Por Jorge Fernández Díaz |
Con todo, en nuestro país los insultos a la madre de la criatura son
siempre preferibles a su ridiculización: para el argentino, es más respetable
ser malvado que ser estúpido. Novaro piensa que Macri se quedó solo en el ring
de la política y que en consecuencia debe ser culpable de todo: "¡Contra
alguien hay que cantar!". Dirigentes peronistas y caciques sindicales de
alto rango se arrepienten en privado de haber subestimado a la "bestia
negra". "Creíamos que era débil y boludo (sic), y nos demostró que
estábamos equivocados". A pesar de las iras de marzo y la vulnerabilidad
económica, el liderazgo del ingeniero se viene afianzando, y esto puede
acarrearle paradójicos dolores de cabeza, puesto que durante estos años ha
sabido construir fortaleza desde la debilidad. Los dragones que lo acechaban se
quedaron sin fuego, y por lo tanto, en esta etapa ya no mejora por contraste;
tendrá que batirse a suerte y verdad con su mismísima gestión y con su propio
destino.
Su discurso trajo una sorpresa mayúscula, que acaso plantea
un punto de quiebre. Hace catorce años, Kirchner intuyó lúcidamente que se
podía hacer política con los derechos humanos, porque esa causa blanca y
transversal constituía una larga demanda pendiente que había sido
desaprovechada por los políticos de gran porte: sus decisiones simbólicas,
parlamentarias y judiciales le otorgaron autoridad moral, fragmentaron a la
oposición y le granjearon el respeto de muchísimos críticos e indiferentes.
Macri recoge la agenda del "progresismo de género", que es un fuerte
requerimiento social en todo Occidente, y hace suya esa causa caliente con el
debate por la despenalización del aborto, el igualitarismo salarial, las
licencias por paternidad y otras banderas del nuevo feminismo. Es así como esos
derechos humanos del siglo XXI que flotaban en el ambiente y que representaban
a millones pero que pervivían en minorías políticas, fueron colocados en el
centro de la escena, y esto ya insinúa algunos realineamientos en sectores
independientes. Más allá de intenciones maquiavélicas, lo cierto es que tanto
aquella decisión inicial de Néstor (luego malversada) como esta resolución de
Mauricio mejoran en cierto modo a la Argentina. Los caminos de la política,
como los de Dios, suelen ser misteriosos. Y controversiales.
Añade Macri la convicción de alejarse aún más del prejuicio
conservador y de profundizar el carácter centrista de Cambiemos; es por eso que
confirma un gradualismo torpedeado a izquierda y a derecha, se pronuncia contra
el abolicionismo pero afortunadamente también contra la mano dura, y convierte
Campo de Mayo -mítica usina de asonadas y desgracias, centro clandestino de
detención-, en un simple Parque Nacional, bajando otro cuadro de la galería
negra de la historia. Si lo hubiera postulado el kirchnerismo, Abuelas y Madres
lo aplaudirían; como lo propone la "derecha", lo repudian.
Esta peripecia se inscribe naturalmente en un contexto de
aspereza económica y de calentura social: hay gente que sigue mal y pierde la
paciencia. Los sucesivos ajustes de las tarifas fueron imprescindibles, pero
sus efectos inmediatos son inflacionarios y recesivos; luego de producidos
sobreviene habitualmente un período de decepción y bronca, donde el optimismo
tambalea. Hacia marzo, con precios nuevos y salarios viejos, y con la irrupción
de la dura realidad después de la ensoñación estival, este Gobierno pasa sus
peores momentos. Aunque quienes pulsan mes a mes el ánimo de la comunidad
aseveran que el oficialismo cayó varios puntos en las clases altas de la
Capital, y creció en las clases medias del conurbano: la actitud de Macri
frente al caso Chocobar alarma a los porteños y gusta a los bonaerenses
desesperados, y este factor no parece ajeno a ese vaivén. Lo cierto es que
Macri ya dejó de caer, y si un inversor extranjero comparara verano contra
verano comprobaría que el año pasado el affaire del Correo había deteriorado
fuertemente su imagen, Brasil seguía en picada, los precios transparentes
habían ahogado el consumo, el sindicalismo se mantenía unido y listo para un
paro general, y Cristina era una amenaza. Un año más tarde, existen sospechas
de corrupción pero ninguna lesiona de un modo tan directo al jefe del Estado,
Brasil se recuperó, el consumo empezó a crecer en diversos segmentos, el
gremialismo se atomizó y perdió potencia, y Cristina fue arrasada. Catterberg
propone un juego más cercano en el tiempo: Cambiemos pasó 60 días sin manejar
la agenda, en diciembre caía en la consideración pública, parecía que el
Congreso lo esperaba con piedras y con una serie de derrotas, y la sombra de la
CGT se cernía sobre su gobernabilidad. Hoy, Cambiemos maneja la agenda, obtura
el declive, envía al Parlamento proyectos consensuales y otros que dividen a la
oposición, y el conflicto sindical tiende a ser puntual y medianamente
neutralizado. ¿Los CEO son mejores políticos que economistas? ¿De verdad lo
peor ya pasó?
Según los "cerebros" del plan, los ajustes
tarifarios terminarán en abril, cuando el gas se incrementará cerca del 30%;
soslayan que en mayo aumenta el agua y en junio el transporte. A pesar de ello,
sostienen que a mediados de año se llegará finalmente a la "normalización
tarifaria", y que el dólar alcanzará su nivel necesario, las paritarias se
cerrarán según el horizonte futuro y el Tesoro dejará de requerirle préstamos al
Banco Central. Están seguros de que allí la inflación descenderá y habrá otro
clima en la calle. Recurren a datos duros para defenderse: la actividad
económica se incrementó en un 2,8%, llegó a los escalones de 2015 y arrancó
2018 por encima de esa línea; el salario real le ganó a la inflación; enero y
febrero registran récords históricos en compra de autos y motos, y tuvieron un
repunte espectacular el turismo y los electrodomésticos. A eso le adosan el
significativo volumen de la recaudación tributaria (subió un 37%), producto de
que la rueda se mueve, y remarcan que por primera vez en febrero el crecimiento
de las exportaciones argentinas a Brasil fue alto y superó a las importaciones,
un signo virtuoso en medio de una carrera penosa.
"El crecimiento es desparejo porque estamos haciendo
dos cosas a la vez: un plan de estabilización y un cambio de régimen económico
-argumentan-. Algunos ganan y otros pierden. Unos están conformes, otros nos
quieren matar". Callan piadosamente los retrasos y las chambonadas, pero
aun así no parece un escenario de recesión; tampoco una fiesta de prosperidad y
alegría. Y siempre crispa los nervios pensar que este programa gradual implica
caminar un largo pasadizo subterráneo rogando que no se produzca ningún
derrumbe. Que el mundo no sople y el techo se nos venga encima, puesto que
dependemos del crédito si no queremos resignarnos a un recorte salvaje de
empleados y obra pública, o a una hiperinflación pavorosa. En este campeonato
nacional, Boca no hechiza. Pero tiene la suerte del campeón, y sus rivales son
peores y están desconcertados. El fútbol es así.
© La Nación
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