Por Fernando Laborda
Mientras el oficialismo ha comenzado a avanzar en el diseño
de un plan para la reelección presidencial de Mauricio Macri, el peronismo
aspira a iniciar en los próximos días un debate para la reorganización
partidaria, aunque con más dudas que certezas.
Dirigentes de uno y otro sector en que se divide el
justicialismo buscan darse aliento mutuamente y proclamar que "hay
2019", a partir de la caída en la imagen que experimentó el gobierno
nacional entre los meses de diciembre y enero. Pero también reconocen que el
peronismo enfrenta dos inconvenientes: su falta de unidad y su carencia de
liderazgos con serias probabilidades de éxito en una elección nacional.
Este viernes, en La Pedrera, San Luis, tendrá lugar un
encuentro por la unidad, organizado por el gobernador Alberto Rodríguez Saá y
el intendente de Resistencia, Chaco, Jorge Capitanich. Se aguarda la presencia
de un importante contingente de referentes del kirchnerismo, aunque no estará
Cristina Kirchner, y del titular del PJ bonaerense, Gustavo Menéndez. Es
probable que a la reunión se sumen los sindicalistas Pablo Moyano y Hugo Yasky
.
Más que para divisar una posible estrategia electoral de la
principal fuerza opositora, el encuentro de San Luis podría servir para
confirmar cómo están divididas las aguas dentro del peronismo. En el sector del
justicialismo distanciado del kirchnerismo, que tiene referentes parlamentarios
como el senador Miguel Pichetto y los diputados Diego Bossio y Pablo Kosiner,
hay una clara vocación por generar un liderazgo que no tenga nada que ver con
Cristina Kirchner. Se menciona al gobernador salteño Juan Manuel Urtubey , al
sanjuanino Sergio Uñac e incluso al ex candidato presidencial Sergio Massa ,
quien desde hace años compite por fuera del PJ, como eventuales postulantes en
2019. También, a Florencio Randazzo .
Pero así como algunos referentes de este grupo no ocultan su
deseo de que el cristinismo compita en 2019 al margen del justicialismo,
tampoco desechan romper todos los vínculos con ese sector. "Nuestro límite
puede ser Cristina, pero no podemos tirar abajo todos los puentes con el
kirchnerismo, porque pensamos en un escenario de ballottage para los comicios
presidenciales", señalan voceros del peronismo no K en el Congreso.
El régimen electoral para las elecciones presidenciales
determina que, para ganar en primera vuelta, una fórmula necesita superar el
45% de los votos válidos emitidos o bien al menos el 40% y una ventaja superior
a diez puntos sobre el segundo binomio más votado.
Nadie en el peronismo cree hoy que, en los próximos comicios
presidenciales, Macri supere el 45%, pero nadie puede descartar que pueda
obtener el 40% y aventajar por más de diez puntos a un peronismo dividido entre
un candidato kirchnerista y otro no kirchnerista.
No es ese laberinto electoral el único problema que enfrenta
hoy la oposición peronista. En las últimas semanas, el macrismo ha dado algunas
señales de fortalecimiento, tras la fuerte caída que sufrió en las encuestas
durante diciembre y enero.
Un indicador de esa recuperación del oficialismo es que
parece haber vuelto a conducir la agenda de la opinión pública, que había
perdido en las primeras semanas del verano con la irrupción del debate sobre el
cálculo de los ajustes jubilatorios y los presuntos casos de corrupción que
involucraron a varios funcionarios gubernamentales. La introducción del tema de
la despenalización y legalización del aborto fue la principal cuestión que
cambió el eje de la discusión que pretendía imponer la oposición.
El frente sindical también perdió fuerza tras la
movilización encabezada por Hugo Moyano . El Gobierno consiguió hábilmente
dividir al sindicalismo y frenó, al menos por ahora, las protestas. Se avanzó
en las negociaciones paritarias con algunos gremios, sin que éstas se alejaran
demasiado de los parámetros que se propuso el Gobierno y que rondan aumentos
salariales del 15% anual. Y en la provincia de Buenos Aires, se logró que
prosiguieran las tratativas con los gremios docentes con los alumnos en las
aulas.
Finalmente, al sobreactuar sus discrepancias con los
empresarios, Macri no sólo buscó desacreditar el viejo mito de que gobierna
para los ricos, sino que le quitó una bandera a la oposición que le pedía una
actitud más enérgica ante aquel sector. Hay que recordar que, en el debate sobre
la reforma tributaria de diciembre pasado, el diputado justicialista Bossio le
pidió al gobierno nacional un cambio de actitud hacia los empresarios.
"Las exigencias no pueden venir solo de un sector corporativo. Hay que
exigirles a los empresarios que inviertan y que pongan lo que tienen que poner,
porque si no les van a seguir corriendo el arco y la lluvia de inversiones
nunca va a venir", sentenció el extitular de la Anses durante parte de la
era kirchnerista. Un mensaje parecido al que los industriales escucharon días
atrás del Presidente y de su ministro de Producción, Francisco Cabrera.
© La Nación
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