Moyano se consolidó
como el líder de una resistencia
de base al gobierno de Cambiemos.
Por Ignacio Fidanza |
El camionero resistió con éxito la embestida del gobierno
para desarmar su protesta de este miércoles y se convirtió en el líder de facto
de la resistencia de base social al proyecto de Macri.
Logró sortear sin despeinarse la ofensiva del gobierno para
dejarlo en soledad, un esfuerzo político que al final del día lo terminó
beneficiando: podrá adjudicarse casi sin discusión la conducción de los cientos
de miles que desbordaron la Capital del país.
Logra Moyano coronar así un giro
interesante luego de haber sido de los primeros sindicalistas en apoyar
abiertamente a Macri.
Como en los 90 cuando creó el MTA, se reinventa en la
vanguardia del conflicto social y arma un entramado con los golpeados del
modelo. En el gobierno se consuelan explicando que la movida es funcional al
proyecto electoral de Macri porque espanta a la clase media. Es probablemente
cierto, pero no deja de ser la explicación conformista de una derrota política
para cualquier presidente: Este miércoles el gobierno perdió de manera
inapelable el control de la calle.
Moyano por otro lado juega un juego distinto al de la
política electoral y leerlo en esas coordenadas puede llevar a cometer un
error: Su juego es la pelea de poder descarnada sin necesidad de validación en
la opinión pública. No se somete a voto, sino que se mide en demostraciones de
fuerza de acción directa, como la de este miércoles.
En ese terreno, el resultado de la movilización le aportó
una dosis de anabólicos importante en la pulseada que mantiene con sus pares
del sindicalismo, por marcar los tiempos del conflicto social. No hay que ser
un genio de la política para saber quién quedó mejor parado en ese mundo: Si
Moyano golpeando sobre las consecuencias del ajuste ante miles de personas o
sus colegas a punto de subirse a un avión para pasear por Europa con el
ministro de Trabajo, Jorge Triaca.
Moyano con su finta de este miércoles embolsó a intendentes
peronistas y massistas, movimientos sociales, partidos de izquierda, La Cámpora
y un sector del movimiento sindical peronista. No es poco para un dirigente que
estaba más para jubilarse que pasar dar estas peleas y que acaso el capricho o
el enojo de Macri empujó a la oposición activa.
Ahora el Gobierno puede elegir el camino de agudizar la
confrontación precipitando su detención o la de su hijo; o tomar nota de que
existe un mundo que no se siente incluido por el proceso en marcha y acaso haya
que ensayar alguna respuesta política más adecuada para lidiar con esa
realidad.
No parece casual que el camionero haya eludido escalar el
conflicto convocado a un paro. Este miércoles la Argentina presenció la vieja y
conocida receta vandorista en plenitud: Golpear para negociar. Si Macri lograra
hacer a un lado sus enconos personales, casi debería agradecer que sea Moyano
el que lidere a los enojados.
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