Por Fernando Laborda
Asesores de imagen del macrismo están persuadidos de que la
mejor versión del gobierno de Mauricio Macri es aquella que lo enfrenta con lo
que buena parte de la sociedad quiere dejar atrás. Y creen que la presencia de
moyanistas y kirchneristas juntos en la vereda de enfrente representa, en
términos electorales, el mejor de los mundos para el Presidente.
Algunas encuestas de opinión pública han corroborado lo evidenciado
por el propio discurso de Hugo Moyano en la avenida 9 de Julio. Un sondeo de
D'Alessio Irol da cuenta de que solo para el 18% de las personas consultadas la
motivación del acto de anteayer residió en la legítima defensa de los
trabajadores. Para el 48% no hubo otro propósito que la defensa personal del
líder camionero ante la acción de la Justicia, en tanto que el 19% apuntó a la
necesidad de Moyano de mantener poder político.
El país asistió a una sucesión de discursos mucho más
conservadores que revolucionarios, en defensa de un viejo orden basado en
privilegios corporativos para los dirigentes gremiales. El trasfondo del
mensaje de la 9 de Julio fue: "Con los líderes sindicales no se
metan".
La imagen positiva de Moyano en la ciudadanía oscila apenas
entre el 5 y el 10%, de acuerdo con distintas consultoras. Ni él ni sus
allegados esperan que la opinión pública valide sus acciones directas. La
simple táctica de Moyano es hacerse fuerte en la calle y golpear al Gobierno
para, eventualmente, negociar.
No resultó casual que el líder camionero no dejara de tender
sutilmente puentes hacia el Gobierno. Su primera concesión fue no subirse a la
idea del paro general que lanzaron otros dirigentes que lo acompañaron, como el
estatal Pablo Micheli.
La capacidad de movilización y de daño del gremio de los
camioneros está fuera de toda duda. Pero no solo quedó en evidencia su soledad
dentro del sindicalismo tradicional. A pocas horas de finalizado el acto,
dirigentes izquierdistas, como Néstor Pitrola, del Partido Obrero, ya estaban
criticando duramente a Moyano, pese a haberse hecho presentes en el acto.
"Su discurso fue frustrante y dejó mucho que desear, porque solo habló de
su situación judicial y no atacó la reforma laboral. Moyano ya se agotó",
concluyó el dirigente trotskista.
El desconcierto que acosa a la oposición lleva a
convergencias disparatadas o a la posibilidad de un encuentro entre dirigentes
que desde hace años se detestan, como Moyano y Cristina Fernández de Kirchner.
Unos y otros tratan de darse aliento con la frase "Hay 2019". Pero lo
cierto es que, por ahora, el gobierno de Cambiemos no tiene enfrente un
conglomerado político capaz de capitalizar sus dificultades para explicar la
subsistencia de los problemas socioeconómicos.
Ese mismo desconcierto ha llevado a no pocos de los
dirigentes que se dieron cita en la 9 de Julio a decir que detrás de la marcha
contra el gobierno de Macri estaba el poder inspirador del papa Francisco. Tal
interpretación es apenas un síntoma de la orfandad de líderes y también de
ideas que caracteriza a la oposición.
En el macrismo muchos están convencidos de que será difícil
perder apoyos electorales mientras Moyano y Cristina Kirchner estén a la cabeza
de la oposición. Pero también es difícil que el kirchnerismo o cierto
sindicalismo combativo puedan desaparecer del escenario político mientras haya
al frente del gobierno alguien a quien, desde su concepción populista, puedan
identificar con la "derecha gorila".
El macrismo y el kirchnerismo, como el yin y el yang,
parecerían necesitarse mutuamente para definirse a sí mismos. Está claro que el
conflicto con el otro sigue siendo un negocio para ambos. Probablemente Moyano
se haya montado a esa misma lógica por su propio instinto de supervivencia.
El líder camionero es un enemigo favorable para Macri, al
menos en la opinión pública. Desde luego, habrá riesgos si el poder se dirime
en la calle. Pero mientras no reine la sensación de ingobernabilidad, el
Presidente llevará las de ganar.
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