Mauricio Macri |
Mauricio Macri tiene muy claro que gobernar es insuflar
optimismo. Y esto se puede lograr con datos concretos sobre crecimiento
económico o bien introduciendo una agenda de temas novedosos que despierte
expectativas favorables en distintos sectores de la sociedad.
El Presidente y algunos de sus asesores también son
conscientes de que si hoy el Gobierno se enfrasca en debates sobre el presente
de la economía, puede perder en la opinión pública más de lo que podría ganar.
Porque todavía están latentes los fallidos pronósticos gubernamentales sobre
metas inflacionarias que no se cumplieron o sobre aquel recordado segundo
semestre de 2016. Pero fundamentalmente porque en los últimos meses las
expectativas sociales sobre el futuro de la economía, que hasta las elecciones
de octubre apuntalaron la confianza en el Gobierno, vienen en franca caída.
La mención de Macri al "crecimiento invisible"
puede tener una buena dosis de verdad, pero puede ser señalado como un nuevo
error comunicacional que alimenta los cuestionamientos de la oposición.
El jefe del Estado dijo ante la Asamblea Legislativa que
"lo peor ya pasó". Pero distintos economistas advierten que la
tensión existente en los mercados internacionales no debería ser menoscabada.
Al "lunes negro" de Wall Street del 5 de febrero, se suma la virtual
guerra comercial que podría desatar la decisión de Donald Trump de elevar los
aranceles sobre algunas importaciones de Estados Unidos, con el probable
aumento de precios, que potenciaría nuevas subas en las tasas de interés por la
Reserva Federal para enfrentar un escenario inflacionario. Esto implicaría
peores condiciones de financiamiento para los mercados emergentes como la
Argentina, que ha venido aumentando su nivel de endeudamiento en dólares para
financiar el gasto público.
Semanas atrás, el propio Macri instaló el tema de la
seguridad y una posición afín a cierto "manodurismo", al recibir al
policía Luis Chocobar, procesado por la muerte de un delincuente que había
acuchillado a un turista. Más recientemente, el Presidente contribuyó
decisivamente a instalar el debate sobre la despenalización y la legalización
del aborto. Anteayer, en el Congreso, Macri ratificó su voluntad de que esta
cuestión se discutiera, junto a una moderna agenda que incluye la igualdad salarial
entre hombres y mujeres, la licencia por paternidad, la creación de parques
nacionales, las políticas de educación sexual y salud reproductiva, y la
malnutrición y la obesidad infantil.
Habrá que ver si esta agenda, con el debate sobre el aborto
a la cabeza, coloca en un segundo plano cuestiones como la inflación, las
tarifas y las denuncias de corrupción que alcanzan a ciertos funcionarios del
gobierno macrista.
No hay dudas de que esta nueva discusión ha descolocado a
los principales adversarios del oficialismo. Casi tanto como cuando, en 1984,
el gobierno de Raúl Alfonsín llamó a una consulta popular para resolver el
conflicto con Chile por las islas del Canal de Beagle.
Pero estamos ante un debate cuyo desenlace y consecuencias
no pueden aventurarse. Tanto Macri como Marcos Peña, Gabriela Michetti y María
Eugenia Vidal se han pronunciado en contra de la legalización del aborto,
aunque impulsen su discusión. Si la iniciativa, tal como la piden los grupos
más activos en favor del derecho al aborto, es rechazada, sus defensores
responsabilizarán de su fracaso a la plana mayor del oficialismo. Y si la
iniciativa fuese aprobada, los sectores antiabortistas podrían culpar a Macri
por haber impulsado la discusión. El desafío de unos y otros es afrontar el
tema con una madurez a la que los argentinos no estamos acostumbrados y buscar
soluciones superadoras a un problema complejo, sin vencedores ni vencidos.
© La Nación
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