Por Giselle Rumeau |
El gobierno encendió en estos días las luces de alertas.
Está convencido de que el plan de reformas encarado tras el triunfo en las
elecciones legislativas y la seguidilla de detenciones y procesamientos por
corrupción y lavado de dinero que cayó encima de varios gremialistas corruptos
disparó una ofensiva furiosa contra los miembros del gabinete.
En ese enfoque
colocan la denuncia penal contra el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, por el
polémico despido de su empleada doméstica Sandra Heredia, presentada ayer por
los abogados Carlos Broitman y Alejandro Argibay, que representan al
sindicalista Omar El Caballo Suárez, detenido por extorsión a empresas navieras
y malversación de fondos. Y esperan más dolores de cabeza.
Triaca fue acusado por la designación de Heredia en el
Sindicato de Obreros Marítimos Organizados (SOMU), gremio que fue intervenido
por la Justicia. No es todo. Tras conocerse un audio en el que el ministro
insulta a la empleada, ella aseguró que como casera de la quinta familiar que
Triaca posee en Boulogne, cobraba parte de su sueldo en negro y otra parte a
través del SOMU. Como si fuera poco, agregó que fue despedida sin
indemnización.
Por precaución, para evitar mayores conflictos y episodios
de violencia como el ocurrido cuando se votó en el Congreso los cambios en la
Ley previsional, el Gobierno decidió congelar el tratamiento de la reforma
laboral y avanzar en los acuerdos de productividad por sectores, como los
suscriptos con los petroleros de Vaca Muerta. Y ahora no puede ver sino como
una venganza a la denuncia de El Caballo Suárez contra el ministro Triaca. No
hay que ser muy perspicaz para darse cuenta de las intenciones deleznables de
los abogados del sindicalista. Pero a esta altura de los acontecimientos,
parece increíble tener que recordar que las motivaciones políticas de las
denuncias no las invalidan como tal. Pues bien, está mal que los ministros no
paguen sus multas de tránsito, maltraten a sus empleadas domésticas y, mucho
peor, que mantengan en negro a un trabajador durante varios años. La función
pública no puede dejar lugar a matices. El ejemplo de honestidad y
transparencia siempre debe venir de arriba.
Para el Gobierno, alcanza por ahora con pedir disculpas y
sacar de escena al ministro con unas vacaciones forzadas. "Triaca ya se
disculpó y dio las explicaciones del caso", dijeron cerca de la jefatura
de Gabinete, como si eso bastara para alguien que tiene que velar por el
trabajo en blanco.
Pese a la defensa oficial de los voceros del Gobierno, el
titular de la cartera laboral ya aparece en la lista de los ministros que están
"en capilla". Desde hace un año, el presidente Mauricio Macri, el
jefe de los ministros, Marcos Peña, y los vicejefes de Gabinete, Gustavo
Lopetegui y Mario Quintana, evalúan mensualmente los resultados de cada
funcionario a través de un Tablero de Gestión al que acceden desde cualquier
computadora. El sistema permite auditar el trabajo a través de cuatro
variables: metas, hitos, tiempo y presupuesto. En función de esos objetivos, la
meta de aprobación de la reforma laboral se convirtió en una asignatura
pendiente del ministro Triaca. No es todo. El affaire de su casera complicará
además la meta de negociar paritarias en tiempo y forma, sin cláusula gatillo,
como pretende el Gobierno. ¿Cuál será la autoridad de Triaca ahora para
negociar con los gremios o pelear por el empleo en negro? No es todo: el joven
funcionario viene de atravesar otro escándalo a fines del año pasado por el nombramiento
de su hermana como directora en el Banco Nación. Una medida que denuncia la
hipocresía del poder: durante el gobierno anterior, el macrismo había
cuestionado severamente el nombramiento en el mismo puesto de la hija del jefe
de diputados K, Agustín Rossi.
El otro ministro en capilla es el titular de Defensa, Oscar
Aguad, quien mantiene una larga amistad con el Presidente. No sólo tuvo una
actuación mediocre en el ministerio de Comunicaciones. Desde que fue nombrado
al frente de esa cartera, el cordobés no paró de meter la pata. Manejó con
impericia la desaparición del Ara San Juan y la relación con la Armada. Alentó
las esperanzas de los familiares con un tuit sobre supuestas comunicaciones del
submarino. Y terminó destrozándolos cuando les dijo que estaba todos los
tripulantes muertos.
Otro que le generó problemas al Presidente es el ministro de
Energía, Juan José Aranguren, cuando se comprobó el año pasado su
incompatibilidad con la función pública por poseer acciones de Shell. Si bien
ahora bajó su perfil, sigue siendo el frontón de las críticas a Macri por las
subas de las tarifas.
También fue cuestionado dentro del gabinete el ministro de
Hacienda, Nicolás Dujovne, por estrenar el mes pasado una casa millonaria en
Punta del Este, cuando la orden de Peña es mantener siempre el bajo perfil.
El rabino Sergio Bergman, ministro de Ambiente y Desarrollo
Sustentable, es otro de los que suelen aparecer en los medios o redes sociales
por sus polémicas más que por su trabajo. En septiembre pasado lo fotografiaron
en Aeroparque volviendo de Chile con un televisor 55 pulgadas bajo el brazo.
Como era de esperar, la imagen se viralizó rápidamente y generó un sin fin de
críticas
Los más eficientes
El sistema también permite evaluar a quienes cumplieron con
sus objetivos y presupuesto. La lista de ministros preferidos de Macri la
encabeza el titular de Transporte, Guillermo Dietrich y su par de la cartera
del Interior y Obras Públicas, Rogelio Frigerio. Se trata de los dos hombres
encargados de las relaciones políticas y también con los gremios fuera de la
Casa Rosada. La ponderación de Macri sobre sus dos funcionarios está en línea
con la percepción que tiene la opinión pública. Según un sondeo de Ipsos
Argentina del mes pasado, la política de obras públicas y de infraestructura,
junto con la política de transportes, son las que despiertan mayor satisfacción
de los consultados. Lo mismo sucede con la política de planes sociales que
lidera la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley. La funcionaria se
ubica en el tercer puesto del ranking presidencial, ponderada por su forma de
llevar el conflicto con las organizaciones sociales y los partidos de izquierda
que reclaman planes.
La otra mujer del gabinete, la Ministra de Seguridad
Patricia Bullrich, es un caso aparte. La política de seguridad es la que
despierta menos satisfacción en la opinión pública, junto con la política de
empleo y la política económica, según el sondeo de Ipsos. Fue cuestionada por
propios y ajenos al defender a los gendarmes en el caso de la desaparición de
Santiago Maldonado y la represión de la primera manifestación violenta del
kirchnerismo y la izquierda contra la reforma previsional en el Congreso.
"Pero al final, las cosas le salen bien", dicen en el Gobierno. Es
por eso que integra la lista de los ministros con mejor desempeño.
Los otros dos funcionarios a los que el Presidente les sube
el pulgar son el ministro de Finanzas, Luis Caputo, y su par de Modernización,
Andrés Ibarra. Este último es en estas horas el encargado de llevar adelante
junto con Quintana el plan de recortes en la administración nacional, que
eliminará un 20% los cargos políticos y será presentado en febrero.
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