Eugenio Raúl Zaffaroni |
Por Rubén Rabanal
Los jueces hablan por sus sentencias. Es la regla que, se
recomienda, deben seguir los magistrados en todo el mundo. Por lo demás, prima
en casi todos los Justice de la tierra (estén aún o no en el cargo) la mesura a
la hora de dar su opinión o inclusive el silencio absoluto.
Todo ese honor es
en un justo ejercicio de lo que institucionalmente representan: las Cortes
Supremas son el límite último de la legalidad y la estabilidad del Estado. De
ahí su rol político junto al Judicial, pero que nunca habilita a zambullirse en
el lodo en que el resto de la política normalmente se desenvuelve. Incluso
aquí, mientras las cabezas de las instancias menores hacen gala de una
verborragia evidente, los ministros de la Corte, incluso los retirados, hablan
y se desenvuelven con modales vaticanos hasta cuando hacen política. En este
caso debe sumarse que Zaffaroni no solo es un exjuez de la Suprema Corte de la
Nación Argentina, sino que sigue siendo integrante de la Corte Interamericana
de Derechos Humanos, cargo al que ayer dijo que no renunciará.
Por eso choca Eugenio Zaffaroni cuando pide (en este fin de
semana lo hizo casi sin disimulo) que se adelante una salida de Mauricio Macri
del poder para intentar así, siempre según su particular visión de la vida,
morigerar los efectos que la emisión de deuda tendrá sobre el futuro de la
economía. Lo dijo directamente: "Si se van antes, vamos a tener menos
deuda, vamos a podemos resolver el problema. Es un deseo, puede ser que se
vayan en 2019, total hay un año de diferencia, pero esto nos lleva a una
catástrofe social". Se conocían sus habilidades, se las comparta o no, en
materia penal; pero acá esta opinando sobre algo que se supone no conoce, como
es la economía. Debería haber sospecha entonces sobre que una vieja amiga (que
tampoco sabe nada de economía aunque ella se haya convencido de lo contrario)
le sigue pasando letra como en otros tiempos.
Este es el mismo Zaffaroni que razonó en fallos sobre la
imposibilidad de considerar como agravante el uso de un cuchillo en un asalto porque
no debe reconocérsela un arma, a diferencia de una pistola; o el que elaboró la
doctrina que dice que no debe considerarse violación al sexo oral cuando se
obliga a practicarlo a una menor de 7 años con la luz apagada, simplemente
porque esa niña no podía diferenciar si se trataba del dedo o el miembro del
agresor. Este Zaffaroni va más allá de esas barbaridades legales (no lo dice un
periodista sino que buena parte de los fiscales del país que no lo siguen
opinan en ese sentido) sino que ahora pone en duda la funcionalidad misma de la
democracia y todo sin ponerse colorado.
Las reacciones del macrismo frente a los dichos de
Zaffaroni, debemos sumar aquí también las que hubo frente a las andanzas de
Hugo Moyano, han sido dispares.
Buena parte del Gobierno cree, con bastante razón, que el
exjuez y el sindicalista no hacen otra cosa que dar el justificativo para la
pelea que Macri lleva contra el sindicalismos corruptos y jueces
desestabilizadores, lo que solo suma votos.
Es lógico el pensamiento ya que la reacción de la opinión
pública de las grandes ciudades mas o menos ha sido esa. Más cuando Moyano se
aísla cada vez más en una foto con kirchneristas ortodoxos, piqueteros y las
CTA y a Zaffaroni se lo recuerda por sus controvertidos fallos abolicionistas.
Hay otro perfil interesante en las teorías que se elaboran
sobre la verborragia del juez. Quienes lo conocen desde tiempo de la Corte
Suprema recuerdan que Zaffaroni tenía uno de los ratios más altos de ausencias
en el tribunal, producto de innumerables viajes al exterior para asistir a
cursos y conferencias. No sería extraño, siguiendo ese razonamiento, que la
provocación del exjuez al Gobierno tenga el antecedente de cierto cansancio de
Zaffaroni al trabajo que supone la Corte Interamericana de Derechos Humanos y
que un pedido de renuncia por parte del macrismo le termine tendiendo un puente
de plata para sacarlo de esa incomodidad.
Muchos creen, por otro lado, que ha quedado en evidencia en
las últimas horas el estruendoso silencio de una oposición que no salió a
repudiar los dichos del exjuez.
Son razonamientos que se chocan con otros, como los del
radical Mario Negri que ayer le pidió que renuncie a ese tribunal porque le
queda grande el cargo. En esa línea de pensamiento se argumenta que el exjuez
(y también Moyano) pueden producir un serio dolor de cabeza al país cuando sus
dichos son interpretados sin filtro fuera del país.
Y aquí viene a cuento el razonamiento inicial de esta nota.
Para el resto del mundo, inversores incluidos en primera línea, un juez de la
Corte es nada menos que eso: un magistrado de primera línea que tiene la última
palabra en el país.
Aunque no esté ya en el cargo hace ruido y, además, en
Cambiemos se considera que "Aunque Zaffaroni no vaya a dar un golpe de
Estado, tampoco puede considerarse a sus dichos como los de un vecino que se
puso en pedo en un corso y dijo pavadas".
Hay una sentencia de algunos de sus socios en Cambiemos que
la Casa Rosada debería escuchar: el mundo no lee el trazo fino de la realidad,
solo llega el grueso. Y en esto debe decirse que es cierto que "la idea de
que Macri cambió el país compite en el exterior por estos dichos con quienes
aún quieren defender el pasado". Ese es el verdadero peligro.
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