interesados en transparentar la Justicia cuando, en
rigor, pretenden dominarla a su gusto. Nadie ignora que son abundantes,
continuadas, las causas de funcionarios que ya transitan por Comodoro Py.
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