Caída en las
encuestas, cortinas de humo y reelección, o cómo gestionar las expectativas en
un clima adverso.
Por Ignacio Fidanza |
El gobierno lanzó la reelección de Macri con la misma
indolencia que viene abordando los desajustes macroeconómicos. El gradualismo
más que un dogma parece un virus que drena entusiasmos. Y es natural. Pasamos
de una meta de inflación del 10 por ciento, al 15, a más o menos el 20. Es una
desviación del 100 por ciento, pero tranquilos que todo se irá acomodando. Porque
estamos condenados al éxito.
El subtexto del programa contiene un tardío homenaje a
Alfonsín, que vuelve aún más incomprensible el fastidio de Ricardito con
Cambiemos. La Jefatura de Gabinete, el lugar que Macri eligió para verticalizar
el poder, redescubrió el encanto de aquella idea que viene lastrando el
desarrollo argentino: Un poco más de inflación -de lo razonable- empuja el
crecimiento y el bienestar económico. El final ya lo conocemos.
Pero esta vez va a ser distinto, porque tenemos el mejor
equipo de los últimos 50 años, que va a saber lidiar con este potro, para que
corcovee pero no se dispare. Algo así como aflojar las riendas, pero
mantenerlas cortas. ¿Suena contradictorio? Tal vez lo sea.
En el Ministerio de Hacienda tienen una explicación técnica
para justificar su aplomo: "En la primera mitad del mandato el reajuste
tarifario nos sumó 7 puntos de inflación por año y ese proceso se termina este
año". O sea, cuando enciendan los motores de la reelección en el 2019, van
a llegar sin ese lastre. Los monetaristas tendrían algo para decir sobre ese
pronóstico, si el déficit global se mantiene a los actuales niveles. Pero ya se
sabe, son "liberalotes". Que, por cierto, con su enojo se la hacen
fácil a Cambiemos. "Sin ningún esfuerzo quedamos como
socialdemócratas", festejan en la Casa Rosada.
El lado B de ese paisaje es el que explica el fastidio
contenido de los mercados ante el relato macrista. El Gobierno canjeó baja del
gasto flexible -subsidios- por aumento del rígido: jubilaciones y prestaciones
sociales. Es decir, el año que viene el ajuste para cumplir la meta fiscal será
cruento o no será. ¿Qué imaginan que ocurrirá en un año electoral?
Por eso las cortinas de humo, que no son otro cosa que la
respuesta posible -en el mundo gradualista- a la caída en las encuestas. Porque
si la variable ordenadora es el tiempo, bueno, hay que aguantar con lo que se
tenga a mano. En la Casa Rosada se consuelan con una explicación macro: febrero
y marzo son los peores meses porque conviven sueldos viejos con tarifas nuevas,
con el pago de las vacaciones, con el inicio de las clases. Cuando vayan
cerrando las paritarias y se disparen los aumentos salariales el malestar
cederá. Bienvenido otra vez segundo semestre.
Pero como la vida continúa, fue necesario instalar la reelección
para cortar de cuajo una insidiosa percepción que se estaba extendiendo: Vidal
es una candidata a presidente más competitiva que Macri.
Se ve que no todas las "conversaciones" públicas
son saludables para la elite del PRO.
Sin embargo, aún en sus horas más oscuras, siempre les
quedará la polarización. Un regalo contemporáneo que por momentos parece
agotado, pero que bien llevado acaso todavía puede ofrecer un último servicio a
la Patria.
El filósofo político Massot fue muy preciso en su
pronóstico: "Es probable que nos quedemos seis años más y luego venga un
peronismo reciclado".
Es otra manera de decir que la construcción de ese peronismo
reciclado está con dificultades para llegar fuerte al 2019. Por una sencilla
razón: La que se está volviendo más y más competitiva es Cristina, no ellos.
La última encuesta de Opina Argentina le otorga 42 puntos de
imagen positiva y la de Hugo Haime 43. Valores muy similares a los de Macri.
Con una novedad, ella crece muy poco, pero crece.
Toda la construcción de Pichetto, Massa, Urtubey y los
gobernadores, descansa sobre una hipótesis: Cristina no juega. Y ella abona esa
presunción en conversaciones con dirigentes políticos. Los mismos que le
creyeron cuando dijo que de ninguna manera iba a ser candidata a senadora.
Sorprende la candidez. ¿La señora tiene un ballotage al
alcance de la mano y se va a quedar en casa, disfrutando de los nietos, para
hacerle el favor a gente que mide mucho menos que ella? ¿Se va a perder la
posibilidad de coronar algunos gobernadores y decenas de intendentes,
diputados, senadores y concejales? Sería un caso notable de un político que
resigna la posibilidad de ampliar su fuerza.
Es sobre ese lienzo que Macri traza el recorrido de su
gradualismo, como el reino de lo posible en un país imposible.
© LPO
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