La
contraofensiva de Francisco por el aborto y la estabilidad
del ministro Caputo.
Por Román Lejtman |
En Santa Marta no sorprendió la decisión política
de avanzar con la despenalización del aborto. Ya se había filtrado la información
y Francisco ordenó la redacción de un comunicado de la Comisión Episcopal que
únicamente defienda la posición tradicional de la Iglesia y que enfatice el
valor del debate de ideas en las cámaras legislativas. La filípica del
arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, no es asumida en Balcarce 50 como
la postura oficial del Papa.
Macri ya sabe que Aguer será reemplazado por
Víctor "Tucho" Fernández, rector de la UCA y amigo personal de
Francisco. Aguer es un enemigo declarado del Papa y su pasado vinculado a un
entramado religioso-financiero no lo convierte en el vocero ideal para defender
las posiciones más importantes de la Iglesia y sus fieles.
Macri meditó mucho tiempo acerca de plantear a la
sociedad el debate de la despenalización del aborto. No está a favor y
asume la posición de la Iglesia, pero considera un deber político proponer una
solución legal a una crisis endémica que afecta fundamentalmente a los sectores
más vulnerables. El Gobierno tiene la suficiente información para
probar que los abortos clandestinos matan a más mujeres de clase baja que a
embarazadas de sectores sociales medios y altos.
Pero al margen del sistema de valores
presidenciales y de las estadísticas que maneja la Casa Rosada, no se puede
soslayar la posición de Francisco respecto al Gobierno para terminar de
entender por qué ahora se propone debatir la despenalización del aborto. Macri
piensa que el Papa ha perdido muchísimo prestigio en la Argentina y el mundo,
y que su decisión de no visitar al país ha causado desilusión entre sus propios
feligreses y un sector importante de la opinión pública que lo observaba como
un protagonista importante de la realidad nacional.
Francisco defendiendo a Hebe de Bonafini y
saludando en inglés cuando cruzaba el espacio aéreo argentino rumbo a Chile
fueron dos actitudes que facilitaron la toma de decisión de Macri respecto a la
despenalización del aborto. El Presidente consideró la influencia del Papa en
este asunto clave que se debatirá con mucho énfasis en la opinión pública
y concluyó que su imagen está descascarada por sus
contradictorios mensajes hacia la Argentina y por sus posiciones públicas
respecto a los innumerables casos de abusos de menores cometidos en la
intimidad de la Iglesia Católica.
Dolores físicos y de cabeza
La espalda de Mauricio Macri crujió cuando
terminaba su primer partido de paddle en el torneo oficialista Retiro de
Chapadmalal. Junto a Patricia Bullrich habían derrotado 6-2 a los ministros
Hernán Lombardi y Andrés Ibarra. A Macri ya le empezaba a doler, pero no
abandonó la contienda: entraban a la cancha Marcos Peña y Fernando de Andreis,
que por esas horas aún protegía a su amigo Valentín Díaz Gilligan. El
Presidente jugó disminuido y apretando los dientes, mientras Peña y De Andreis
hacían su faena casi como una rutina. Triunfaron 6 a 2, y las bromas siguieron
hasta la cena. Macri disimulaba el dolor, pero le costaba no tocar su
zona lumbar cuando ya no tenía manera de acomodar su columna vertebral contra
una silla común con respaldo espartano. La situación empeoró a lo
largo de la semana y la dolencia se transformó en traición política cuando
cenaba en la fiesta de cumpleaños de Mirtha Legrand. El Presidente brindó con
una sonrisa forzada, saludó a la Señora de la Televisión y se refugió en la
camioneta oficial junto a Juliana Awada y Antonia Macri. Noqueado por
el dolor, se tiró sobre el asiento trasero y sin dudar se tomó
la frente para atenuar el ramalazo que atacaba la parte baja de su espalda.
Juliana, Antonia y su gabinete están muy preocupados por la salud de Macri, que
se resiste al reposo médico y a considerar otros deportes que sirvan para bajar
la tensión sin causar un daño a su salud presidencial. No se descarta que en la
semana, el presidente visite a un médico y sea sometido a sesiones de
fisioterapia.
Las preocupaciones de Macri no terminan en su
espalda y el Vaticano. Sabe que su ministro de Finanzas, Luis Caputo,
está bajo fuego político y judicial. Caputo jura que tiene todo en
regla y que no es una versión recargada de Díaz Gilligan, el subsecretario
general de la Presidencia que renuncio por haber omitido una cuenta offshore en
el paraíso fiscal de Andorra.
Macri considera que Caputo "es el ministro más importante del gabinete" y hará lo necesario e indispensable para evitar su caída. Sin embargo, esa confianza política tiene una encerrona jurídica: para apuntalar su defensa, Caputo tiene que dar un nombre. Y si lo da: podría violar el secreto fiscal. Macri aún no definió el próximo paso, pero ordenó que se informará sobre todos los detalles del caso a la Oficina Anticorrupción (OA). Laura Alonso aún no está muy convencida y espera información clave desde Nueva York.
Macri considera que Caputo "es el ministro más importante del gabinete" y hará lo necesario e indispensable para evitar su caída. Sin embargo, esa confianza política tiene una encerrona jurídica: para apuntalar su defensa, Caputo tiene que dar un nombre. Y si lo da: podría violar el secreto fiscal. Macri aún no definió el próximo paso, pero ordenó que se informará sobre todos los detalles del caso a la Oficina Anticorrupción (OA). Laura Alonso aún no está muy convencida y espera información clave desde Nueva York.
A Alonso le habían dicho que Jorge Triaca era
inocente y que Díaz Gilligan era un perejil, dos casos que opacaron la
imagen pública del gobierno. Y Alonso no quiere repetir con el
ministro Caputo, la experiencia que afrontó con Triaca y Díaz Gilligan. Para la
jefa de la Oficina Anticorrupción, Triaca y Díaz Gilligan son impresentables.
Una percepción que comparten muchos miembros del gobierno de Macri.
© Infobae
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