Juan Grabois, uno de los voceros argentinos del Papa. |
Por Marcos Novaro (*)
Según el líder de la Confederación de Trabajadores de la
Economía Popular (CTEP) y asesor del Pontificio Consejo de Justicia y Paz en el
Vaticano, Juan Grabois, la violencia es "el vicio de Macri" y nace de
"su resentimiento". Palabras inéditamente duras para empezar el año.
Y con las que el líder piquetero escaló afirmaciones previas que habían entre
relativizado y justificado los sucesos del 14 y el 18 de diciembre pasado.
Días después de esas lluvias de piedrazos sobre las fuerzas
de seguridad, en reiterados intentos de impedir que el Congreso sesionara para
tratar la llamada reforma previsional, Grabois atribuyó equívocamente lo
sucedido a "un grupo ínfimo" de "estúpidos funcionales al
Gobierno" y también advirtió sobre la "frustración y bronca" de
las barriadas "por la exclusión social".
Ahora, en un reportaje publicado por Página 12, abandonó
toda ambigüedad, pero no para brindar una mejor explicación. Atribuyó de lleno
la responsabilidad por los hechos de violencia al Gobierno, más precisamente al
Presidente: según él, Macri "sintió que había una especie de necesidad de
refirmar autoridad y mostrar fierros en la calle para consolidar el voto con la
idea de que muchos querían y aprobaban eso. Pusieron a una ministra a cargo de
las barbaridades. Patricia Bullrich alimenta el vicio de Mauricio Macri...
Macri repite el discurso de la meritocracia, pero no es ni siquiera un self made man. Sabe que la violencia es
un camino peligroso, pero lo sigue... Si tenés tanta obsesión por demostrar que
no sos De la Rúa, ¿no será que un poco te parecés?".
Según el líder de la CTEP, los hechos de violencia habrían
revelado que el Gobierno sólo aparenta ser conciliador y gradualista, no
negocia realmente, sino que busca imponerse por la fuerza y borrar a sus
adversarios: "En la Argentina del siglo XXI, pensar que te vas a llevar
puesto a las patadas a todo el mundo todo el tiempo es un error. Puede durar
muy poco. Aunque algunos terminen por creerse sus propias mentiras y se
convenzan de que RAM es una peligrosa organización guerrillera transnacional.
Ahora están convencidos de que todo manifestante es un conspirador
trosko-kirchnerista que quiere voltear al Gobierno. La persecución a Cristina
Fernández de Kirchner y a su familia es un factor de desestabilización política
que solo le sirve a quien no quiere que la Argentina tenga un desarrollo
democrático normal".
Que se sepa, la organización de Grabois sigue siendo
generosamente financiada por el gobierno que él descalifica (incluso bastante
más generosamente de lo que lo hacía la gestión anterior) y a nadie en el
Ejecutivo se le ha ocurrido quitarle esos recursos públicos que administra por
las opiniones políticas de su representante ni por promover manifestaciones y
piquetes, ni siquiera por apoyar a Milagro Sala, a los mapuches radicalizados y
otras expresiones de violencia antisistema. ¿Será cierto entonces que el
macrismo está endureciéndose contra sus opositores más radicales, que los
persigue, que pretende excluirlos del orden constitucional? Grabois y la CTEP
ofrecen por sí mismos evidencia de lo contrario: lo único que se profundiza es
la paradoja de que el Estado argentino financia grupos que se comportan de
forma cada vez más desleal con las reglas institucionales y desconocen toda
legitimidad a las autoridades.
Probablemente sea cierto que los militantes que siguen a
Grabois no se contaron entre quienes apedrearon a la Policía de la Ciudad. Pero
ahora él apedrea simbólicamente a Macri, dando pasto para que los violentos
vuelvan a las andadas. ¿No está incluso incitando a sus representados a
imitarlos en la próxima ocasión?
Grabois puede pensar lo que le venga en gana de los vicios y
defectos del Presidente, pero no debería abandonar el camino de la
argumentación racional para justificar sus posiciones. De otro modo quienes lo acusan
de ser un apenas disimulado "trosko-kirchnerista", para usar su
propia terminología, tendrán la evidencia que necesitan para descalificarlo, y
así seguiremos profundizando los conflictos en vez de resolverlos.
Si fuera cierto que el oficialismo pretende congraciarse con
su público, digamos, más fanático y ordenancista, no se podría entender por qué
luego de la frustrada operación de seguridad para contener las protestas del
día 14 los uniformados fueron en extremo pasivos y aguantaron durante horas los
cascotazos el 18. No es lo que cabría esperar que hiciera un gobierno cuyo
"vicio" es la violencia.
Grabois se queja de no haber sido incluido en la negociación
de la ley previsional, y lo mismo podrían decir otras muchas organizaciones
sociales, la CGT, etcétera. Pero no puede ignorar que el proyecto fue
concertado con gobernadores y legisladores de varios grupos de oposición, y
modificado varias veces en ese trámite, incluso durante las sesiones
legislativas sometidas a asedio. Nada de eso se acomoda a la categoría
"llevar puesto a las patadas a todo el mundo".
Es cierto que el proyecto en cuestión supuso un ajuste, al
menos inicial, pero es discutible que no vaya a ser compensado o no esté regido
por un criterio de justicia, discutible como cualquier otro, pero que no merece
ser ignorado. Para empezar, el criterio "meritocrático" de que
reciban un mayor aumento, y una prestación que cumpla finalmente con el 82%
móvil, quienes cobran la mínima e hicieron 30 años de aportes. Para Grabois tal
vez eso sea "meritocracia", cosa de ricos y de insensibles, y se
niega a cualquier discusión al respecto apelando a la autoridad de San Agustín.
Pero en este caso puede que tenga efectos más redistributivos y sobre todo más
justificados que en otros.
Es también discutible que el previsional sea el rubro de
gasto público con efectos más redistributivos. Si entre quienes cobran una
jubilación el porcentaje de pobreza es mucho menor que entre los niños y
jóvenes, entonces tenemos un problema intergeneracional a considerar, que
alguien que trabaja en los barrios populares no debería ignorar tan
frescamente. Si además los fondos que se ahorran en los próximos meses van
destinados al gasto social en el conurbano, como se ha anunciado, ¿el cambio no
terminaría siendo a favor de los pobres y no en su perjuicio? Grabois podría
decir que para que así sea habría que sacarles directamente a los ricos, a las
empresas, a la clase media alta porteña, etc. Pero esa objeción desconoce que
mientras se discutía por los 50 o 60 mil millones del recálculo previsional por
disposición oficial se incrementaron las tarifas para todos esos sectores más o
menos pudientes por una cifra varias veces superior. Así que es discutible que
se pueda hacer de momento mucho más por ese lado.
Algo más: tal vez el silencio de Grabois respecto de estas
otras finalidades del gasto oculta un motivo inconfesado y más sustancial de
alarma. Su diatriba contra los vicios reales o supuestos de Macri puede que
esté en verdad originada en el terror que muchos en la oposición experimentan
en estos días ante las comprobadas dotes de Vidal para, con esos recursos
extras en sus manos, empezar a cambiar la situación de los pobres del conurbano
en los próximos años, por encima de lo poco que han logrado hacer las
administraciones peronistas y las organizaciones sociales en las últimas décadas.
Mientras tanto la violencia, sus causas y responsables
seguirán dando que hablar. No es malo que así sea, porque argumentar al
respecto puede que nos evite sumirnos cada vez más en el silencioso juego de
acciones y reacciones del que ella se alimenta. En eso sí hay que reconocer
que, con su sinceridad, Grabois ha hecho un aporte.
(*) Sociólogo, historiador y doctor en Filosofía
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