Por Manuel Vicent |
Se nos dijo que un día se abrirían todos los sepulcros y en
el valle de Josafat ante la puerta dorada de Jerusalén se agolparía la
humanidad entera resucitada a la espera de ser juzgada. Hay que imaginarse la
apabullante escena digna de una película de Cecil B. DeMille.
En un momento dado una voz atronadora pronunciaría tu nombre
y los dos apellidos reclamando tu presencia ante el estrado del Juez Supremo.
Entonces aparecería el ángel con el libro abierto donde estarían escritos tus
pecados, que a continuación serían aireados al mundo entero antes del veredicto
de condena.
Este cuento infantil macabro adquiere una realidad actual
bajo una forma moderna. El ojo divino que todo lo ve ahora se llama Big Data y
el ángel espía, ese móvil que lleva uno en el bolsillo pegado al sexo.
Hoy se vive con la sensación de que hay alguien que lo sabe
todo de ti y que una exhaustiva información de tus caídas, imposturas y
traiciones, que has ido dejando a lo largo de la vida, serán usadas en tu
contra. Si eres un político tienes que saber que eso que tratas de ocultar
estará en tu peor momento en la mesa de tu peor enemigo. Si eres un moralista
que vas dando lecciones tampoco estás a salvo de ser desenmascarado.
El juicio perentorio se producirá ante las redes que
emitirán un veredicto de culpabilidad incluso antes de ser oído. Los de mi
generación estamos advertidos desde que éramos niños.
© El País (España)
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