En el círculo más
cerrado del poder presidencial sacan número para la sucesión. Prueba piloto de
opositores.
Por Roberto García |
Con raspones varios, el cuarteto Macri-Peña-Vidal-Rodríguez Larreta
igual se consolida como hegemonía política, una casta alejada del resto. De
ajenos y propios. Se ha despegado hasta de la influyente “mesa chica”, hoy
disminuida sin explicaciones por retiro o reticencia del empresario Nicolás Caputo, el hermano del alma
presidencial, quien triscaba todas las semanas en la Casa
Rosada.
Ni hablar de la morosa y paralizada oposición, rota como un
espejo. Este fenómeno del oficialista plato volador se escapa
hasta de la regla geométrica que define los cuadrados: no es perfecto,
un lado es más importante que los otros tres, aunque los cuatro personajes coinciden
en repartirse el poder en los próximos seis años de la Argentina. Se
complementan, se necesitan por conveniencia, uno no puede prescindir
del otro, ni siquiera cambiar de feudo. Sobre todo desde que el Presidente
lanzó su propia reelección con veinte meses de anticipo, incluyendo en su
paquete de oferta a la gobernadora bonaerense, al jefe de la Ciudad y, a más
largo plazo, como su sucesor, al jefe de Gabinete (para quien emite deuda por
los próximos cien años lo de Peña en el lustro venidero resulta un tímido
ensayo futurista).
Estrella.Si alguien guarda reservas sobre este destino manifiesto, hoy puede
consultar al funcionario estrella de la Administración, Mario
Quintana, quien inició la moda de licitar almuerzos –con
observadores, curiosos, técnicos y periodistas– para explicar las bondades del
Gobierno, la felicidad consumada si gana el oficialismo en 2019. En suma, la
tierra prometida. A partir de “lo bien que estamos”. Claro, si uno se compara
hoy con el actor Juan Darthés o en poco
tiempo con el sindicalista Hugo Moyano.
Tamaña premura obedece a un mandatario que, al revés de su plácida vida
anterior, despliega ahora una actividad infrecuente, agitada, quizás tentado
por la atracción del bronce. Aunque permanecer como prócer temporario supone,
además, la postergación de amenazas ciertas que suelen planear cuando se
abandona la función pública en los países subdesarrollados. Nadie
piense, igual, que Macri se ha convertido en un workaholic. Para él, líder
del cuarteto ascendente, la página de 2019 ya está escrita. Más difusa, en
cambio, es la herencia de 2023, en especial para el jefe de Gabinete y la
gobernadora. No los acompaña la historia: nunca desde esos cargos se pudo
llegar a la presidencia. Diferente es lo del alcalde, con el antecedente de De
la Rúa, aunque Macri lo desafectó en público de su legado, privilegió a los
otros dos.
Sin duda, molestias personales por iniciativas autónomas, como la
Ciudad. Para colmo, Rodríguez Larreta puede inscribir a su favor las
fuerzas aliadas de Carrió, pero tropieza abiertamente con el turbión
contrario del radicalismo. Una diferencia entre socios que no lastima al
ingeniero, quien ha seducido a Lilita, y al frente radical lo conserva
gracias a Enrique Nosiglia, con quien se reunió hace pocos días. Por lo tanto,
puede sumar desde al díscolo Martín Lousteau o facilitar
refugio en el distrito porteño a sedientos partidarios, hoy con la nariz contra
el vidrio.
Otra curiosidad ameniza a las figuras del cuadrilátero oficial: ninguno
tiene un segundo garantizado, hay vacíos explícitos. A Vidal poco le ha
significado la compañía del radical Salvador, estimado y querido pero sin peso
específico ni divulgación en dos años de gobierno. Rodríguez Larreta, a su vez,
discurre sobre la continuidad de Santilli, pero tampoco se jacta de un
candidato mejor. Mientras, opinan unos, Macri llevará de nuevo a Michetti
como vice, aunque otros suponen que pactará ese puesto con núcleos en lista
de espera: sea el radicalismo mendocino de Cornejo o el peronismo cordobés de Schiaretti.
Determinación final que habrá de corresponderle a Duran Barba,
quien recomendará perfil y nombre de los elegidos. Hasta puede proponer,
por ese rol bautismal que lo caracteriza, a un elemento ad hoc para integrarse
en cualquier fórmula: la sugerencia podría corresponder a una mujer –por otra
parte, la única figura del PRO con nítido atractivo electoral, según los
sondeos–, la actual ministra Carolina Stanley, una pródiga de las
ayudas sociales y trato apacible con las organizaciones de ese tipo, casada con
un originario del peronismo (el jefe de Gabinete bonaerense, Federico Salvai),
dama con apariencia vulnerable y el estilo Heidi que le ha generado dividendos
inesperados al PRO. Por otra parte, se le reconoce a Stanley una
inclaudicable devoción por el Presidente: dice ser un soldado de Macri y,
como ejemplo, ha cumplido en exceso el pedido de ahorro que este les reclamó a
sus ministros.
Otra vereda. Tanta afirmación sobre el futuro político del Gobierno
contradice al archipiélago opositor, la entendida versión de que “enfrente no
hay nadie”. O, enterrado en el sólido argumento de que “a ella no le alcanza”.
Parece que antes del Mundial quizás aparezcan candidatos, ahora células
dormidas. Por ejemplo, José Manuel de la Sota, cordobés que busca un
referente como Massa en Buenos Aires. Con o sin agua en la
pileta, también se arroja Miguel Pichetto, quien empieza a recorrer el país con
un cencerro para aglutinar peronistas. Ninguno de los dos debe cosechar en la
última minicumbre de San Luis, desde donde se postula Alberto Rodríguez Saá con
bendición de la viuda de Kirchner y Boudou, operado por Mariotto. A esa cita no
concurrió el hermano Adolfo, se pronunció en contra de la reunión. Además,
tampoco lo habían invitado.
El factor CFK excitó en la provincia una grieta impensable: el Alberto se distanció de su hermano Adolfo o,
viceversa, luego de setenta años en comunidad de intereses y poder.Ya
han dividido bienes, posesiones y hasta interpretan canciones distintas. El
condimento femenino también lo aporta Giselle, esposa de Adolfo –de activo
proselitismo para cambiar los resultados adversos que el apellido Rodríguez Saá
había obtenido en primera vuelta–, quien realiza actos en los que objeta
duramente a su cuñado. Mientras, el hijo de este, otro aspirante familiar, para
continuar con el nepotismo crítico, bombardea a su tío. Infierno grande: ni
Macri imaginaba a su favor tanta violencia doméstica.
© Perfil
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