Por Gustavo González |
Es un gobernador peronista que intenta, como muchos otros, desentrañar
bien qué tienen en la cabeza Macri y sus funcionarios. Hace el
esfuerzo porque cree que de eso depende su futuro y el futuro de los habitantes
de su provincia.
Su relación con el Presidente es cordial, aunque quedó un poco magullada
después de las negociaciones por la reforma previsional.
Se muestra como un
peronista aggiornado, distante del kirchnerismo y de sus viejas malas
costumbres. Desde allí entiende que el de Macri no es un gobierno
radical, por su composición social y por el manejo de la gobernabilidad.
Tampoco lo ve peronista, aunque en ese punto tiene algunas dudas. Reivindica el
trato de los ministros y, en especial, el de Marcos Peña: “Siempre es muy
respetuoso, escucha, se puede dialogar. Y siempre salís con las manos vacías…
Como con Macri”.
Diferencia el uso que hace este gobierno de la obra pública en las
provincias, del que hacían los K: “No son extorsionadores, pero tampoco son
ingenuos”. “Ingenuos” significa que tampoco serían absolutamente ecuánimes
a la hora de negociar recursos públicos por adhesiones políticas: los gobernadores
peronistas entienden que, salvo excepción, se los considera menos que a los del
oficialismo.
Uno de los pocos funcionarios de alto nivel que esta semana permaneció
en la Casa Rosada, coincide en la descripción general de la supuesta pérdida de
ingenuidad macrista: “Si viniendo del peronismo se lo considera un elogio,
tienen razón, no somos ingenuos”.
Donde sí los ve ingenuos el gobernador es en los temas judiciales: “Esta
gente tiene una actitud muy correcta: no maneja a la Justicia. Y
tiene un problema: no maneja a la Justicia”.
Peronista al fin, entiende que habría una dosis justa de ese vínculo y
que Macri no la cumple, por lo menos en comparación a lo que tanto los
gobiernos peronistas como radicales solían hacer con los jueces.
¿O acaso será que el ingenuo es éste gobernador?
Va por todos. Hace dos años que asumió alguien que hace una década no tenía partido.
Al terminar su mandato, se convertirá en el primero que lo logre sin provenir
de las agrupaciones tradicionales. Y por ese vértigo argentino, ya se da por
hecho que será reelecto. Todo sucede tan rápido.
Cuando asumió, hubiera sido difícil de imaginar: casi un gabinete
entero kirchnerista fue a parar a prisión, empezando por el ex
vicepresidente Boudou (ahora liberado) y por los ex
funcionarios más poderosos, De Vido y Zannini, además de socios y
empresarios amigos. Y la ex presidenta Cristina
Kirchner está multiprocesada y podría seguirlos antes de que
Macri deje la Casa Rosada.
El macrismo ganó ampliamente la elección de medio término, se
acercaba a las Fiestas con un alto nivel de aceptación y la Argentina se
preparaba a recibir el diciembre socialmente más tranquilo de los últimos años.
Pero el espectáculo de la política parece requerir siempre de sucesos
extraordinarios. Ocurrieron en medio de la controvertida reforma previsional,
con un nivel de violencia en torno al Congreso que recordó imágenes de 2001.
Pegando y recibiendo palos, el Gobierno logró aprobar su ley y al toque
lo hizo con otras dos, la del paquete económico y el Presupuesto 2018.
El 2017 se terminaba y ya no había tiempo para más sorpresas. Por eso,
el Día de los Inocentes, Peña y el ministro Dujovne convocaron a una
conferencia a la cual “invitaron” a participar al presidente del Banco
Central. Le marcaron el límite a la independencia y autonomía
de Sturzenegger y cambiaron las metas de
inflación para los siguientes ejercicios.
El año concluyó caliente y la economía derramó hacia enero.
El dólar rozó los 20 pesos y encontró un nuevo piso de 19. La inflación de
diciembre dejó un incremento del 3,1% (el más alto desde junio de 2016) con un
invalorable aporte de los precios regulados (tarifas) del 9,1%.
El 2018 que hace solo dos semanas preveían empresarios e inversores,
cambió de repente de la mano de la incertidumbre inflacionaria del primer
trimestre y de agregarle complejidad a las siempre complejas negociaciones
paritarias. La pregunta que se hacen es qué habría cambiado si esa
conferencia con Sturzenegger no hubiera tenido lugar. La respuesta generalizada
es que la inflación 2018 hubiera superado el 10% previsto originalmente y que,
con todo, estaría por debajo de la que ahora habrá con las nuevas metas.
“Cazar en el zoo”. Enero sigue caliente. Con una semana de diferencia fueron apresados
dos líderes sindicales por corrupción, Marcelo Balcedo y Humberto
Monteros, entre otros de menor jerarquía. Se suman al “Caballo” Suárez y al
“Pata” Medina. El impulso de la gobernadora Vidal en esa lucha es esencial,
pero para los jefes sindicales es el ejemplo de que el macrismo presiona y los
jueces reaccionan.
A diferencia del gobernador peronista del principio, estos
sindicalistas están convencidos de que Macri sí usa a la Justicia para
condicionarlos. Y uno de ellos reconoce que la estrategia puede ser efectiva
con algunos de sus colegas: “Y... fueron a cazar a un zoológico. Hay 3 mil
secretarios generales en el país, la mayoría honestos, pero es evidente que hay
muchos que no lo son”.
Carlos Piñeiro Iñíguez, además de ser un prolífico escritor es un asesor
clave del secretario general de la CGT, Juan Carlos Schmid. Explica la advertencia de
Barrionuevo sobre que hubo otros gobiernos que intentaron ir por ellos y
terminaron mal: “Lo de él fue preventivo. Está diciendo que no hay problema con
que haya gremialistas que vayan presos si cometieron delitos, pero también que
si el Gobierno piensa que van a ir por todos suponiendo que de esa forma se
solucionan los grandes problemas del país, les dice que eso no va a suceder”.
La voz de Piñeiro Iñíguez es importante porque es uno de los principales
consejeros de la central obrera. No le teme al Macrinazo: “A
principio de 2001, Cavallo era Superman y ya sabemos cómo terminó todo”,
advierte.
‘Übermensch’ macrista. Gobernadores pobres, kirchneristas y
sindicalistas presos y futuros presos, opositores divididos, jueces echados y
otros en la mira, una procuradora renunciada, empresarios temerosos.
El convulsionado contexto político envalentona a un Presidente que brega
porque la economía termine de reaccionar de aquí a su reelección. Un contexto
que, en el mientras tanto, aporta importantes escándalos mediáticos para que no
se hable solo de inflación y dólar.
Dicen los últimos que vieron a Macri antes de irse de vacaciones, que se
lo nota más entusiasmado que nunca y que felicita en persona a los
ministros y secretarios que bajaron los gastos en sus áreas: “Si todos fueran
como vos el país andaría mejor”, los palmea.
Lo admiran y los inquieta. Ya tuvieron reuniones con la temible
Dirección de Diseño Organizacional (DDO), un organismo que detrás de un nombre
ampuloso esconde la central de inteligencia más seria que puso en marcha el
Estado para recortar gastos y personal. La DDO trabaja junto al Boston
Consulting Group para elaborar un informe sobre la burocracia estatal. Ya
tuvieron cruces fuertes con los equipos de Patricia Bullrich, Frigerio y el
canciller Faurie. El objetivo es despedir entre 600 y 900 funcionarios.
Como el Superhombre de Nietzsche, Macri aparece poderoso e
insensible frente al sentimentalismo radical o peronista. No lo dice
así, pero podría coincidir con el Übermensch nietzscheano en que es esa
“moralidad esclava” de los valores tradicionales la que impide ir a fondo con
las transformaciones. El arremete, pese a que en pocos días perdió, según las
encuestas, unos 10 puntos de imagen.
En las historietas los superhombres son inoxidables, pero en la
vertiginosa realidad argentina el presente dura cada vez menos y el futuro
cambia a cada rato.
© Perfil.com
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