El camionero espera
una visita del Presidente, que ya envió señales. Entre la tensión y las
promesas.
Por Roberto García |
Para Moyano, no es una fantasía: si el dúo
Néstor y Cristina lo acompañó y bendijo hace más de un lustro para estrenar un
hotel cinco estrellas de su gremio en Mar del Plata, ahora le parece cortés y
prudente que este martes Macri mantenga ese rito presidencial y se presente en
el Sanatorio Antártida que reinaugura Camioneros, luego de haber invertido una
fortuna para ejemplo de la medicina y la hotelería modernas.
Supone el sindicalista, con criterio jurídico, que si pudo lo más ahora
podrá lo menos. Moyano, apegado a las tradiciones, repite esas costumbres
que vienen desde fines de los 60: comprar, readaptar y modernizar hoteles y
sanatorios, como hizo Vandor con el Royal o los textiles de Herreras con el
Tourbillon, ambos en Mar del Plata. Para algunos, el patrimonio de
numerosos dirigentes se explica por desviaciones de emprendimientos de esa
naturaleza. Han atravesado casi sesenta años bajo esa prédica denigrante que,
admitirá Moyano, todavía espanta a cualquier invitado y hasta quizás lo
persuade de participar en ciertos eventos.
De ahí que no sepa aún si el ingeniero mandatario asistirá para felicitarlo por la obra; ni siquiera pudo confirmar la visita de Triaca y una comitiva de Trabajo. Deberá esperar hasta pasado mañana para la definición. Además, son tantas las acechanzas en la relación de la Casa Rosada con el gremio, tan amenazantes los términos, de huelgas salvajes a prisión familiar, juicios, intervenciones, preventivas o levantamientos sociales, que solo un atrevido podría garantizar la presencia del Ejecutivo en el sarao. Por más que en otros tiempos hayan compartido monederos y una precavida oposición a la continuidad cristinista.
Dicen que hay disposición de Triaca a la concurrencia, ya que desde hace
meses –a instancias del mandatario– dialoga tropezadamente con el supremo
camionero, un día el armisticio, otro día la guerra.
Por la vuelta. Del Macri de vacaciones que regresa poco se conoce. Se admite, eso sí, que lo domina un visible mal humor por la inesperada excepción que, en la sanción de la nueva ley tributaria, se les concedió a cooperativas y mutuales. Otro indignado por el cambio fue Dujovne, aunque mucho no puede protestar: el recurso para no pagar impuestos a este tipo de entidades –muchas usurarias, cuevas de bancos, y otras dignas– apareció repentinamente en Diputados de la mano del jefe radical de la bancada, a las tres de la mañana, ese bloque del cual tuvo un ganapán mensual como asesor. A Macri no le calman la furia: quiere saber el misterio y la felicidad de fin de año que sedujo a estos legisladores, en combinación desprejuiciada con Kicillof, para modificar una norma que el Gobierno consideraba fundamental. A veces, el Presidente padece más a los propios que a los ajenos, de ahí que le haya hecho un regalo a Moyano: le habilitó –vía Ministerio de Comunicaciones– en cuentagotas, cada treinta días, la licencia operativa a la empresa OCA, de interés superlativo para el sindicalista.
No parece un gesto menor; le permite sobrevivir ante la AFIP, y
se suspende un presunto acoso judicial por responsabilidades de su propia
esposa en la obra social del gremio, a él mismo y a su propio hijo Pablo, un
belicoso ad hoc que en el club Independiente no atendió un consejo de los
mayores: hay que tener cuidado con ciertas amistades, sean directivos o
barrabravas. A menos que alguien razonablemente piense que sus amigos, en
rigor, la pasan en la cárcel en peores condiciones que él en libertad.
Lo cierto es que la cita del martes, para Moyano, representa una jornada
clave en su bronceado personalismo, ya bastante afeitado: no habla más de ser
el Lula argentino. Se diría, entonces, que requiere de Macri para
institucionalizarse. Lo que en la jerga gremial se llama “blanqueo”. Tarea
que al Presidente, por otra parte, no le resulta incordiosa: después de
intimidaciones a sindicalistas como Lingeri (Aguas y Cloro) o Santa María (Porteros), los regularizó
con un ucase silencioso.
Algo semejante ha ocurrido en el plano empresarial: se distrajo, como alguna vez lo hizo Néstor, imprevistamente de sus odiados Eurnekian (Aeropuertos) y Sigman (Laboratorios), entre otros, sin que nadie se interrogue por misterios o felicidades seductoras.
Para Macri, que ha amnistiado a varios, también rige el mismo término
judicial, invertido, que utiliza Moyano si decide juntarse este martes: quien
puede lo menos también puede lo más.
Aun así, quedan pendientes de resolver para el hombre del camión –como lo retrató un libro– diversos temas con el Gobierno.
A saber:
* Un nuevo encuadramiento para el sector –ya tramita una mesa para
modificar el convenio de logística y cargas–, del cual OCA aportará saneamiento
de personal, tarea ingrata para cualquiera, mucho más para un sindicalista. Se supone que alguna
gracia demandará para competir en igualdad de condiciones: finalmente, la
compañía paga impuestos que el Correo no paga.
* La reforma laboral que pretende aprobar Trabajo en el Congreso durante
febrero (y con la que expresó consentimiento el hijo menor de Moyano, abogado,
mientras el mayor, Pablo, encabezó marchas de protesta en su contra). Tarea
ardua: ya se pronunció Pichetto, con el aval supuesto de los gobernadores
peronistas: nunca pasará, como decían en Madrid los republicanos.
* El rumbo y la conducción de la desintegrada CGT, hoy acéfala a pesar
del trío que la preside, teledirigida por Moyano desde su sindicato.
* El porcentaje de incremento en las paritarias próximas, la fijación de
un techo en Camioneros para las demandas de otros sindicatos. No debe olvidarse
que, en sigilo, Moyano ya cumplió con Macri el año pasado: no pidió más
de lo que el Gobierno deseaba. Se estima que esa restricción impediría
disparadas inflacionarias, lo que lamentablemente no ocurrió durante 2017. Un
dolor para Moyano, formado en la escuela de su antecesor Ricardo Pérez,
quien masticaba chicle y decía: “Siempre hay que volver de las paritarias con
un adicional, unos mangos más, es lo que nos preserva en el sindicato”.
Si Macri asiste al Antártida este martes, no es solo por educación:
habrá obtenido también un gesto previo sobre este andamiaje de conflictos
irresueltos, hasta la posibilidad de que Moyano se comprometa más con la CGT
que en Independiente.
Difícil enhebrar la aguja, pero siempre es tentador complicarse cuando
uno cree que puede salvar la patria como socio del Presidente. Y socios ya fueron.
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