Por Carmen
Grau
Una amiga venezolana que da clases de español en un
instituto me contaba el otro día que sus alumnos están constantemente
interrumpiéndola con objeciones como esta: «El español es sexista»,
y ella, impaciente y desenfadada, les contesta: «Aprendeos las reglas y no les
deis más vueltas, que esto no es una clase de ética». Se encontró con esta
situación, por ejemplo, cuando les enseñó que they se traduce
como «ellos» o «ellas», pero si el grupo es mixto, es siempre «ellos», incluso
si hay una mayoría de féminas.
A menudo recuerdo también un chiste que me contó
uno de mis primeros profesores de inglés, que a su vez estaba estudiando
español. Se trataba de un inglés que había salido a pescar con un español. Los
peces no picaban, pero se les acercó una mosca y el inglés, ávido por practicar
su español, exclamó: «¡Un mosco!». El español —que no se conoce que fuera feministo—, con calma, casi sin inmutarse y sin
siquiera fijar la mirada en el insecto, lo corrigió: «Es una mosca». El inglés,
impresionado, achicó los ojos, concentró la mirada de nuevo en el díptero (o la
díptera) y exclamó: «¡Qué vista!».
Ah, el español, un idioma tan sexista, ¿verdad?, no
como el inglés, que no tiene problemas. Pues no. El inglés, de hecho, no lo es
menos. El problema es sociológico, universal; no lingüístico. Y esto del
problema me recuerda otra anécdota, con la que me encuentro cuando sucumbo a
las peticiones de enseñar español. Lo primero que les digo: «No hay problema».
«Ah, ¿pero no se dice no problemo?», me
preguntan. Y yo a mi vez me pregunto de dónde sale eso, quién lo dijo primero
para que uno tras otro me dañe el oído de esta manera. Lo busco en Google, ya
que ninguno de mis alumnos tiene respuesta. Y encuentro que una antropóloga
lingüista de la Universidad de Arizona, Jane H. Hill, ha popularizado el
término Mock Spanish para
describir una serie de frases que suenan como el español pero que solo usan
personas monolingües anglo-americanas (y, gracias a las películas o la
globalización, también anglo-australianas; doy fe). La más famosa es Hasta la vista, baby de Terminator 2, pero también entre esas se encuentra
el no problemo, buenos nachos (en
vez de buenas noches), hasta banana (hasta
mañana), y otras. Otra lingüista y antropóloga, Ana Celia Zentella, de la
Universidad de Nueva York, argumenta que este proceso denota hispanofobia porque reduce el español al nivel de
lengua fácil, simplona. Según ella, «la implicación es que lo único que tienes
que hacer es añadir una “a” o una “o” a una palabra inglesa y todo el mundo,
incluso los terminators, la pueden dominar con
poco esfuerzo». Tanto Hill como Zentella afirman que los anglosajones pueden
pronunciar mal el español, crear una gramática simplificada y mezclar el inglés
y el español a diestro y siniestro y, aun así, dar la impresión de ser gente
sabia, cosmopolita, en control, y con un buen sentido del humor.
Pero me ando por las ramas… que yo quería hablar de
otro problema. E insisto a mis alumnos que es un problema, sustantivo masculino
aunque termine en «a». Al menos de momento, porque quién sabe si dentro de unos
años será problemo, que en el lenguaje todo
es posible, y en España los modistas dejaron de serlo para convertirse en
modistos.
El machismo en el lenguaje existe como en todas las
áreas de la sociedad. Algunas personas no lo ven, y otras tenemos la mala
suerte de verlo en todas partes. No estoy a favor del masculino genérico que
nos inculcaron en el colegio y al que estamos todos acostumbrados, o al menos
estábamos hasta hace una década o dos. Pero sí soy partidaria de usarlo en vez
del malsonante «niños y niñas», «ciudadanos y ciudadanas», «gobernantes y
gobernantas», etc. Por otro lado, siempre me ha chocado que en un grupo de
personas formado por una mayoría de mujeres o niñas, se use el masculino. Si un
grupo de científicos consta de seis hombres y una mujer, lo «normal» es
referirse a ellos como «científicos», pero si son seis las mujeres y solo un
hombre, ¿no parece raro seguir refiriéndose al grupo con el masculino? A mí sí,
siempre me lo ha parecido.
Como decía más arriba, el inglés no es menos
sexista que el español, o no lo era. Creo que en esta lengua empezaron a
preocuparse por el machismo mucho antes, al menos así lo recuerdo yo. En mi
época de estudiante en Estados Unidos, a principios de los años noventa, ya
todo ensayo que se publicaba venía con una nota del autor aclarando que iba a
utilizar los pronombres personales he (él) o she (ella) y los posesivos his o her (que en
español es «su» para ambos géneros) alternativamente para que el sexo femenino
no estuviera excluido. En tiempos pasados había sido solo he, por supuesto; es decir, que el masculino genérico
también existía en inglés y, como observó varias veces Ursula K. Le Guin,
incluso las intelectuales del siglo XX se referían a sí mismas como hombres y
esta frase era perfectamente normal: If anybody needs an abortion he
will have to go to another state (Si alguien necesita un
aborto, tendrá que ir a otro estado). Curioso es que en esta frase, en español,
no hay necesidad de usar el pronombre; luego, en este caso ¿debemos concluir
que el inglés es más sexista que el español? Ahora nos parece increíble, pero
yo conozco a mujeres de generaciones anteriores a la mía, o a veces solo una
generación, que todavía dicen: «Cuando uno está embarazado» y hablan de «uno»
para referirse a sí mismas. Las corrijo, porque uno no está jamás embarazado a
no ser que sea Arnold Schwarzenegger en Junior;
o sea, perteneciente al mundo de la ficción. Asimismo, me sorprenden las
parejas modernas que anuncian que están embarazados. Es solo una manera de
hablar, por supuesto, para expresar el compromiso y apoyo del padre en la
creación de la nueva vida. Pues gracias por las muestras de empatía, digo yo,
pero ni así: los hombres no estaréis jamás embarazados cuando el sentido de la
palabra es el de llevar un retoño dentro.
En inglés terminaron por resolver el problema
del he o she usando
el plural they, que no tiene distinción
de género. Al principio una frase así resultaba rarísima porque rompe con la
regla de la concordancia entre el sujeto y el predicado: The person who says that is showing their own ignorance (La
persona que dice eso está mostrando su propia ignorancia), pero ahora, que han
pasado años, es normal y aceptable. En español no existe este problema, como
decía más arriba, y partiendo de esta premisa podríamos afirmar una vez más que
el español no es sexista y el inglés sí (o lo era).
Lo cierto es que todas las lenguas han sido
discriminatorias hacia la mujer hasta que hemos empezado a cuestionarlo.
Reconozco que a mí no se me ocurrió la necesidad de cambiar algunas cosas en
español hasta que fui testigo de los debates en inglés. Y cuando iba de visita
a Barcelona se lo comentaba a una amiga, que estudiaría filología como yo.
Recuerdo que se reía de mis quejas y me decía algo así como: «En español no va
a cambiar. Las reglas son así, y según la RAE…». Quizá
ahora ella no admitiría que tuvimos esas conversaciones, pero yo recuerdo muy
bien mi frustración. En inglés no existe una academia que dictamine cómo hay
que hablar y escribir, y esto hace a algunos opinar que el inglés es más
flexible que el español y se adapta antes a los cambios sociológicos. Y es
bueno que exista esa libertad porque el lenguaje pertenece a la gente y no a
las academias, aunque en inglés hay innumerables manuales de estilo que hacen
el trabajo de la inexistente academia. Por eso me alegré cuando empezaron a
oírse voces en español sobre la necesidad de cambiar algunas maneras de hablar.
Me sorprendió, sin embargo, los extremos a los que se lanzaron algunos y
algunas. Ay, y la rabia que da empezar a expresarse como esos y esas, porque el
lenguaje es así: al principio nos suena raro pero luego hay cosas que se pegan
y nos vamos acostumbrando. Aun así, yo me niego a adoptar el repetitivo
desdoblamiento, que afea tanto todo ensayo, discurso o narración. Que en
español sea más difícil que en inglés deshacerse del masculino genérico no me
preocupa en absoluto. Sin embargo, hay palabras y expresiones aún muy presentes
en nuestra lengua que me enojan, sobre todo porque quien las usa lo hace por
inercia o tradición, sin pensar. La que más: «hijo de puta»,
porque implica que la culpa de que uno sea un cabronazo es de la madre; «nenaza», «hombre» para
referirse a toda la humanidad… y el «lloras como una niña»
que no me canso de criticar pero que está aún en todas partes y daña muchísimo
tanto a las niñas como a los niños.
Cuando empecé a aprender inglés, de adolescente,
recuerdo que pensé: «Me gusta más este idioma que el español porque es menos
explícito, da menos información». El contexto era este: vivía en un pueblito de
Inglaterra con una familia de padres demasiado estrictos que, cuando llegaba
tarde, me preguntaban con quién había estado. La respuesta, como en español,
era siempre la misma: «With a friend».
Solo que cuando me la formulaban mis propios padres, tenía que ser «con un
amigo» o «con una amiga», así que la mentira era inevitable: «con unos amigos».
En inglés no era necesario mentir hasta dos segundos más tarde, con la
siguiente pregunta: «A boy or a girl friend?». De modo
que en ningún idioma había escapatoria.
Otro problema que se encontraron en inglés y que
también tenemos en español es el de los oficios. Por ejemplo, las actrices de
Hollywood decidieron que el término actress —actriz—
es machista y equiparable a otros términos obsoletos por pertenecer a una época
en que las profesiones eran dominio de uno solo de los sexos, normalmente el
masculino, tales como authoress, comedienne, manageress, lady doctor o male nurse. Ahora lo
correcto, tanto para hombres como mujeres, es actory el plural,
claro, actors. Así lo estipulan las guías de estilo de los
diarios The Guardian y The Observer, que
aconsejan el uso de la palabra actress solo
para referirse al Oscar para la mejor actriz.
Esto no deja de ser muy curioso e incluso
paradójico porque parece que en español ocurre lo contrario y de ahí el ubicuo
desdoblamiento al que nos vamos acostumbrando, aunque no siempre ha sido así,
pues también en español algunas mujeres se negaron a ser arquitectas, médicas e
ingenieras, lo cual constituye para algunos una especie de machismo femenino.
Una lectora de The Guardianescribió
al diario con la observación de que en inglés una princesa es todavía a princess y una duquesa a duchess y «¿por qué no pueden darnos a las
mujeres la dignidad que merece nuestra identidad en vez de tratarnos como
hombres?». El diario respondió que el ímpetu del cambio provenía mayormente de
las actrices mismas, y que no es lo mismo decir que Harriet Walter, por
ejemplo, «es una de nuestras mejores actrices» que «es una de nuestros mejores actores», pues en el segundo
caso compite también con los actores varones. The Guardian además
señala que normalmente no es necesario distinguir entre los dos sexos y, si lo
es, las palabras male y female son perfectamente adecuadas para llevar a
cabo la aclaración, como en la frase: «Lady Gaga ganó un Brit en 2010 por mejor
artista femenina». Así que en inglés no hay inconveniente con decir «two female speakers and one male speaker» (dos mujeres
portavoces y un hombre portavoz).
Continuando con los oficios y profesiones, que
tanta guerra dan en español, en inglés también tuvieron que cambiar algunas
cosas. Por ejemplo, stewardess (azafata
de vuelo) es ahora flight attendant para
ambos sexos, y police officer sustituye
a policeman y policewoman;
asimismo, ahora se usa firefighter para
referirse tanto a bomberos como a bomberas.
El lenguaje evoluciona, todo cambia, y cada uno lo
usa como quiere, a riesgo de que no se le entienda. Pero el lenguaje y la
moralidad van unidos; ya lo dijo Sócrates: «El mal
uso del lenguaje introduce el mal en nuestra alma». Yo, por cuestión de
principios, me niego a aceptar la palabra modisto, pues como
ya escribió Leonardo Gómez Torrego en 1999, «constituye una verdadera violencia
morfológica» y «se esconde detrás de esta oposición una actitud machista, por
considerar absurdamente que la forma en -o es más
prestigiosa que la forma en -a». Quizá algún día
alguien me haga cambiar de opinión, de momento no. Sé que soy tiquismiquis y no
puedo evitar parpadear con sorpresa y confusión cuando oigo palabras como miembra, modisto y portavoza, igual que me pasa con el molesto no problemo.
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